Los dilemas de las políticas productivas

Hay consenso en la necesidad de volver a impulsar políticas de desarrollo productivo en la República Dominicana. El atraso productivo…

Hay consenso en la necesidad de volver a impulsar políticas de desarrollo productivo en la República Dominicana. El atraso productivo y la incapacidad para competir domésticamente y en el exterior se refleja en el astronómico déficit de Cuenta Corriente. Antes, este déficit podía ser contenido por las barreras comerciales que se podían imponer. Pero con los acuerdos de libre comercio, hemos renunciado, a cambio de poco, a esos instrumentos. La consecuencia es que se nos ha visto el refajo y empezamos a pagar costos en producción y empleos.

A partir de un análisis sistemático de las políticas de promoción de la producción en el país, el libro “4 décadas de desarrollo productivo en la República Dominicana” de los colegas Rolando Guzmán, Manuel Agosín, Rafael Capellán y Magdalena Lizardo nos pone a discutir el tema con rigor. Dejando atrás los prejuicios neoliberales en el nuevo entorno intelectual y las urgencias económicas del momento proveen un ambiente propicio para pensar, sin fantasmas ni insensatos prejuicios ideológicos, cómo impulsar la transformación productiva y competir exitosamente, expandiendo las oportunidades de empleo decente para hombres y mujeres. De la experiencia de la sustitución de importaciones y de las políticas a favor de las zonas francas y del turismo se pueden extraer valiosas lecciones.

A riesgo de simplificar en exceso, el libro contrapone dos políticas: las verticales, que son sesgadas y dirigidas a favorecer sectores específicos como las de industrialización de los setenta, o las de exenciones impositivas a las zonas francas y al turismo, y las horizontales, que son generales y neutrales y no privilegian sectores específicos como las de mejoras en el ambiente de negocios o las que fortalecen la educación y la capacitación.

En ese sentido, se razona que desde inicio de los noventa el país está buscando la horizontalidad, es decir, reemplazar las políticas que privilegiaban a sectores específicos (p.e. de exenciones tributarias o de protección arancelaria) por otras que provean incentivos uniformes. Este proceso parece haber tenido dos hitos hasta el momento. El primero es el desmonte de los esquemas de sustitución de importaciones como el financiamiento privilegiado y los aranceles y otras barreras de protección. El segundo es el impulso de los clusters productivos, es decir, de asociaciones entre empresas para explotar sinergias y lograr aprendizajes colectivos.

No obstante, hay que tener presente que las historias exitosas de desarrollo productivo, por ejemplo, las del Sudeste de Asia, son historias de políticas verticales. No creo que haya una sola de ellas que no descansase en esquemas de incentivos especiales a actividades económicas seleccionadas, por ejemplo, la industria manufacturera. Sin embargo, simultáneamente, todas ellas se acompañaron de robustas políticas horizontales, de provisión de bienes públicos y de apoyos de mercado que no discriminaban.

En ese marco, hay que reconocer que las políticas verticales que el país se dio de promoción de sectores específicos, y que se concentraron en garantizar rentabilidad, han tocado fondo y ya no son capaces de generar dinámicas de expansión y aprendizaje. Los aranceles y otros instrumentos que transformaron la economía en los setenta, ya no hacen posible una dinámica deseable de desarrollo industrial. Las exenciones a zonas francas y turismo, que en años pasados ayudaron a impulsar esos sectores y a amortiguar el golpe del colapso azucarero, ya no generan cambios relevantes.

Por lo tanto, estamos obligados a cambiar estos esquemas. Los colegas definen la política de impulso de clusters como una de promoción del autodescubrimiento, en donde grupos de empresas de sectores específicos descubren sus propias potencialidades, se organizan y se hacen visibles a las políticas públicas. Esta todavía no tiene el rango que tuvo la sustitución de importaciones o los esquemas de apoyo a zonas francas y turismo. Lograrlo y que sea exitosa dependerá del peso de la apuesta que se haga por ella y de las políticas verticales que le acompañen.

Al final, el dilema no es de políticas horizontales versus verticales pues ambas son imprescindibles. La clave está en identificar la combinación de ellas que a la vez que generen incentivos para invertir, logren superar a sus predecesoras y promuevan el aprendizaje y transformaciones tecnológicas de largo aliento. El bienestar de las personas depende de ello.

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