Período presidencial: Un consenso logrado y otro por alcanzar

Como aquí no es común que nos pongamos de acuerdo, es motivo de asombro observar que parece existir un extendido consenso para establecer en nuestro sistema electoral presidencial una fórmula igual a la de los Estados Unidos de Norteamérica de…

Como aquí no es común que nos pongamos de acuerdo, es motivo de asombro observar que parece existir un extendido consenso para establecer en nuestro sistema electoral presidencial una fórmula igual a la de los Estados Unidos de Norteamérica de que un mismo presidente solo puede ser elegido para dos mandatos consecutivos de 4 años y no más.

A ese consenso hemos llegado después de admitir que la reelección indefinida no es buena, entre otras razones, por el caudillismo y su secuela todavía latente; así que debe haber un límite; y también en el entendido de que 4 años no son suficientes para realizar un buen ejercicio de gobierno, al tiempo que la periodización de elecciones cada 4 años nos da la oportunidad de corregir si no nos parece bien la ejecutoria del gobierno en curso.

Ya sabemos que nuestra actual Constitución establece un sistema distinto al que ahora queremos, quiere decir que es preciso modificarla en este punto para establecer el nuevo sistema. Falta determinar si impulsaremos esta reforma ahora o en el próximo gobierno.

También allí, en los EEUU, hay una ley no escrita que urge imitar y para la cual, como es lógico, no se precisa modificar nuestra Constitución: el presidente saliente no debe interponerse constantemente en el escenario del nuevo incumbente, que debe dejarle espacio para que este tenga oportunidad de establecer una conversación y presencia con el pueblo y desarrolle su papel. ¿Ha contado el presidente Medina con esta paz? ¿De dónde ha provenido todo el ruido?

Pretender que el nuevo presidente no sea importunado por el presidente saliente ¿suena ingenuo? ¿Basta con darle los tradicionales primeros cien días de respiro? Como somos dados a subestimarnos, muchos deben estar afirmando que por nuestro bajo nivel cultural u otro motivo que se les antoje, aquí eso no es posible sobre todo para el partido contendor y perdedor del presidente en nuevo ejercicio. Pero, si quien no da respiro, obstaculiza, compite con la presencia del nuevo presidente es uno de su propio partido, en este caso, el presidente saliente. ¿Qué decir?

Por evidente es innegable: el expresidente Fernández no nos ha dado la oportunidad de extrañarlo; tiene una sobre exposición que raya en la saturación. Asombrado ha descubierto su alta tasa de rechazo y cree poner remedio a la misma con sus constantes apariciones. Es tarea para historiadores profesionales verificar situación similar en nuestro pasado y para estadígrafos hacer los números de frecuencia de exposición. El Sr. Fernández ha discurseado en territorio nacional e internacional sobre lo profano y lo divino, aunque nunca de temas nodales en nuestro país y en los que era esperable que, como presidente del partido en el gobierno, también fijara posición, preferente en apoyo de su gobierno; recuérdese Miranda, aborto terapéutico y paro de contar.

Se me dirá que ya es tarde, que ya el daño está hecho, pero pienso que debemos pasar de la inmediatez al saber reflexivo: que lo ocurrido nos sirva de conocimiento. Solo el fuerte liderazgo y apoyo del pueblo ha permitido al actual presidente superar todo este ruido, pero también lo sucedido apoya la pretensión de modificar la Constitución y establecer el sistema norteamericano para que en nuestra tradicional forma de ver el período de gobernar y electoral: un tiempo de ejercicio y un tiempo de campaña, le dé el necesario respiro al presidente para gobernar sin ruido.

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