El desconcierto y la banalidad se apoderan de los intentos políticos para explicar las cuatro noches de violencia y saqueo en Londres y varias ciudades inglesas.

Más de 3,000 personas detenidas, los tribunales trabajando hasta los domingos, las cárceles repletas de recién llegados, David Cameron y Boris Johnson diciendo estupideces y ninguna explicación válida del problema: ¿Cómo fue posible que esto sucediera? ¿Cómo explicar que gente de clase media, profesionales, empleados etc. también participaran del saqueo?

Según una publicación de “El País” de la cual tomamos todas las citas de este artículo Carles Feixa, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Lleida explica que estos procesos: “No surgen por problemas de subsistencia material, sino por problemas de cohesión moral; por crisis de valores o más bien por nuevos valores que se visibilizan con la crisis. Los valores con los que las nuevas generaciones han sido educadas, que ya no son los de la ética puritana del ahorro sino los de la ética hedonista del consumo, se ponen en duda en momentos de crisis, pues la promesa del ascensor social desaparece de golpe. Eso vale tanto para los jóvenes pobres como para la clase media: todos ven sus expectativas en riesgo”.

Más adelante, se recoge la opinión de Vicente Garrido, profesor de Criminología de la Universidad de Valencia quien afirma. «La ira de las bandas ante la policía, la ira de los antisistema, de los delincuentes juveniles. Esa ira, si era lo suficientemente intensa, generaría un escenario de oportunidad único, una ventana hacia el robo y el pillaje».

Luego, veamos la visión de un pedagogo al respecto:  José Antonio Marina, considera que: «No se puede culpar a la familia y a la escuela de la ausencia de valores, en una sociedad conmocionada por las escuchas de Scotland Yard, la desvergüenza de muchos políticos, y una crisis económica indecente».

En otro orden Jason Nier, profesor de Psicología del Connecticut College afirma: «Y luego parece que hay otros que justifican los saqueos argumentando que, a su modo de ver, todo el sistema político o económico es ilegítimo, así que sencillamente se aprovechan de un sistema que creen que ha estado explotándoles (o al menos ignorándoles)». Y añade que “puede ser gente normal que pierde temporalmente su brújula moral en el frenesí de la multitud».

Sin desmedro de la validez relativa de todos los razonamientos anteriores, es necesario añadir que, lo acontecido en Inglaterra refleja directamente  niveles críticos y explosivos de ilegitimidad y exclusión. Los mismos profesionales citados y los periódicos que publican sus opiniones se refieren al saqueo pero no vinculan explícitamente este hecho con el saqueo que hombres de negocios y políticos perpetran diariamente, en gran escala y con impunidad contra esa misma población. Hablan de los delincuentes que salieron a las calles pero no de los delincuentes que operan desde despachos lujosos públicos o privados.

Estas tempestades son producto de aquellos vientos. La población sabe lo que hacen sus denominados líderes. Saben de sus robos, de sus estafas, de sus mujeres o de sus hombres, de sus lujos, de sus abusos, de su corrupción, de sus flaquezas, de su desprecio, incompetencia e ignorancia.

Ninguno de estos hombres ni de las instituciones que ellos representan tienen autoridad moral, convocatoria ni legitimidad porque ellos son tan o más delincuentes que aquellos a quienes se refiere este análisis. En otras y pocas palabras: los tiempos en que solamente los ladrones de gallinas iban a la cárcel se acaban. La gente está llena de odio y resentimiento legítimo contra los que, en nombre del gobierno, la empresa y el bien público engañan  a todos.

Cuando el estallido de una vitrina aplaca la ira que consume a un excluido, cuando las llamaradas de un vehículo que arde en plena calle iluminan su frustración nada es más lógico y sensato para él que entregarse al pillaje, una de las prácticas más antiguas en la historia de la humanidad y hasta hace poco autorizada por los jefes militares del bando triunfador.  No hay que cegarse ni ensañarse contra algunos ladrones de cuatro noches mientras dejamos intactos a los delincuentes que, desde el gobierno y las corporaciones han causado todo esto. Ladrón que roba a ladrón . . .
El autor es escritor

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas