La serie de artículos que hemos estado publicando sobre los trastornos del sueño quedaría trunca si no decimos algo sobre LOS SUEÑOS.
Un tercio de nuestra existencia discurre durmiendo y cada noche pasamos un promedio de 2 horas soñando. En inglés tienen dos términos: “sleep” para el sueño o acción de dormir y “dream” para los sueños; pero en español estas acciones sólo se diferencian por una “s”: “sueño” y “sueños”.
No pretendemos adentrarnos mucho en el tema de los sueños, dejamos esa misión a los expertos en asuntos esotéricos y el onirismo, a los quirománticos, a los psicólogos y a los neurocientíficos. La ciencia, con los modernos avances de la tecnología y la neuropsicología, estudian profundamente, hoy día, el misterioso mundo de los sueños.
La cama y la noche nos apartan del “mundanal ruido”. Si no nos ponemos a contar ovejitas nos rendimos al sueño y damos alas al subconsciente. Así, cada noche podemos conquistar nuevos horizontes, realizar hazañas inverosímiles y resolver problemas y conflictos; pero también podemos vivir pesadillas con escenas de terror y de pánico. En los sueños vivimos universos insólitos, con representación de imágenes y escenarios que van más allá del alcance de la lógica, que violan las leyes de la física y se burlan de los tabúes.
En los sueños no hay restricciones, con la peculiaridad de que son únicos para cada persona porque están ligados a la personalidad, las emociones y vivencias de cada individuo.