De la espesura de Chiapas a la genitalia de Porfirio Rubirosa

El egregio intelectual mexicano Fernando Benítez vivió entre nosotros, como Embajador de su país, en el período 1991-1995.

De la espesura de Chiapas a la genitalia de Porfirio Rubirosa

El egregio intelectual mexicano Fernando Benítez vivió entre nosotros, como Embajador de su país, en el período 1991-1995. Yo fui su amigo cercano y en numerosas ocasiones conversamos en torno al tema indígena, la gran pasión de Fernando.

El egregio intelectual mexicano Fernando Benítez vivió entre nosotros, como Embajador de su país, en el período 1991-1995. Yo fui su amigo cercano y en numerosas ocasiones conversamos en torno al tema indígena, la gran pasión de Fernando.

En Santo Domingo escribió él dos libros. El primero —‘1992, ¿Qué celebramos? ¿Qué lamentamos?’—, publicado en julio de 1992, se refiere al siglo XVI americano, en el horizonte de la vida y el apostolado de Bartolomé de Las Casas, y en torno a las luchas y los fracasos, las influencias y las hazañas de los seguidores de Erasmo de Rotterdam en el Nuevo Mundo.

La segunda obra es una novela sobre Trujillo, inédita, titulada (a sugerencia mía) ‘El Jefe’. El relato consta de tres apartados, los cuales se refieren a Rafael Leónidas Trujillo, a Ramfis Trujillo y a Porfirio Rubirosa. Como otros escritores, Fernando sintió una poderosa atracción hacia Trujillo y los lances del poder omnímodo. Aunque su verdadera fascinación apuntó hacia la imagen de Rubirosa, hechizado por los juegos y la magia de aquel conquistador irresistible.

Una de nuestras tertulias fue grabada. En vista del gran interés que siempre han suscitado las opiniones del sabio mexicano, me permito transcribir a los lectores algunos fragmentos de aquel coloquio de febrero de 1994.

PDM— ¿Cuántos, de los seis millones de indios mexicanos, residen en Chiapas?
FB— Habrá posiblemente medio millón de indios en Chiapas, entre mixtecos, zapotecos, mazatecos y otros grupos. Pero más al norte, en la península de Yucatán, sobreviven centenares de miles de indios mayas que han sido estafados, robados, y todavía hoy te tropiezas con ellos en los caminos, cubiertos de lodo, ebrios de aguardiente. También está el caso de Chihuahua, una de las ciudades más progresistas y más ricas de México. Allí están los indios taraumaras, dueños de bosques gigantescos, quienes reciben una miseria por cada árbol que se tala y cuyos beneficios van a manos de los intermediarios y los vendedores de madera. Esta situación comenzó en el tiempo de Porfirio Díaz. Los taraumaras, que son virtualmente multimillonarios, dueños legales de los bosques, viven en cuevas durante el invierno para defenderse de las heladas, o piden limosnas en la ciudad de Chihuahua. En general, el problema de los indios es difícil. No obstante, el gobierno invierte mucho dinero para su remedio a través del Programa de Solidaridad. Todavía falta mucho por hacer. Es un problema agrario, es un problema de escuelas, de enseñarles español, de montar talleres y enseñarles oficios; como lo que hizo en el siglo XVI Don Vasco de Quiroga, que nunca dio limosna sino que enseñó oficios, oficios que todavía funcionan y son la riqueza de Michoacán.

PDM— ¿Podría cerrarse la herida abierta hace ya quinientos años? ¿Será posible y útil rescatar, en un programa de cuatro o cinco decenios, a esos 40 o 50 millones de indígenas, de almas en pena, que hoy exhiben su miseria en las plazas y calles de Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala o México?
FB— Sí, absolutamente posible y, además, resultaría muy provechoso. Ese mismo Obispo Juan de Zumárraga, que fue un inquisidor y un destructor de la gran cultura azteca y náhuatl, fundó en el siglo XVI un colegio en Tlatelolco, que es hoy un barrio de México. El Colegio de Tlatelolco fue la mejor prueba de que los indios, hombres de gran inteligencia y sensibilidad moral y artística, en algunos aspectos eran superiores a los españoles. Ellos dominaban a la perfección su propia lengua, el náhuatl, además del español y el latín. Leían en latín a Cicerón y a Virgilio. En los diez o quince años de esplendor del Colegio, centenares de indios se hicieron pintores, músicos, cantores, gramáticos, calígrafos, ilustradores, filósofos y lingüistas. Los alumnos de Tlatelolco hicieron el ‘Herbario’, que no sólo es un tratado de botánica sino una verdadera obra de arte. Este libro fue a parar a la Biblioteca Vaticana y el Papa Juan Pablo II, durante su segunda visita a México, lo devolvió al Estado mexicano. Yo creo que el Colegio de Tlatelolco nos enseñó el camino a seguir. Con una decisión firme de las naciones y gobiernos de Hispanoamérica, yo creo que en 40 o 50 años podríamos cerrar esa herida que sigue abierta.

PDM— Ese México de contrastes, ese país de la desigualdad que señaló Humboldt, ese México que retrata Malcom Lowry en ‘Bajo el volcán’, ¿entiendes tú que dispone hoy de una masa crítica de recursos como para derivar beneficios del inmenso mercado de producción y consumo que representa el Tratado de Libre Comercio de Norte-américa?
FB— Pienso que sí, definitivamente. México es una nación de casi 90 millones de habitantes, con riquezas naturales y recursos humanos abundantes. Sin embargo, no se debe pensar que sus beneficios llegarán de manera inmediata, ni que constituye una fórmula mágica para resolver todos nuestros problemas. Con la conclusión del acuerdo, su firma y su vigencia —ha dicho el Presidente— México fortalece su estrategia de crecimiento, a la vez que confirma su decisión de superarse y desempeñar un gran papel en el siglo XXI.

PDM—Ya tienes tres años en la República Dominicana y sé que has escrito una novela sobre Trujillo. ¿Por qué te interesó la figura de Trujillo?
FB— Trujillo es un dictador que no se parece a otros. Por un lado, es el fundador de un Estado fuerte; y al mismo tiempo que se enriquece él, también enriquece al país. Eso no lo ha hecho ningún dictador mesoamericano. Pero también implantó una época de terror, de asesinatos, de crímenes y odios feroces. Él rechazaba los grupos de la aristocracia dominicana antigua, terminó con ellos y finalmente creó su propia aristocracia. Entonces me parece un hombre excepcional en todo sentido. En el libro del Presidente Balaguer, ‘Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo’, se habla del bien que hizo y de los males que hizo Trujillo. El Presidente Balaguer ha dicho que la obra y figura de Trujillo están aún pendientes del fallo de la posteridad. Por esa razón su capítulo sobre la ‘Era de Trujillo’ finaliza con las palabras de Manzoni en su Oda al 5 de mayo: ‘Ai pósteri l’ardua sentenza’. Yo pienso que Trujillo es el verdadero fundador del Estado dominicano, aunque también fue el culpable de esa historia terrible que sufrió Santo Domingo.

PDM—Tu novela sobre Trujillo tiene además un personaje no menos importante, que es Porfirio Rubirosa.
FB— Rubirosa fue un amante con todo un poder de seducción que seguramente no tuvo don Juan Tenorio, ni Casanova, ni nadie más en la historia. Algunos me han dicho que los biógrafos de Rubirosa a veces inventan historias sobre el personaje. Pero de todos modos es increíble cómo este hombre logró seducir a tantas mujeres millonarias o hermosas, y cómo trabajó en la cama para hacerse rico, y cómo derrochaba el dinero que ganaba de esa forma. Rubirosa tenía un poder de seducción verdaderamente extraordinario.

PDM— ¿Cuándo saldrá a la luz tu novela de Trujillo?
FB — Yo espero que, con buena suerte, a fin de año circule la novela.

PDM— ¿Sigue tu novela los trazos del realismo mágico o tan sólo trabajaste con la realidad?
FB— Yo no tenía necesidad de inventar nada, porque la bibliografía sobre Trujillo es enorme, llenaría una biblioteca. En el caso de Trujillo se descubre lo real-maravilloso de que hablaba Alejo Carpentier, donde el mundo de la realidad se sobrepone a la fantasía y a la imaginación. 

Posted in Sin categoría

El egregio intelectual mexicano Fernando Benítez vivió entre nosotros, como Embajador de su país, en el período 1991-1995. Yo fui su amigo cercano y en numerosas ocasiones conversamos en torno al tema indígena, la gran pasión de Fernando. En Santo Domingo escribió él dos libros. El primero —‘1992, ¿Qué celebramos? ¿Qué lamentamos?’—, publicado en julio de 1992, se refiere al siglo XVI americano, en el horizonte de la vida y el apostolado de Bartolomé de Las Casas, y en torno a las luchas y los fracasos, las influencias y las hazañas de los seguidores de Erasmo de Rotterdam en el Nuevo Mundo.

La segunda obra es una novela sobre Trujillo, inédita, titulada (a sugerencia mía) ‘El Jefe’. El relato consta de tres apartados, los cuales se refieren a Rafael Leónidas Trujillo, a Ramfis Trujillo y a Porfirio Rubirosa. Como otros escritores, Fernando sintió una poderosa atracción hacia Trujillo y los lances del poder omnímodo. Aunque su verdadera fascinación apuntó hacia la imagen de Rubirosa, hechizado por los juegos y la magia de aquel conquistador irresistible.
Una de nuestras tertulias fue grabada. En vista del gran interés que suscitan las opiniones del sabio mexicano, me permito transcribir a los lectores algunos fragmentos de aquel coloquio de febrero de 1994.

PDM. A principios del siglo pasado, Humboldt dijo que México era el país de la desigualdad. Tú, Fernando, que viviste el México post-revolucionario y hoy, como testigo finisecular, asistes a la marcha de tu país hacia la modernidad, podrías decirnos: ¿tiene Humboldt razón todavía?
FB. Yo creo que sí, en gran parte. Eso lo dijo Humboldt en 1804 y sigue vigente hasta la fecha. Yo precisamente cito esas palabras en el primer tomo de mi libro sobre los Indios de México.

PDM. Y también en tu libro sobre el V Centenario.
FB. También en mi libro sobre el V Centenario, es cierto. Yo he dedicado veinte años a estudiar y toda mi vida a defender a los indios. Y el libro Indios de México se ha publicado y reeditado muchas veces. Son cinco gruesos volúmenes ilustrados que han sido traducidos a varias lenguas. Realmente México tiene hoy día seis millones de indios que hablan 52 lenguas diferentes. Solamente en Oaxaca hay grupos —cuatro grupos — que hablan idiomas tonales, idiomas con un tono más que el chino, en los que basta un cambio de media tonalidad para que la misma palabra signifique otra cosa completamente diferente. De modo que los indios tienen un oído finísimo. Son los mixtecos, los zapotecos, los mazatecos y algunos grupos más. En algunos casos casi te podría decir que son lenguajes familiares.

PDM. En tu libro sobre el V Centenario, 1992: ¿Qué celebramos? ¿Qué lamentamos?, te refieres al trágico Obispado de Bartolomé de las Casas en Chiapas, y además señalas que la herida abierta hace casi 500 años aún no se ha cerrado. ¿Qué pasó realmente el día de Año Nuevo de 1994 en Chiapas?
FB. Ocurrió el levantamiento armado de un grupo que confesó que se habían venido preparando y armando durante diez años en la selva Lacandona, y eligieron precisamente el día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio. Pero su lenguaje no es el de los indios, porque emplean términos que pertenecen a un radicalismo ya aniquilado, ya arcaico, ya superado.

PDM. El lenguaje de un mundo desaparecido.
FB. Precisamente: el lenguaje de un mundo que ya no existe. Aún se desconoce quién o quienes prepararon a ese grupo durante diez años, con armas, con metralletas y todo. El levantamiento ocurrió en cuatro municipios; uno de ellos fue San Cristóbal de las Casas, llamado así en honor de Fray Bartolomé. Y, claro, una bandera de los indios siempre es una buena bandera, pero evidentemente los llamados comandantes no son indios, porque profesan otras ideas y están muy bien preparados, material e intelectualmente. Ellos se apoyaron en una región donde realmente los indios sufrían en una forma extraordinaria, en la que sus tierras habían sido robadas y donde se les trataba, no como animales, sino —como decía el Padre Las Casas— como estiércol. Pero la cuestión de Chiapas no es nueva. Un misterioso alemán, fantasmal, que escribía en inglés y se hacía llamar Bruno Traven, escribió una saga novelesca sobre la situación de los indios chiapanecos. También escribieron sobre el tema Rosario Castellanos y un notable etnólogo fallecido recientemente, Ricardo Pozas, quien compuso una novela sobre la vida de un indio. El libro se llama ‘Juan Pérez Jolote’ y constituye una obra clásica. Yo escribí hace 32 años el primer tomo de mi libro sobre los indios mexicanos y en él me refiero también a la vida de los indios chiapanecos.

PDM. En su ‘Apologética Historia Sumaria’, el Padre las Casas demostró que los indios no eran inferiores a ningún ser humano. También tú, en diferentes libros, has reafirmado que los indios poseen una civilización, una conciencia, un espíritu. No obstante, los indios de América han sido irreductibles al modelo de vida occidental. ¿Crees todavía realizable la utopía del Padre las Casas?
¿Podrían los indios de América integrarse a nuestro modo de vida, a la hechura cultural de Occidente?
FB. Yo creo que sí, pero no será ni pronto ni fácil. Es una regla antropológica que todo pueblo colonizado y maltratado, vilipendiado, se dedique al alcohol para escapar de los tormentos de la esclavitud. Los indios de Chiapas han creado toda una cultura en torno al alcohol, al ‘posh’. El aguardiente preside su nacimiento, su matrimonio, su muerte, sus fiestas… todo. Pero eso ocurrió desde el principio en México. Los Aztecas de Tenochtitlan, por ejemplo, en las manchas de la luna, como los hindúes, veían un conejo. Entonces, cuando un indio se emborrachaba decían que tenía ‘su conejo’, que estaba ‘aconejado’. Al llegar los españoles, éstos ampliaron las siembras de maguey, lo que resultó en un negocio fabuloso para los dueños de esos inmensos magueyales, y se creó la llamada “aristocracia pulquera” que ganaba millones de pesos por emborrachar a los indios. Yo creo que los indios más débiles de México son hoy día precisamente los chiapanecos. 

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas