Danny Salazar, de Cabrera para Cleveland

Cabrera es una comunidad que está situada en la provincia María Trinidad Sánchez. De esa zona, el registro de jugadores que han llegado a las Grandes Ligas ha sido escaso, pero con el orgullo de colocar el nombre de su comarca en la cima del béisbol&#

Cabrera es una comunidad que está situada en la provincia María Trinidad Sánchez. De esa zona, el registro de jugadores que han llegado a las Grandes Ligas ha sido escaso, pero con el orgullo de colocar el nombre de su comarca en la cima del béisbol profesional. Danny Salazar proviene de allí. El serpentinero de los Indios de Cleveland en las Grandes Ligas y Tigres del Licey en la pelota invernal dominicana, en visita a elCaribe, relata sobre la pasión por el béisbol, que desde muy temprana edad se apoderó de su persona, a pesar de la negativa de su padre de practicar ese deporte.

“Me daba mi escapadita de la escuela para irme a jugar béisbol”, relata Salazar, quien tardó siete años para debutar en las Mayores. “Mi padre no quería que jugara béisbol por lo peligroso que era en ciertos aspectos. Para ganarme ese respaldo de mi padre no dejaba de estudiar. Gracias a Dios hoy me siento muy orgulloso de los padres que tengo. Ellos me enseñaron que ahí era que estaba mi futuro”, agregó.

Explica que Danny Alvarado, un tío suyo, fue la persona que le descubrió sus cualidades de lanzador, luego de observarlo tirar a los 14 años. “A esa edad lanzaba a 84 millas. A él le pareció que podía sacar algo de mí y me quedé viviendo con mi tío en San Francisco de Macorís. A partir de ahí la historia de Danny Salazar es otra”, apuntó.

En el éxito que tuvo Salazar en las mayores llamó la atención la forma como logró ser dominante con, básicamente, un lanzamiento: su recta, que para muchos scouts tiene el movimiento de un sinker. El promedio de velocidad de su envío rápido fue de 96 millas por horas.

La potencia que tiene el derecho con su envío rápido fue algo que le llegó luego de haberse sometido a la operación Tommy John en el 2010. Antes de esa intervención era un lanzador con una recta que oscilaba entre las 89 y 92 millas por horas, con una limpia y fluida mecánica que fue lo que más le llamó la atención al hombre que lo firmó para el profesionalismo, Junior Betances, en julio 2 de 2006.

La velocidad ganada en su recta le permitió emplear ese pitcheo como su arma principal para lograr los 65 ponches que acumuló durante la temporada regular y con la que comenzó a ganar la etiqueta de ponchador y temible lanzador.

Miguel Cabrera es uno de los hombres que puede dar fe del talento de Salazar y del veneno que tiene su recta ante los bateadores, ya que con ella lo ponchó en las primeras tres oportunidades en las que lo enfrentó, antes de recibir un jonrón en su segunda salida en las Grandes Ligas.

“Esos (los ponches a Cabrera) han sido unos de los mejores momentos que he tenido aquí. Pero para mí el mejor fue cuando conocí a Justin Verlander, porque siempre lo he admirado. Con él conversé y me le enfrenté una vez. Él me dio algunos consejos antes de ese juego que lancé ante él, me dijo que me mantuviera siempre trabajando y que ve gran futuro en mí, ya que antes me había visto lanzar ante ellos”, dijo Salazar, quien explicó el porqué de su idolatría con el serpentinero de los Tigres de Detroit. “Su tranquilidad en el montículo es lo que me gusta, porque le pueden hacer carreras, puede dar bases por bolas y siempre se mantiene tranquilo, sin importar lo que esté pasando. Siempre mantiene el mismo lenguaje corporal y nunca lo cambia”.

En su desarrollo en ligas menores, Salazar era un lanzador al que no le gustaba que le hicieran contacto a sus lanzamientos, que lo único que tiene en mente cada vez que soltaba la bola hacia el plato era hacer abanicar a los bateadores y ponchar.

“Al principio me mantenía siempre como queriendo ser muy perfecto con los lanzamientos para que no le dieran, pero al ir transcurriendo la carrera he aprendido que uno como abridor no puede pensar solamente en ponchar a todos sino en llegar profundo en los juegos. Llegó un momento que tuve un límite de pitcheo y durante los últimos juegos ponché mucho. Eso se debió más por que ataqué con mi recta, ya que es mi mejor lanzamiento”, expuso.

En el repertorio del dominicano también hay un slider, de 86 millas por horas y un cambio de velocidad de 85, envíos secundarios con los que todavía está trabajando para desarrollarlos y mejorarlos.

Salazar, sin embargo, no piensa en estos momentos en esa posibilidad. Para él lo importante es aprovechar esta oportunidad y continuar acumulando experiencia. “Ahora mismo no te voy a decir que me veo como el número uno, porque gracias a Dios en el equipo hay un gran staff, pero sí me veo como parte de esta rotación de los Indios, como parte importante, claro”, dijo el derecho.

Quedó en shock

Salazar sabe que para poder llegar a cumplir el sueño dorado de todo joven después que logra un contrato con una de las 30 organizaciones de las Grandes Ligas “no es fácil”. “Gracias a Dios que pude llegar. Ya el resto lo pone uno.

Seguir trabajando fuerte y dar el todo del todo en el terreno es la misión. Si no lo logras sabes que te pueden bajar a las Menores. La confianza en sí mismo es primordial en esta carrera”, sostuvo el joven lanzador dominicano.
Salazar debutó en las Grandes Ligas el 11 de julio de este año con los Indios, convirtiéndose en el jugador dominicano 592 que en ese momento llegaba a la Gran Carpa. Los Azulejos de Toronto fue su primer equipo al que enfrentó.

“Recuerdo que cuando recibí la noticia quedé en shock. No sabía qué hacer en ese momento. A medida que fueron pasando los minutos, la emoción era otra. El dirigente me dijo sal ahí afuera y diviértete”, expresó Salazar.

Y vaya que lo disfrutó. Seis entradas de dos hits, una carrera y siete ponches para su primera victoria en su debut en las Grandes Ligas fue el mejor momento que tuvo el serpentinero en su carrera en el béisbol profesional.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas