Casi en todas partes del mundo la Semana Santa se toma para recordar la muerte y resurrección de Jesús. Verdaderamente esta muerte, que fue el acto más grande de amor dado por la humanidad, donde siendo Jesús, un hombre perfecto, sin pecado y, sobre todo, Dios hecho carne, le toca morir de la forma más vergonzosa de su época: atado a un madero.
Una de las cosas que quiero llevar a reflexión en este periodo, no es su muerte física, ya que siendo Dios, resucitó cómo todos sabemos al tercer día, sino como fue humillado, maltratado y hasta escupido en su rostro, lo que él soportó como sacrificio por toda la humidad. Lo más importante, es ver aquello que hoy nosotros parece que hemos olvidado, y es precisamente el darnos a los demás.
La Semana Santa, que inicia el próximo lunes, es propicia para hacer un alto en el camino y dedicarnos más que a divertirnos o buscar descanso físico, a tratar de adentrarnos en nosotros mismos, evaluando qué estamos haciendo por los demás, hasta dónde nos atrevemos a sacrificar algo, como decía la Madre Teresa de Calcuta, al dar de nosotros a alguien hasta que duela.
Quiero utilizar la siguiente cita bíblica: “hay más gozo en dar que en recibir”, por tanto es probable, casi seguro, que en la búsqueda constante del ser humano, donde parece no saciarse con nada, la fuente principal se encuentra en cada día intentar dar algo de nosotros mismos.
Es incongruente la conducta que asumimos con relación a nuestras familias, donde a veces, damos menos, o tan poco, que si pasamos factura apenas dejamos residuos de nuestro tiempo. Es usual escuchar decir a padres “llego en la noche a mi casa porque me paso el día trabajando para darle mejor calidad de vida a mi familia”, e insisten en usar la palabra “sacrificio”, olvidando que la base de todo es lo que Jesús hizo por nosotros, que fue darlo todo por amor, el cual no se compra con dinero, solo se gana entregando lo mejor de sí y se recibe de igual forma gratuitamente.
Por tanto, aprovechemos este tiempo para hacer un inventario de cuáles cosas son verdaderamente importantes para mantener la fuente principal de vida que es el amor.