Las nuevas zonas francas

Apartir de 2005, el cambio en las reglas mundiales del comercio de textiles metió al sector de zonas francas en una profunda y prolongada crisis.

Apartir de 2005, el cambio en las reglas mundiales del comercio de textiles metió al sector de zonas francas en una profunda y prolongada crisis. Entre 2005 y 2008, el número de empresas en el sector se redujo en 44 (8%), y entre 2005 y 2009 once parques cerraron, las exportaciones cayeron en unos mil millones de dólares (20%), y se perdieron más de 77 mil empleos (41% del empleo total).

No era para menos. En 2005, el 40% de las empresas instaladas y el 60% de todo el empleo se vinculaban a la actividad textil. En otras palabras, demasiados huevos estaban en una sola canasta.

Pero además, era una canasta frágil. En 1995, un acuerdo internacional definió un calendario de 10 años para el desmonte y eliminación del régimen de cuotas que protegía la cadena textil estadounidense de las importaciones de ropa desde Asia. También protegían a las empresas ensambladoras de ropa ubicadas en la Cuenca del Caribe, como las de zonas francas en el país, las cuales eran el último eslabón. Ese acuerdo, por tanto, era un tsunami anunciado. Lo único que no estaba claro era cuán fuerte sería.

La adhesión al DR-Cafta fue en mucho un intento desesperado por hacer sobrevivir al embate que se veía venir en el sector pero poco sirvió. Los costos los está pagando el resto de la economía, en especial la agricultura.

La tasa de cambio le vino a poner la tapa al pomo porque la política de apostar por una tasa de cambio cuasi-rígida a partir de 2005, luego del desplome cambiario del segundo semestre de 2004, terminó condenando al sector exportador en su conjunto.

Sin embargo, ocho años después del inicio de la debacle, el panorama ha cambiado. Las actividades ya no están dominadas por un sector, el empleo está en alza desde 2009, las exportaciones han crecido, se han abierto nuevos parques, y hoy hay más empresas. En la mayoría de los casos no se trata de números extraordinarios pero hay una nueva tendencia.

Lo más interesante es la diversificación. Todavía las confecciones textiles explican una proporción relevante del empleo y las exportaciones. Pero, el 20% de las empresas y el 11% del empleo son de actividades de servicios; el 10% de las empresas, el 16% del empleo y el 9% de las exportaciones son de productos del tabaco; el 24% de las exportaciones, el 5% de las empresas y el 13% del empleo son de productos médicos; el 8% de las exportaciones, el 9% del empleo y el 3% de las empresas elaboran calzados y componentes, y el 12% de las exportaciones, el 6% del empleo y el 4% de las empresas son de elaboración de productos eléctricos y electrónicos. Incluso, un 4% del empleo es de agroindustrias.

Este nuevo panorama implica un escenario muy distinto al que todavía domina el imaginario colectivo. Ya no se trata de la industria de la aguja ni de actividades que dependen de un modelo de negocios único en el que bajos salarios y 100% de insumos importados eran requisitos sine qua non.

Las nuevas actividades son más intensivas en capital lo que las podría hacer menos sensibles a salarios más elevados, tienen más potencial para integrarse al resto de la economía demandando más insumos porque ya no están prohibidos, y algunas de ellas podrían estar en mercados en donde el precio no es el único factor competitivo por lo que se podría innovar, creando y explotando otras ventajas, aún a costa de precios un poco más elevados.

No es para llamarse a engaños. Junto a un entorno institucional especial, los salarios y la exención total de impuestos siguen siendo factores cruciales. Pero el nuevo perfil sectorial ofrece lo que no había: espacio para políticas dirigidas a actividades seleccionadas (tabaco, calzado, electrónicos…) que generen nuevos factores de competitividad que sustituyan las viejas y poco dinámicas “ventajas” de ser pobre y de no pagar impuestos.

Si queremos mejores salarios, un sector más integrado y dinámico, y menos exenciones, la misión es hacer que el país empiece a ofrecer lo que nunca ha ofrecido. Personal bien calificado, una red confiable de abastecedores, servicios de logística, y una política de apoyo al aprendizaje y al escalamiento tecnológico son posibles candidatos.

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