Los dominicanos celebraron otra vez el 6 de Noviembre en medio de lo que se puede considerar como un fervor constitucionalista. El año pasado la conmemoración estuvo muy caracterizada por signos nacionalistas, pero esta vez se ha centrado la revalorización de la Constitución como principal elemento de cohesión de la Nación y como portaestandarte, fundamento y defensa del Estado dominicano.
Y esa actitud no es nueva entre los dominicanos. No debemos olvidar que el más importante levantamiento popular del siglo pasado se produjo en la defensa de principios constitucionalistas violentados por los golpistas de 1963.
Muchos elementos han confluido para que esta vez sea de esta manera. Primero que nada, el empeño puesto por varias instituciones en pro de la divulgación y defensa de los valores contenidos en la Constitución.
Pero asimismo, el Día de la Constitución coincide con amenazas externas que pretenden sepultar la institucionalidad de la República, al extremo de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos llegó a la extralimitación de pedir la suplantación de preceptos fundamentales, erradicar órganos clave en que se asienta el Estado nacional y prácticamente pretender poner de rodillas a los dominicanos.
Una barbaridad inaceptable, que sólo unos defensores de unos derechos humanos retorcidos por un temperamento de hostilidad excesivamente manifiesta hacia la República Dominicana, pueden cometer, por motivaciones oscuras.
En medio de todo eso resulta poco afortunado aupar un movimiento tendente a reformar la Constitución. Al margen de las motivaciones que aducen, es totalmente inoportuno, fuera de lugar.
Ahora es tiempo de fortalecer la Constitución. Reverenciarla como está. No como un simple pedazo de papel que se puede retorcer convenientemente por intereses coyunturales, que pueden ser políticamente válidos para muchos pero inútiles para los fines superiores de la República.
Hablar, justamente el 6 de noviembre, de modificar la Constitución es no tener sentido político.
Mientras, satisface el entusiasmo de instituciones, de estudiantes y personas sencillas por fortalecer el estatuto nacional, la norma que instituye nuestro Estado de derecho, nuestra organización política, económica y social, en la que nos afirmamos como un pueblo soberano que convive con todas las naciones, pero que se resiste a que lo pretendan narigonear.