¡Elogio a la soberbia, Señor Ministro!

“Por encima de cualquier orden jurídico está la decisión de un pueblo”. La frase leída en el sosiego de la tarde de cuaresma me golpeó el rostro como una bocanada de aire frío. El ministro José Ramón Peralta glosaba en el Caribe Digital,&#8230

“Por encima de cualquier orden jurídico está la decisión de un pueblo”. La frase leída en el sosiego de la tarde de cuaresma me golpeó el rostro como una bocanada de aire frío. El ministro José Ramón Peralta glosaba en el Caribe Digital, la razón más señera de porqué el presidente Danilo Medina no debe embarcarse en la aventura de un proyecto reeleccionista.

Y es que estaba ante una de esas expresiones lapidarias de la política que van quedando en el imaginario de los ciudadanos como prueba fehaciente de la estirpe de los hombres que pasan por el poder.

Para un ministro y empresario que ha jurado sumisión a la Constitución, la noción de “orden jurídico” carece de un sentido concreto. Es, más bien, una especie de palabra hueca, agrietada y frágil.

De repente me sentí en el mundo “cromo fantástico” del novelista inglés H. G. Wells y su magnífica máquina del tiempo que me permitía volver al estadio del absolutismo monárquico, en que un tetrarca gobernaba a diestra y siniestra sin ninguna atadura que entorpeciera sus designios.

¿Qué sentido tienen la democracia, los derechos o la libertad de comercio? ¡Oh, el que diga el pueblo, que siempre habla a través del que está arriba!

Para el ministro, el constitucionalismo, el “ordenamiento jurídico”, que es la obra más noble que ha parido la humanidad civilizada, tiene muy poco valor ante el “estado de necesidad” de la reelección presidencial.

En su lógica, el credo de las “encuestas”, ese acertijo a veces demoscópico, a veces de brujería, deviene como un verdugo implacable que sepulta a la Constitución.

Es el pueblo, que al decir de Jorge Eliécer Gaitán, es una “chusma heroica”, o los “descamisados de siempre”, de Perón, el que clama sangre en el coliseo.

Al zafacón, pues señor ministro, el procedimiento en democracia, esa ilusa idea de un pequeño grupo de institucionalistas que dicen que la validez de los actos de los gobernantes está predeterminada por un “pedazo de papel”.

¡Acaso no lo ven y no lo oyen! ¡El pueblo está enfermo de frustración, de pobreza y de desesperanza y ha abdicado del “orden jurídico”, de la Constitución, para entregarse a los brazos omnipotentes y omnipresentes de la reelección!

Quienes reclaman respeto al artículo 4 de la Carta Magna no son más que “positivistas”, antologistas de un nostálgico pasado, desconectados de la realidad, de las “mediciones” y del mercado electoral.

Y que nadie le venga con eso de Fernando Sabater de que el poder es una manifestación de soberana soberbia y egoísmo. Para el señor ministro, la política es la más excelsa expresión del yoísmo. Ya parafraseó, Guido Gómez Mazara alguna vez hablando del PRD de Hipólito Mejía que, “primero yo, luego yo, y luego también yo”.

Sólo anotamos, señor ministro, que fue San Agustín quien escribió que la soberbia que no es grandeza ni es inteligencia, sino hinchazón que está destinada a desinflarse y el político que no lo sabe paga un alto precio.
Por lo que si su desafortunada expresión de desdén por el “ordenamiento jurídico” y por la Constitución no tiene consecuencias políticas, es por el bajo desarrollo de nuestra democracia.

Pero bien haría usted, señor ministro, con retractarse, con admitir que ha dado una tremenda metida de patas, pues sus razones son justamente las que nos mueven a desconfiar de un proyecto reeleccionista que ante la falta de garantías está dispuesto a hacer trizas la institucionalidad y de la Constitución. 

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