La ruta de comprender una crisis puede parecer larga, pero su duración es un tiempo perfecto de madurez. Esperar en la mano soberana de Dios es asunto de confianza, no de tiempo; la verdadera razón de esperar con certeza se basa en creer en la integridad y puntualidad del Dios que va más allá de nuestro pequeño mundo e intereses. Es el Alfa y Omega, lo que inicia lo concluye, lo que piensa lo comparte, lo que dice, lo hace, y lo que toca lo transforma. Dios cumple. Nunca será demasiado larga la espera cuando tienes bien claro el hecho de que Dios obrará, y en su momento lo invisible se hará visible. Esperar en Dios no es la última opción, sino la mejor decisión.
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