empresario

En esta etapa de su vida don Peppino está tranquilo con sus nietos y ocupa su tiempo en el negocio de siembra de árboles

Don Giuseppe Bonarelli Pascale se considera un hombre dichoso, pues ha vivido de lo que le gusta que es “tratar con la gente”.
Junto a su esposa Rosina trabajó duro para levantar a sus hijos, en cuyas manos puso el manejo de los negocios por considerar que ellos están más preparados, pero aseguró que estará siempre presente por si en algún momento necesitan de su ayuda u orientación.
“Una de las decisiones más importantes que he tomado fue dejarles el espacio a ellos y que manejen todo, pues mis hijos han hecho muy buen trabajo. Me siento tranquilo y orgulloso de ellos”, expresó don Peppino como todos le llaman.

1. Primer ejemplo de unión familiar

Nací en Nápoles, Italia en 1946 al terminar la guerra. Vivíamos en una habitación 4×4 mi papá Annibale Bonarelli, mi mamá Inmacolata Pascale, mi abuela materna María Landy y mis hermanos María, Gaetano, Enzo y yo. Mi hermana menor Rosario nació aquí. Recuerdo que en Italia la cuna de uno de ellos eran las 4 patas de la mesa. Papá se fue a Nueva York de camarero, reunió dinero y vino a la República Dominicana, después que un italiano le dijo que aquí no había lugar donde comer, que solo había uno de un chino, entonces él vio la oportunidad y arrancó para acá, nosotros nos quedamos en Italia. Cinco años después, papá nos mandó a buscar, pero solo envió boletos para nosotros, entonces mamá le dijo que cuando le alcanzara el dinero para el de su mamá que le avisara. Ella era hija única y no iba a dejar sola a mi abuela, entonces mi papá mandó boletos para todos. Considero que ese fue el primer ejemplo de unión familiar que recibí de mis padres”.

Don Peppino nació en Nápoles, Italia en 1946 y llegó a la República Dominicana junto a su famila en 1954

2. Llegada a la República Dominicana

Salimos de Nápoles en el 54, vinimos en barco, viajamos abajo, en la cola del barco, duramos 21 días para llegar al país. Recuerdo que por poco me ahogo cuando caí en una piscina, no sabía nadar, pero uno de mis hermanos me sacó, veníamos todos mareados en ese barco. Cuando llegamos aquí, nos pusimos contentos, teníamos 5 años sin ver a papá, él nos esperaba abajo junto a un camarero que siempre fue fiel a nosotros, un empleado muy bueno. Él que era moreno, le dije a mamá mira con quien está papá, nunca había visto una gente de color. Con nosotros vinieron unos hermanos y primos de mi papá, pero no les gustó el país y se fueron a Nueva York. Mi primer empleo fue en el Vesuvio, el restaurante que papá hizo, ahí trabajó la familia entera. Al lado del Vesuvio había una casa de Babito Sturla, papá se la alquiló, pero después compró el solar de al lado y construyó, el edificio está ahí, permanece cerrado. Ahí nos criamos todos”.

Don Peppino explica que sus padres Annibale Bonarelli e Inmacolata Pascale eran personas muy trabajadoras

3. Gran experiencia

Cuando niño me mandaron de interno a una escuela de Moca junto a mi hermano menor, mis padres tenían tanto trabajo que no nos podían atender. Ahí estaba el padre Sixto Pagani, muy amigo de nosotros, nos quería mucho, hasta terminó siendo mi padrino, era una eminencia. En la escuela agrícola de Moca duré 3 años, allá aprendí a manejar tractor primero que carro. A cualquier escuela que iba el padre Pagani me llevaba con él, tengo en mi currículum que estudié dos años de Agricultura, uno de Mecánica, otro de Ebanistería y seis meses de Sastre. Duré 7 años con ellos, después me fui a estudiar al Don Bosco, pero duré poco tiempo por una travesura que hice. Resulta que un día una señora italiana le dijo a mamá que me vio en el Vizcaya reunido con unos jóvenes comunistas, cuando llegué a la casa papá me preguntó dónde estaba y le dije que en el colegio, entonces ahí mismo cogió el palo de la pizza y me lo pegó y no volví más nunca al Vizcaya. Siempre digo que esa fue una gran experiencia, tenía 15 años”.

4. De buen oído

El bachillerato dura 4 años, pero lo hice en 6 porque me quemé dos veces. No fui muy estudioso de libros, pero sí me aprendía todo lo que veía, siempre he tenido muy buen oído. Me gusta reunirme con personas mayores para escuchar sus experiencias, las asimilaba. Tengo un amigo general de 90 años, siempre nos juntamos, me gusta escuchar sus historias, conocer sus experiencias. Cuando me gradué de bachiller, un día me fui a inscribir a la Unphu y salí en un noticiero de televisión en la fila y no volví más. Después mi papá me mandó a APEC a estudiar Administración”.

5. Agradecidos de RD

La familia entera trabajaba en el Vesuvio, unos atendían a la gente, yo trabajaba al lado de mamá escribiendo las cuentas. Había ocasiones que el cliente pedía la orden con un refresco, luego cambiaba por una cerveza, entonces había que borrar y escribir de nuevo, todo eso era a mano. Había un italiano que se acercaba a la caja a hablar mal del país, entonces un día mi mamá le llamó la atención, le recordó que en Italia él cargaba sacos y que aquí vendía prendas, entonces le dijo que se fuera para su país, que era un mal agradecido. Mamá siempre fue una mujer agradecida de este país, somos una familia agradecida de la República Dominicana que nos acogió, todo mundo nos quiere, nosotros también los queremos. Después, me di cuenta que en el Vesuvio éramos mucho, que no podríamos vivir todos de él, entonces le pedí dinero prestado a mi papá para comprar un solar en la Tiradentes, construí el Vesuvito y de ahí despegué solo”.

Don Peppino es un gran coleccionista de arte

6. Gran lección

Los destilados nunca los hemos trabajado con mucho impulso, era un lío, Después de que le vendí el Vesuvito a mi hermano Gaetano, comencé a importar vinos, ahí inició la historia de El Catador. Recuerdo que aquí la gente no tomaba vino y cuando los probaban engurruñaban la cara, entonces me dije en qué lío me he metido. Llegué a la conclusión de que había que enseñar a la gente a consumir vino, empezamos hacer degustaciones, cursos de vinos y logramos que comenzaran a cultivar su paladar. Mis hijos siempre se integraban a la empresa en vacaciones, recuerdo que cuando Giuseppe tenía 12 años lo cancelé de El Catador, lo mandé a su casa con un cheque en la mano, porque lo encontré en una estiba escondido comiendo uvas. Creo mucho en la disciplina, en el respeto al trabajo, cuando hay que tomar decisiones con los hijos, aunque duela hay que hacerlo. A los dos días Giuseppe volvió a la empresa, él siempre fue obediente, dócil, lo hice fue para que pusiera atención al trabajo y adquiriera responsabilidad”.

Después de que Don Peppino vendió el Vesuvito, comenzó a importar vinos, de ahí inició la historia de El Catador.

7. Amarga experiencia

Trabajaba hasta 15 horas al día, además de El Catador tenía tiendas de zona franca, el Club Naco y una heladería que le compré a un italiano, vendían el helado San Remo. Cuando empecé a ver los costos que subían y bajaban, me dije a mí mismo en qué lío me he metido. Recuerdo que me metí dos días en la heladería, nunca pensé tenerla para vender helados por bolitas, sino como industria. Un día escuché al artesano que decía échale 3 libras más de azúcar y 20 huevos, entonces me dije ya me embromé, este artesano no tiene fórmula. Pero no perdí tiempo, al año cerré la fábrica, duré 8 años para pagarle un préstamo al banco, eso me pasó por no hacer un estudio de mercado, esa compra la pagué bien caro, pero nunca más me ha vuelto a suceder”.

8. Pizzarelli

Después que salí de la heladería vino Pizzarelli. Todo empezó cuando tenía una tienda de vinos en Plaza Naco, era un punto y corcho, la gente lo tomaba y también los compraba. Un día mi papá fue al negocio y me preguntó si me dejaba dinero, le contesté que no, pero me gozaba mucho con la gente. Papá, que era un visionario, un gran emprendedor me aconsejó poner un horno de pizza para vender por pedazos, el consejo me entró por un oído y me salió por el otro. Cuando a la semana él volvió al negocio se encontró con que no había hecho nada, entonces me dijo que el lunes me mandaba el horno, mozzarella, tomates y queso para que me pusiera hacer pizzas y que si en 15 días no me iba bien, que le devolviera su horno. Recuerdo que a los 15 días le dije a la gente que se bebieran todo, que no iba a seguir con el negocio y comencé con Pizarelli en Plaza Naco, empezamos a crecer y ya tenemos 40 años”.

9- Buena experiencia

Una vez llegó al país una franquicia extranjera, aunque sabía que vendría no hice nada, entonces me dio un palo. De vender un peso me vi vendiendo 50, si no hubiera sido por El Catador no existiría. Digo que esa fue una buena experiencia porque si uno ve que va caer un peñón, o te quitas de ahí o te pones algo en la cabeza. Eso me costó mucho trabajo, no estaba preparado para crecer, entonces busqué asesoría de fuera, un italiano experto en queso, uno en tomates, otro en masa y uno en cadena de frío y fuimos poco a poco saliendo adelante, pero la verdad que la magia de la pizza está en la salsa y el queso. Al final creo que competimos con ellos y estamos bien alto. Fuimos también los primeros en hacer delivery”.

10- Gran decisión

Una de las decisiones en mi vida que han sido grandes fue elegir a quien me ha acompañado en la vida, mi esposa Rosina Schiffino. La conocí desde chiquita, no podía dejarla ir y le eché mano, ella iba con su papá al Vesuvio los domingos. Un día le dije a mi mamá me voy a casar con la Shiffino, pero no me hicieron caso. Una vez me encontré con unos amigos y me invitaron a la parroquia, que estaban unas muchachas y entre ellas estaba Rosina. Ahí le eché mano y nunca más la solté. Duramos 6 años de amores y tenemos 51 de casados. Nos casó el padre Pagani en el 70 en la Santísima. A partir de ahí fue toda una historia de trabajo con Rosi en el Vesuvio, ella en la caja y yo atendiendo a la gente. Tenemos 4 hijos Annibale, Giuseppe, Piero y Giovanny, además once nietos”.

Una Pareja trabajadora

“Mis padres fueron una pareja trabajadora. Papá no sabía lo que era dinero, todo lo manejaba mi mamá, ella era como la administradora, siempre estaba en la caja, ellos estuvieron en el Vesuvio toda su vida. Cuando papá enfermó tuvo que dejar de trabajar y mamá también. Los dos se fueron hace como 14 años. No me gusta decir que fallecieron, ese término no me gusta usarlo, porque gente como ellos no mueren. El Vesuvio es la escuela hotelera más grande del país y papá un gran maestro, enseñó a cocinar a los camareros.

Mi hermano Enzo estuvo en el restaurante con papá toda su vida, él quiso que mi hermano siguiera con el Vesuvio, porque nosotros cada uno había hecho su porvenir. Mi hermano Gaetano quería abrir un restaurante, buscó una propiedad en Santiago, entonces papá me mandó a que me pasara dos días allá para ver el lugar. Cuando vine le comenté que la gente se echaba como la gallina a las 6 de la tarde, entonces le vendí el Vesuvito a Gaetano y comencé a importar vinos”.

Gratitud

«Mamá siempre fue una mujer agradecida a la República Dominicana y a su gente. Somos una familia agradecida a este país que nos acogió, a su gente que nos quiere y nosotros tambien los queremos”.

Enamorado

«Una de las decisiones más grandes en mi vida ha sido elegir a quien me ha acompañado en la vida, ella es mi esposa Rosina Schiffino, no podía dejarla ir y le eché mano. La vi desde chiquita cuando iba al Vesuvio junto con su papá”.

Domicilio

En Nápoles vivíamos en una habitación 4×4: Mi papá, mi mamá, mis hermanos, mi abuela materna y yo. La cuna de uno de mis hermanos eran las cuatro patas de la mesa”.

Compromiso

«La familia entera trabajó en el Vesuvio, uno atendía a la gente, el otro escribía, yo trabajaba al lado de mamá escribiendo las cuentas que cuando eso era a mano”.

Disciplina

«Una de las decisiones más importantes que he tomado es dejarles el negocio a mis hijos, han hecho muy buen trabajo, estoy orgulloso de ellos”.

Orgullo

«De mis cuatro hijos Guiseppe y Piero trabajan en la empresa, Annibale tiene un negocio y a Geovanni le gustan las finanzas y le va muy bien”.

Le recomendamos leer

Posted in 10 MomentosEtiquetas

Más de gente

Las Más leídas