El reciente informe sobre el Estado Mundial de la Infancia, del UNICEF, que señala que aquí a diario mueren 13 bebés con menos de 28 días de nacidos –la tasa más alta de América Latina salvo Haití y Guyana-, como cúspide de una deplorable situación general de nuestros niños y adolescentes, es de las cosas que desnudan crudamente a República Dominicana y la vergonzosa incapacidad del Estado. Nuestros gobiernos construyen y construyen, incluyendo “modernos” hospitales, pero no logramos asentar servicios de salud con niveles de dignidad mínimos para reducir airosamente los fallecimientos de neonatos. El embarazo de niñas a la orden del día, asimismo el maltrato infantil. Mientras tanto, nuestros políticos discurseando, proclamando el “avance nacional”; las iglesias ocupándose de los homosexuales. ¡Cuánto fariseísmo! 

Provocan mucha vergüenza los relatos de personas extranjeras que llegan al país con la intención de hacer negocios de manera lícita y resultan víctimas de uno u otro fraude por parte de profesionales o técnicos nacionales inescrupulosos. Me han compartido reiteradas historias que dejan mucho que desear sobre la confiabilidad y ética en nuestro medio. Mi respuesta siempre va en la dirección de que en todas partes existe gente tramposa y que en lo concerniente al ámbito local no sólo foráneos se convierten en sus blancos sino también sus mismos compatriotas. No discriminan al timar pues es su modus vivendi. Sin embargo, hay que reconocer y lamentar que esos aprovechados distorsionan la imagen dominicana en general.