Un cigarrillo, la lluvia y tú

En la incipiente “democracia” dominicana, por allá por 1876, los restauradores tenían todavía sus largos fusiles obsoletos humeantes con los que sacaron a los españoles.

En la incipiente “democracia” dominicana, por allá por 1876, los restauradores tenían todavía sus largos fusiles obsoletos humeantes con los que sacaron a los españoles. ¿Podían los azules fortalecer el país con un gobierno sólido que le diera la paz al país que hasta ese momento no había conocido? No era tampoco el país feliz, a pesar de tener su historia y este capítulo restaurador que se selló a machetazos y con mucha sangre.

El Dr. Ulises Francisco Espaillat, que conocía muchas recetas por ser el farmacéutico de la Farmacia Normal de Santiago, no sabía cómo se podía gobernar con los caciques montoneros que fumaban bajo la lluvia debajo de cualquier mata de pera. Ellos tenían la lluvia como aliada porque los ríos crecidos no se cruzaban ni con salto de garrocha que a pesar de haber sido inventada hacia 1829 por los irlandeses, no fue introducida a los juegos olímpicos hasta el 1896 y aquí ni se sabía que existían. Esas montoneras exigían su cuota de poder a un país que recién salía de las cenizas.

Ni las recetas, ni los lentecitos de John Lenon le sirvieron a Espaillat porque Ignacio María González lo acechaba desde su Partido Verde y así quedó una añoranza como cuando una mujer pierde su criatura: un dolor que ni el tiempo cura y una cicatriz en la historia. Espaillat duró lo mismo que la cucaracha de Bosch.

A fumar se fue aprendiendo para convivir con el hastío y la espera. Se podía enrollar una simple hoja de tabaco y darle fuego para echar humo; pero para gobernar no se podía aprender enrollando decretos porque nadie sabía de ese complicado arte, mezcla de dominio sicológico con allante de fuerza y muchas teorías. Solo el instinto era guía y este no dejaba espacio para la pluralidad y la tolerancia. El que gobernaba tenía que dominar todo y el que fuese opositor o de ideas bizantinas, tenía que salir al exilio, sumarse al nuevo mando o domiciliarse en los camposantos.

Tampoco había una separación entre los bienes públicos y privados como lo explicó magistralmente el maestro José Ramón López por allá por los tiempos de Lilís cuando pasó de ser un gran opositor y un gritón al lado de Eugenio Deschamps hasta convertirse en su secretario personal.

Ya desde Luperón “el sistema” mostró la piel de cocodrilo que llegaría, con nuestra contemporaneidad, a dinosaurio. En el intento de formalizar el sistema de obsequios a las montoneras desestabilizadoras, Luperón les llamaba “asignaciones” lo que se oficializó con solidez en la era de Balaguer como “botellas”.

Le decía Lilís a su mentor “…No me atrevo a contestar sus conceptos respecto al sistema de Gobierno que dice U. (usted) he implantado, y creí que U. sabía que antes de mi advenimiento a la cosa pública, el país estaba dominado por la corrupción, y si no me engaño, fue el virus que gangrenó las masas para derribar al Gobierno de Don Ulises (Espaillat), y como el país ha seguido bajo el imperio de esas mismas costumbres, tuvo U. en el Gobierno Provisional que inventar el expediente de asignaciones para repartir de un modo más equitativo las sumas que en dádivas y halago se repartían; siguiendo ese orden de cosas, se ha relajado al extremo que todos quieren vivir del Estado, y U. cuando ha estado mandando ha repartido sumas considerables en el mismo concepto, pero como U. no ha tenido la necesidad de asumir materialmente la responsabilidad de estos actos que U. condena, me culpa y me acusa sin reflexionar un momento que la República ha sido hecha girones por otros y que yo he venido a gobernar encontrándola en el Caos…” (14 de septiembre de 1887, carta al G. Luperón en París y en la página 142 del libro El Pueblo Dominicano de H. Hoetink).

¿Se detuvo en algún momento ese caos?

La ley Fernando, del gobierno de Meriño (1880-1882) decía que a todo el que se le encontrara con algún tipo de arma, cualquier regimiento, cantón o puesto de vigilancia tenía plena libertad de fusilarlos sin necesidad de un juicio. Esa ley que podía traducirse resumidamente como “dando y dando me lo dijo Fernando”, pacificó al país con la mano de hierro que se extendió hasta 1899 y que Mon continuó hasta el 1911.

Como dijera Bosch, cuando fumaba un cigarrillo Cremas sin filtro, “…el país no ha cambiado desde entonces…”, se ve como un reflejo en el pavimento después de haber ido al cine a ver “20,000 leguas de viaje submarino”.

Desde esa época tenemos la mala maña de personalizar los eventos oficiales buenos y malos: La “obra” de Trujillo de modernizar el país con construcciones, tenía que ver con el uso del cemento y otros materiales de sus propios negocios. Si él desmanteló el tren, la obra más importante de servicios para el país que encontró, fue porque introdujo sus camiones de carga.

El sello “Esto lo hizo Balaguer” que rezaba en edificios, puentes y otras obras de su política de “varilla y cemento” se publicitaba como si no hubiese sido con el dinero del erario público y a costa siempre de una sobreevaluación para enriquecer al anillo porque con la puerta de su despacho él estaba blindado y así, esa enema quedó como figura histórica de absoluta verdad inmaculada aunque él dijera “je, je, je” detrás de esa misma puerta.

El “sistema” tiene siempre una carga de corrupción porque simplemente el sistema es así y que otros lambones llamarán lobismo normal y universal. El rejuego dentro del Sistema con sus candidatos millonarios y los 40 partidos de Alí Babá, no va en la dirección de cambiarlo, va en el sentido de administrarlo. Administrar el Sistema es administrar sus adornos: dádivas, asignaciones, obsequios, fundas, tarjetitas, pensiones inmerecidas, nombramientos de cónsules vagos e innecesarios dizque por linaje, abolengo y esas pendejadas de las clases burguesas que acomodan sus parásitos; nombramientos nepóticos, nombramientos de policías y militares inoperantes y gordos que sudan cuando lo ponen a trotar el 30 de marzo de cada año; nombramientos de agricultores en Educación; de veterinarios en el Ministerio de Salud; de abogados en Nutrición; de poetas en el Manicomio; de adulones en todas las instituciones; de amigotes en la JCE; de analfabetos mondongueros como gestores culturales; de jueces que sueltan criminales; de legalizar y subvencionar sindicatos de choferes mafiosos… de bueyes que ni siquiera aran.

Así se descuida la cultura, el deporte y la educación que “son cargas improductivas”, y con ello el buen vivir en seguridad y en paz.

Ninguno de esos males se cura dentro del Sistema porque son ellos quienes fabrican el cigarrillo, ahora con mentol, y tú quien se lo fuma… hasta bajo la lluvia y sin apagarse.

Reglas
El que gobernaba tenía que dominar todo y el que fuese opositor tenía que salir al exilio”.

Obras
La “obra” de Trujillo de modernizar el país con construcciones, tenía que ver con el uso del cemento y otros materiales”.

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