Bernard Hokins, veterano púgil estadounidense -acaba de cumplir 50 años de edad, bastante viejo para estar en el boxeo profesional-, insiste en seguir en los cuadriláteros.
Es que los grandes atletas no saben retirarse a tiempo.
Es lo que pasa con Hopkins, sensacional boxeador, ganador de varias coronas mundiales. ¡No quiere colgar los guantes!
En su más reciente pelea dio muestras de que ya no es ni la sombra de lo que fue cuando brilló en los años 1990 y 2000.
Ante el ruso Sergey Kovalev fue golpeado inmisericordemente.
No ganó ni un asalto de los 12 a que fue pactado el combate por el título semipesado.
El único mérito que hay que resaltar de Hopkins de su amarga derrota es que no perdió por nocaut.
Se creía que tras ser masacrado, el otrora sólido monarca mediano anunciaría su ida de los ensogados.
Recordamos sus grandes éxitos como trabajador de las 160 libras. No tuvo prácticamente oponentes.
Borró de los libros la hazaña del argentino Carlos Monzón, quien por más de 20 años se mantuvo como el campeón mediando con más defensas (14).
Hopkins, con foja de 55-7, se fue de la división al implantar la marca de 20 defensas, pero perdió el cetro ante Jeman Tailor.
¿Por qué seguir?
Hopkins ya lo ha hecho todo en el duro deporte. Tiene asegurado un nicho en el Salón de la Fama del Boxeo Mundial.
Hopkins, como para demostrar que todavía le queda “fuerza” en los puños, cree que está en capacidad de derrotar a Julio César Chávez Jr y al británico Carl Froch.
Proclamó al respecto: “Carl Froch eres un fraude. ¿No tienes confianza de pelearme? Y Chávez, es la elección fácil”.
Nada tiene que buscar ante estos dos jóvenes pugilistas. Al menos que no quiera ir a la tumba.
Hopkins debe aceptar su realidad. Que se vaya a casa con toda la gloria acumulada en los tinglados mundiales.
