Ángel Rico: el hombre de las alcaparras

El doctor Ángel Sebastián Rico, el argentino que por 12 años ha trabajado para alcanzar una variedad de alcaparras más rentable y fuerte (la AR-1) que la que originalmente existía, no deja de asombrarse por las tierras que tiene República Dominicana

El doctor Ángel Sebastián Rico, el argentino que por 12 años ha trabajado para alcanzar una variedad de alcaparras más rentable y fuerte (la AR-1) que la que originalmente existía, no deja de asombrarse por las tierras que tiene República Dominicana aptas para ese cultivo.

El doctor Rico está de visita en el país y ni siquiera ha pensado en retirarse a su nación, sin antes darse una vuelta por la provincia Montecristi, una zona donde las tierras suelen ser castigadas por largas sequías y altas temperaturas. “En Montecristi existe mucha necesidad de trabajo, aunque deseos de trabajar le sobra a la gente. No tienen un cultivo que les pueda sustentar”, expone el experto en alcaparras, mientras conversa con elCaribe en un espacio donde se celebra actualmente la Feria Agropecuaria 2015.

Ángel Sebastián Rico es un hombre de “sangre liviana” y un individuo para hablar largo y tendido de agricultura. A simple vista no parece ser la persona que regentea la empresa Alcaparras Orígenes, que trabaja en México, donde hay un emprendimiento privado de alcaparras; que exporta plantas a Sudáfrica, al sur de Perú, a Uruguay y a la propia República Dominicana, donde el médico en retiro Manuel Rodríguez Lora es el receptor. Lora tiene un cultivo exitoso en Cabeza de Toro, Guayubín hace varios años.

“Esta es una planta maravillosa, especialmente porque no necesita agua. Me he quedado asombrado al saber que hay zonas donde no llueve hasta por once meses en República Dominicana. Y es justo en partes como esas donde las alcaparras se desarrollan sin problema y a toda capacidad”, sostiene.

La empresa Orígenes tiene capacidad de un millón de plantas anuales y está enviando pequeños volúmenes a otros países que rondan las 30,000 plantas por envíos semanales o cada dos semanas. “Podríamos enviar más pero quienes las reciben tendrían que tener un ejército de personas para darle una cachetada a cada mata para resucitarla en forma inmediata”. Rico, al hablar de resucitar las plantas explica: “Cuando las enviamos a otros países, esas plantas van desarmadas. Las sacamos de una maceta, se sacan las hojas en su totalidad, se cortan las ramas, se lavan con agua para que no lleven tierra y pasan por una serie de procesos para esterilizarles las raíces. Se coloca un antiséptico que mata todas las bacterias y una serie de procesos para que la planta pueda permanecer durante todo el traslado, que a veces implica más de diez días en cajas de telgopor. Son ingresadas al país, fiscalizadas por los organismos de control y cuando llegan al propietario que las recibe, este debe tener un equipo de resucitación preparado para que esas plantas vuelvan nuevamente a crecer”.

Concretamente, la resucitación consiste en sembrar en funditas las plantas que llegaron en avión y colocadas en un material parecido al aserrín. Cada planta tendrá en la funda donde se coloca una especie de “pócima” que incluye abono de lombrices, arena especial y otros ingredientes. Las plantas se trasladan en frío para que no se afecten antes de llegar a su destino.

El cultivo de alcaparras es “social por excelencia”, plantea Sebastián Rico, socio gerente de Orígenes, porque una familia puede vivir cómodamente con menos de mil matas. 

A la alcaparra le hace bien que haya luz o sol

Según plantea Rico, con unas mil matas se pueden generar más de 10,000 kilos de alcaparras, y eso en términos de dinero puede representar más US$10,000 anuales. “Para una persona que no tiene otras posibilidades, porque sus tierras son marginales y sin agua, este es el cultivo ideal”, explica el argentino. Hasta ahora la única finca en RD es la de Manuel Rodríguez.

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