Mujer: pasado, presente y futuro

Si bien es cierto que los hechos de violencia están afectando a toda la sociedad dominicana, nos estremece saber que dentro de nuestro esquema…

Si bien es cierto que los hechos de violencia están afectando a toda la sociedad dominicana, nos estremece saber que dentro de nuestro esquema social, la violencia contra la mujer perpetrada por cónyuges, ex parejas u hombres con los que han estado vinculadas, parece desbordarse.

En los últimos años en nuestro país hemos tenido un significativo aumento de feminicidios íntimos, como se ha denominado a los asesinatos de mujeres cometidos por hombres que tenían o habían tenido alguna vinculación familiar o de convivencia con ellas. De acuerdo a las estadísticas de la Procuraduría General de la República, de 2005 a 2010 se cometieron 606 feminicidios. Al día de hoy, en lo que va del año se acercan a 200 víctimas.

El tema, tan complejo como doloroso, debería abordarse desde tres perspectivas: a) el combate de los prejuicios que actualmente condicionan la relación hombre-mujer, b) la eficiente aplicación del marco legal vigente y c) el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de la sociedad dominicana.

En este artículo me centraré en el primer ángulo, que es al que mayor aporte puedo hacer desde mi condición de maestra. Para combatir los prejuicios y cambiar nuestras ideas sobre la forma en que debe configurarse la relación hombre-mujer, es necesario mirar al pasado y conocer aspectos que han afectado esta relación que, por tratarse de seres humanos, debió y debe conjugarse en un ámbito de equidad. Solo así podremos ser parte de la solución. 

Roles

Existe una relación directa entre la participación de los individuos en las actividades económicas, de producción de bienes y servicios, y el rol que se les asigna en la estructura social. Si se observa el proceso de evolución de dichas actividades puede notarse que la humanidad ha ido desplazándose progresivamente de las actividades primarias (como la agricultura y la ganadería, en las que la fuerza física era fundamental) a actividades económicas secundarias y terciarias (producción industrial y prestación de servicios, que se basan en la producción y aplicación del conocimiento).

En las sociedades estructuradas alrededor de actividades económicas primarias, la participación de la mujer en la producción de riquezas ha sido mínima, y en la mayoría de los casos nula. De ahí que se le asignara un rol de subordinación al hombre, quien se encontraba en control de los medios y modos de producción. Esta estructuración social generó un conjunto de ideas con las que se legitimó la sumisión de la mujer.

Manifestaciones de esta ideología las podemos encontrar en pensadores de la talla de la Jean Jaques Rouseau, quien llegó a afirmar que “una mujer sabia es un castigo para el esposo, sus hijos, sus criados, para todo el mundo. Desde la elevada estatura de su genio, desprecia todos los deberes femeninos, y está siempre intentando hacerse a sí misma un hombre”. Por su parte, el filósofo Enmanuel Kant entendía que “una mujer que se ocupara de las controversias fundamentales sobre la mecánica, se podría también dejar la barba. El estudio laborioso y las arduas reflexiones, incluso en el caso de que una mujer tenga éxito al respecto, destrozan los méritos propios del sexo”.

Estas expresiones implican una división de tareas en la que la mujer está obligada a los “deberes femeninos”, el servicio y la sumisión al hombre. En este esquema, si una mujer intentaba realizar otro tipo de tareas estaría procurando igualarse a su esposo, con lo que destruirá los “méritos propios de su sexo”.

En la actualidad

Lo que vivimos en la actualidad es un choque entre la ideología que heredamos del pasado y el nuevo rol de la mujer en las actividades productivas. El aumento de la participación de la mujer en las actividades económicas ha sido gradual, y ha dado lugar a un proceso lento en que se ha ido elevando su estatus en la sociedad.

En el ámbito político, las primeras luchas por el derecho al sufragio se producen en algunos países europeos. En 1903 se funda en Inglaterra Women´s Social and Political Union (WSPU), movimiento sufragista que integra la clase obrera y la aristocracia. A principios del siglo XX toda Europa se involucra en una intensa lucha por el sufragio femenino y se adiciona la demanda de otros derechos (igualdad de oportunidades educativas, laborales y políticas). A partir de entonces varios países de Europa y América comienzan a instituir el voto femenino. En Estados Unidos las luchas feministas y antiesclavistas iniciaron en 1830, pero no es hasta 1920 que se consigue el voto femenino; sin embargo, las mujeres negras debieron esperar hasta 1965 para ejercer su derecho al sufragio.

Algunos países africanos inician el proceso de lucha y aprobación del sufragio femenino a partir de 1990. Todavía hoy existen muchos países en África y Asia en los que se niega o limita este derecho a las mujeres (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar).

El acceso de la mujer a la educación ha seguido un proceso similar. La inclusión se inicia en ciertos niveles, en los que se crean escuelas exclusivas para mujeres con currículos distintos. Desde finales del siglo XIX hasta mitad del siglo XX la apertura a la educación media se utilizó para acentuar la diferencia de roles y para reafirmar modelos tradicionales en la mujer (prudencia, buenos modales) y formarla cada vez mejor en las funciones consideradas propias de su sexo (hija, madre, esposa). La escolarización de la mujer se constituyó en un instrumento más de discriminación.

Más tarde iniciaría la lucha en defensa de las escuelas mixtas. En una segunda etapa la posibilidad de leer y escribir permite a las mujeres estudiar disciplinas artísticas como la música, pintura y literatura. El acceso a la educación superior es un fenómeno de mediados del siglo XIX que inicia en Europa y Estados Unidos, limitado a algunas profesiones de servicio (educación, enfermería). Para matricularse en la universidad o en ciertas carreras (ingeniería, medicina, etc.), las mujeres aun debían solicitar permiso. Paulatinamente se logra romper con estas limitaciones, y a finales del siglo XX se dispara la asistencia de las mujeres a la universidad. La feminización de la matrícula se convierte en una tendencia de la educación superior.

Participación

En el ámbito laboral también se han producido importantes avances. Como se explicó anteriormente, el predominio de las actividades económicas secundarias y terciarias en las sociedades actuales ha permitido a la mujer mayor participación. En la actualidad hay muchas mujeres dirigiendo poderosas corporaciones, entre las que podemos citar: Indra Nooyi (PepsiCo), Irene Rosenfeld (Kraft Foods) y Úrsula M. Burns (Xerox). Asimismo, en el aspecto político cabe resaltar que en muchas naciones la mujer ocupa espacios significativos en la vida democrática y ciudadana. Hoy, más de 20 países son dirigidos por mujeres.

A pesar de los logros de la mujer en casi todos los ámbitos sociales, aun persisten muchas situaciones injustas y conflictivas: desigualdades salariales importantes (diferencia por país, por profesión y dentro de un mismo nivel); alta segregación por sexo del mercado laboral (segregación horizontal y vertical) y distorsión de su imagen en los medios de comunicación. Existen investigaciones que demuestran que la industria mediática no ha contribuido lo suficiente en la lucha por los derechos y el respeto de las mujeres. La imagen de la mujer sigue siendo objeto de consumo en los medios de comunicación de masas, y continúa la reafirmación de los roles femeninos tradicionales. 

Nueva visión

El cambio de estatus de la mujer ha creado grandes tensiones en las relaciones de pareja, que como mencionamos al inicio, muchas veces desembocan en agresiones y feminicidios. La situación de hoy ya no es la misma, vivimos una etapa de transición. Los grandes conflictos resultan de intentar vivir nuestro presente en función de ideologías y prejuicios del pasado. Al hombre le ha tomado tiempo entender que necesita construir una nueva visión de la masculinidad y la relación de pareja. Es fundamental trabajar partiendo de intereses comunes y crear mecanismos para dirimir diferencias en condiciones de equidad y respeto mutuo.

En nuestro país, a pesar de que se han realizado esfuerzos legales para proteger los derechos de la mujer, la debilidad en la aplicación de las leyes, así como la carencia de políticas de prevención de la violencia de género y la falta de recursos destinados para atender el problema, sigue manteniendo a la mujer dominicana en condición de vulnerabilidad. 

El cambio ideológico exige gran voluntad y compromiso de toda la sociedad. Debe trabajarse tanto en la familia, donde la propia mujer tiene un rol importante en la educación de hombres y mujeres, como desde la escuela, donde el rol del maestro es de primer orden.

La influencia de los maestros en la construcción de un determinado modelo de sociedad es fundamental. Nuestra profesión nos ofrece la posibilidad y los medios para combatir prejuicios, mejorar la convivencia y por tanto la calidad de vida de los ciudadanos. Estamos llamados a desarrollar una conciencia clara de nuestra función en la estructura y del deber moral que implica el ejercicio de su profesión. No podemos comportarnos con indiferencia o lo que es peor, reforzar relaciones sociales injustas.

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