¿Una reforma?

El sistema judicial está sometido a juicio. Medio país opina que está resquebrajado. Según ese parecer, habría que voltearlo de arriba abajo, en el entendido de que es el poder que peor funciona. Se dice que debe ser más sancionador, no necesariamen

El sistema judicial está sometido a juicio. Medio país opina que está resquebrajado. Según ese parecer, habría que voltearlo de arriba abajo, en el entendido de que es el poder que peor funciona. Se dice que debe ser más sancionador, no necesariamente en atención a las leyes, sino al clamor popular.
El último y más desesperado grito sugiere que debe ser reformado. El planteamiento surge en medio de los escándalos que lo afectan, particularmente por los casos de corrupción que envuelven a jueces. También se habla de fiscales corruptos.

Parece que estamos ante un movimiento por una “nueva reforma”. Ya se pidió la convocatoria del Consejo Nacional de la Magistratura. Pero la institucionalidad judicial sufrió una transformación hace menos de 20 años, como consecuencia de una reforma constitucional. El poder que tenía el Senado de la República para nombrar a los jueces se asignó al Consejo Nacional de la Magistratura que se asumía como un órgano de representación de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Asimismo, se auspiciaron varias reformas, entre ellas el régimen procesal penal, que fue objeto de un amplio debate, que continúa aún.
Ese proceso conllevó la creación de los órganos de dirección, gestión y administración judicial, lo mismo que la implantación de la Escuela Nacional de la Judicatura; el programa de entrenamiento del Ministerio Público, la reformulación de la defensoría pública, en fin, todo un conjunto de reformas que ni siquiera llega a su fin.

Los reclamos de una nueva ola de reformas tienen que ver con el
desempeño de algunos agentes del sistema de administración judicial. Todos los involucrados mencionados han sido formados bajo el influjo de la última reforma.

¿Qué ha fallado? Sospechamos que se trata de las debilidades humanas, más que del sistema, de los hombres y mujeres que simple y llanamente defraudan las responsabilidades a su cargo.

¿Una reforma? ¿Cuáles son los criterios en que se fundamentaría? ¿Quiénes la sustentan? Eso habría que pensarlo muy bien.

Lo que resulta evidente es la necesidad de una limpieza profunda del aparato judicial.

Ahora, la justicia debe concentrarse en mejorar la calidad de sus decisiones.

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