El ejemplo de Obama

La campaña electoral estadounidense de 2008, previa al triunfo de Barack Obama, rompió muchos esquemas tradicionales y marcó una nueva forma de hacer política en ese país, siendo esta la causa eficiente de que la actual sea tan sui géneris.

La campaña electoral estadounidense de 2008, previa al triunfo de Barack Obama, rompió muchos esquemas tradicionales y marcó una nueva forma de hacer política en ese país, siendo esta la causa eficiente de que la actual sea tan sui géneris.

Contó con circunstancias que la hicieron especial como el origen del candidato que resultó ganador y por tratarse del primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos.

No obstante, hubo otras cosas muy llamativas sobre ese proceso y que podrían servir de ejemplo a políticos con aspiraciones en todo el mundo, por lo que vale la pena recordarlas.

El discurso de Obama, su propuesta y su forma de dirigirse a las personas fue, sencillamente, diferente. Diferente no sólo para los parámetros de los Estados Unidos, sino, diferente a políticos de cualquier otro país.

Mientras en campaña los candidatos prefieren mantenerse en una zona de seguridad, evitando cruzar ciertas líneas y siempre hablando de pobreza, delincuencia, inseguridad, desempleo, economía entre otros temas que crean la percepción de que todos y en todo momento dicen lo mismo, Barack Obama se atrevió a decir lo que nadie decía, a proponer lo que ningún otro osaba y a ser, en resumen, políticamente incorrecto.

Censuró el “lobbysmo”, sin importarle los intereses económicos de grandes corporaciones envueltos en ese tema por entender que a fin de cuentas convendría más a la gente. Rechazó las guerras, sin importarle los efectos que ello tendría para la carrera armamentista y priorizando ante todo la vida de los soldados y sus familias. Entre tantas otras cosas, se le notaba que hablaba de corazón y nunca tuvo que utilizar música de la World Wrestling Federation para entrar en un auditorio emanando triunfo y liderazgo.

Cuando resultó ganador no leyó ochenta páginas cargadas de trilladas frases demagógicas, promesas irrealizables y nombramientos interesados. Le bastó con cinco páginas que reflejaron sinceridad, que agradecieron a su familia, que reconocieron los méritos del adversario en la contienda electoral y que, ante todo, priorizaron al individuo y lo hicieron protagonista del discurso.

Las palabras del presidente dominicano Danilo Medina en la celebración de su triunfo en las recientes elecciones del 15 de mayo de 2016 es lo que más se acerca, de todos los políticos en el escenario del continente americano, a ese estilo práctico, sincero y muy humano que caracteriza al fenómeno Barack Obama, y ojalá ambos sirvan de referente para los demás, pues sin dudas, es una forma mucho más decente de hacer política.

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