Carta a mi profesor

Distinguido profesor: Mi nombre es Alberto, pero de cariño mi familia y mis amiguitos me dicen Beto.

Distinguido profesor: Mi nombre es Alberto, pero de cariño mi familia y mis amiguitos me dicen Beto. Soy el que se sienta en la segunda fila, siempre en la primera silla, porque así le pongo más atención a lo que usted enseña. Cada vez que usted me pregunta algo, le tengo una respuesta, y es que soy aplicado, modestia aparte. Tengo trece años de edad, aunque aparento diez. Parece que no me alimentaron bien cuando nací, o que a mi madre no le cumplieron algún antojo, justifica mi abuela. Gracias a Dios, mi cerebro funciona muy bien, leo algunos libros y revistas y también soy bueno con las letras y los números. Mis tías afirman que soy inteligente y que llegaré lejos.

La verdad es que me encanta ir a la escuela, la prefiero mil veces a quedarme en casa viendo televisión o escuchando las bachatas de los vecinos; además, mis padres son muy estrictos en eso, y desde pequeño, no importaba que lloviera o que estuvieran enfermos, me llevaban al aula.

Hoy yo debería estar en clases, aprendiendo, educándome para ser alguien útil para mi país y mi familia. Pero estoy aquí, entre cuatro paredes, solo, sin hacer nada. Escuché que usted está en huelga, la cual no sé si es buena o mala, aunque me parece justo que mejoren su sueldo, entre otras cosas. De lo que sí estoy seguro es que durante este año escolar he perdido varias clases, y que lo mucho o poco que sabía se me va olvidando.

Mi amiguito Juan y yo estamos en el mismo curso, pero él estudia en un colegio de monjitas, y recibe docencia todo el tiempo, cumpliendo el programa del curso. Sus profesores llegan puntuales todos los días y hasta me dijo que ellos ganan menos o igual salario que usted.

Haciendo cálculos con la ayuda de mi papá, Juan en este año ha tenido casi el doble de horas-clases que yo. Va más adelantado que yo en todas las materias.
Si esto sigue así, Juan tendrá más conocimientos que yo para enfrentar la vida y ser un mejor ciudadano.

Mi papá y mi mamá quieren ponerme en un colegio privado, pero sé que no tienen dinero, sería un sacrificio imposible. Ellos se ponen bravísimos cuando no tengo clases, y hasta hablan mal de los profesores. Los dos se preocupan por mí.

Quisiera pedirle, profesor, que si usted protesta por algo, que no sea yo el perjudicado, que deben existir otras vías para exigir su derecho, que he escuchado de usted que sin educación no hay desarrollo.

Quiero ir a clases, porque yo no estoy en huelga, por favor.

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