En sus primeros cien días, a Danilo Medina le ha tocado enfrentar situaciones inéditas. Distintos sectores le han pedido lo que nunca le pidieron a otros mandatarios. Las demandas, un tanto desproporcionadas, apuntan, algunas hacia la forma, pero otras tienen que ver con el fondo.
En ambas vertientes el mandatario ha tratado de imprimir su sello y se ha diferenciado de sus antecesores, pero muchos reclaman más, y en esas exigencias llegan a buscarle la quinta pata al gato. Por ejemplo, en lo que respecta al estilo, desde el principio Medina ha dado muestras de sencillez y frugalidad, al punto que en esa materia, le cabe el término de “Presidente atípico” que se le endilgó en un momento a Hipólito Mejía. Pese al trato humano, su cercanía con la gente y el poco aparataje con el que se mueve, los críticos no se conforman y han expresado expectativas fuera de lugar, y que, insisto, no tuvieron con otros gobernantes.
Al pedirle que elimine prácticas antiguas como la colocación de la foto presidencial en las instituciones del Gobierno, o el uso de una silla especial, muchos se pasaron de la raya. Medina prometió hacer lo que nunca se ha hecho, pero al menos tiene derecho a elegir, dentro de eso, qué es lo que hará y qué no.
Quieren piedras
En las acciones de fondo, a Danilo también le han pedido ser más papista que el Papa. La mayoría sufrió decepción el mismo día de la instalación del Presidente, cuando este ratificó en sus cargos a muchos de los miembros del gabinete anterior.
Parecían perder de vista que el ganador de las elecciones fue el mismo partido que ha gobernado los últimos ocho años. Después han venido otras exigencias.
Los más radicales le reclaman que les entregue en bandeja la cabeza de su antecesor. Por eso una de las más grandes decepciones de los demandantes fue que el mandatario pidiera, en su discurso de cien días, que no se lanzaran piedras “hacia atrás”. A Danilo solo le queda trabajar para todos, pero debe saber que nunca logrará que todos estén conformes…
