Cinco cosas gratis para hacer en La Habana

LA HABANA (AP) — Para ser una ciudad donde el sueldo promedio de un empleado del gobierno es del equivalente a 20 dólares al mes, La Habana es un sitio bastante caro, al menos para los turistas.

LA HABANA (AP) — Para ser una ciudad donde el sueldo promedio de un empleado del gobierno es del equivalente a 20 dólares al mes, La Habana es un sitio bastante caro, al menos para los turistas.

Un daiquiri cuesta seis dólares en El Floridita, el bar preferido de Ernest Hemingway, y por todos lados hay gente que trata de venderle al visitante puros pirateados. A veces da la impresión de que todo el mundo en la capital quiere sacarle dinero a los turistas.

Afortunadamente, varias de las principales atracciones de La Habana no cuestan nada. Aquí cinco formas de explorar esta ciudad detenida en el tiempo sin tener que pagar gastos adicionales a los que les cobraron las compañías turísticas.

MALECON

Comenzó a ser construido en el 1900, durante la ocupación de Estados Unidos, y se completó en 1958, bajo el gobierno de Fulgencio Batista. Tiene una extensión de seis kilómetros (cuatro millas) que van desde la parte antigua de la ciudad hasta el río Almendares. No hay momento inoportuno para recorrer lo que los habaneros llaman el «gran sofá», aludiendo a que es un centro de actividad social que funciona las 24 horas del día, los siete días de la semana. Al amanecer, mientras la ciudad despierta, está lleno de pescadores. Por la tarde, bajo un sol brillante –no se olvide del protector solar– los niños juguetean haciendo piruetas en el agua. Pero el Malecón cobra realmente vida por la noche, en que miles de personas se congregan para charlar, reírse y tomar ron, mientras las parejas dibujan románticas siluetas contra un cielo carmesí. Los fines de semana, en el Malecón y la calle 23 hay una atmósfera de fiesta. Para tener una experiencia menos intensa y disfrutar de los mejores atardeceres, vaya al sector donde el Paseo del Prado se encuentra con el muro.

HABANA VIEJA

Nadie se puede ir de La Habana sin haber caminado por las calles adoquinadas del sector colonial, buena parte del cual fue renovado por la Oficina del Historiador de la ciudad. Un recorrido de las cuatro plazas públicas permite ver las principales atracciones: la Plaza de la Catedral, donde se encuentra el más importante templo católico romano de la ciudad; la Plaza de Armas, donde hay puestos de venta de libros, monedas y recordatorios del Che Guevara en un mercado callejero; la Plaza Vieja, donde juegan niños uniformados de una escuela del barrio, y la Plaza San Francisco, adonde llegan los autobuses turísticos que recorren La Habana. En esta última plaza abundan las mujeres con atuendos coloridos y tocados de flores en sus cabezas, que mascan tabaco y se ganan la vida como «anfitrionas» con sello oficial, quienes se aferran a los brazos de los hombres y dejan marcas de lápiz labial en sus mejillas. Se espera que se les dé una propina si se toman fotos con uno, pero un «no gracias» alcanza para que lo dejen tranquilo.

AUTOS VIEJOS

La fama de La Habana como un museo viviente de automóviles es bien justificada. Por todos lados hay vehículos Chevrolet, Ford y Cadillac de la década de 1950 que ya prácticamente no se ven en otros sitios. Si bien algunos se encuentran en un estado precario, con repuestos improvisados y creativas soldaduras, otros lucen muy bien. Si quiere transportarse al pasado viendo automóviles viejos vaya a las calles alrededor del edificio del Capitolio, donde los dueños de autos clásicos estacionan sus vehículos para que puedan ser observados por turistas nostálgicos. Los propietarios de motocicletas Harley-Davidson se reúnen informalmente los sábados por la tarde para mostrar sus juguetes, casi todos de antes de la revolución de 1959.

TALLER ARTISTICO

Al final de un callejón que nace en la Plaza de la Catedral, en un antiguo baño público, se encuentra el Taller Experimental de Gráfica, fundado en 1962 siguiendo instrucciones del Che y que hoy alberga puestos de decenas de artistas a los que les encanta hablar de sus obras con los visitantes. Algunos pueden conversar en inglés y les muestran a los curiosos cómo se hacen litografías y grabados, o cómo se trabaja la madera. Casi todo lo que se ve está en venta, pero a nadie lo presionan para que compre. Para ver más arte libre, camine por la Calle 23, conocida como «la Rampa», donde hay decenas de mosaicos colocados en el piso de las veredas de maestros cubanos como Wilfredo Lam que constituyen una verdadera galería callejera que se extiende varias cuadras.

LA ESQUINA CALIENTE

Los aficionados al béisbol no pueden dejar de ir a la «esquina caliente» del Parque Central. Se trata de un rincón a la sombra de los árboles donde se congregan apasionados al deporte nacional cubano y discuten por horas durante la temporada de béisbol, de noviembre a junio. Si eso no le basta, una entrada a las bulliciosas tribunas del Estadio Latinoamericano, o «El Latino», donde juegan los Industriales, el club más tradicional de Cuba, cuesta centavos.

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