El impacto que el asesinato del maestro Mateo Aquino Febrillet ha tenido en la sociedad dominicana ha impedido que se analice, siquiera someramente, el origen de esta tragedia y de otras que han ocurrido en el pasado reciente. Me refiero al voto preferencial en las diputaciones y la mercantilización de las regidurías en los municipios.
En el primer caso, el voto preferencial ha sido motivo de conflictos violentos entre aspirantes, debido a que esa modalidad de elección convierte a los partidos en campos de batallas internas que enfrentan a los propios compañeros en una lucha a muerte por la misma posición. La razón de ser del voto preferencial en sí es loable, pues ha perseguido que a las Cámaras Legislativas llegue lo mejor de cada formación política -que no necesariamente tiene que ser lo mejor de cada sociedad-y de esa forma sacar congresos de calidad, productivos y que sean dignos de llevar el nombre de primer Poder del Estado.
Sin embargo, al menos en la República Dominicana esa aspiración no se ha cumplido, pues hemos visto que el Congreso se ha llenado de dueños de casas de apuestas -eufemísticamente denominados “banqueros”-, envasadores de GLP, propietarios de “colmadones” y otros comerciantes que pudieran ser caballeros honorables, pero ese no es el asunto. El hecho es que el voto preferencial y el enfrentamiento interno en las formaciones políticas, han dado como resultado que salgan electos quienes más dinero tienen para gastar a manos llenas en un ambiente en el cual el “dame lo mío” es predominante.
Una verdad a medias es el argumento de que esa modalidad hace más democrática la elección comparada con la forma anterior de las listas partidarias, por lo cual debería ampliarse a los concejales. Lo que ha parido son parlamentos llenos de gente sin talento, y ha cerrado el paso a intelectuales y líderes comunitarios que cualificarían el Congreso, fluyendo otro tipo de democracia.
Los reformadores que han ido “selvatizando” la lucha electoral con la supuesta intención de mejorarla, y además la falta de temple de la dirección del PRM, pueden anotar en su lista el nombre del malogrado académico, ya que, probablemente, sin esos elementos asociados ese desenlace fatal no habría ocurrido. Obviamente, sin excusar el carácter violento del imputado principal.
