Globalización y soberanía (1 de 2)

Economista y miembro del comité central del partido de la liberación dominicanaEn vísperas del sometimiento del Proyecto de Ley de Naturalización que realizará el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional, pocas veces se ha observado un fenómeno…

Economista y miembro del comité central del partido de la liberación dominicana
En vísperas del sometimiento del Proyecto de Ley de Naturalización que realizará el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional, pocas veces se ha observado un fenómeno de opinión pública tan interesante, manifestado por un debate en el que convergen las argumentaciones de periodistas, funcionarios y hasta las del mismo Presidente de la República, cuando recientemente tuvo que fijar posición en La Habana, ante la insolencia de un interesado Primer Ministro extranjero, que pide lo que otros pocos hacedores de opinión reclaman al interior del país, pero sin el debido sustento legal o constitucional. 

La verdad es que todos opinan, y todos debaten, importante ejercicio que fortalece la democracia; pero no muchos recuerdan u observan, que se trata de un fenómeno circunscrito a las consabidas contradicciones entre la globalización y los procesos migratorios, y donde asoma el viejo plan de las potencias extranjeras, que pretende hacer de República Dominicana una represa, que evite la llegada masiva a sus costas de las abundantes penurias que caracterizan a nuestros vecinos de Haití.

Por otra parte, y es lo que nos inquieta en esta oportunidad, los sectores económicos y los sindicatos ignoran en el debate las paradojas que surgen entre la construcción de soberanía -en particular los estatus migratorios- y la globalización.  

En términos concretos, el debate podría acrecentarse o debilitarse cuando se conozca el contenido del Proyecto de Ley que elabora el Poder Ejecutivo; el cual, sin ser un mandato expreso de la Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional de la República, se ha constituido en un resultado inducido por esta última. Su contenido mostrará fehacientemente si desde el Ejecutivo se procura, como bien esperamos, que de una vez por todas, la soberanía nacional se traduzca en mecanismos legales que no violenten la Constitución al otorgar ciudadanía dominicana a migrantes extranjeros.

Las discrepancias se hacen más evidentes cuando el tema es forzado a lucir como un “issue o problemática” sobre derechos humanos, y no sobre el ejercicio soberano de un Estado-Nación. Migración y globalización, se contraponen, más aún, cuando recordamos que Bauman sigue teniendo razón en su planteamiento de que la globalización globaliza a los ricos y localiza a los pobres.

Detrás de toda insistencia para torcer nuestra política migratoria, están las razones económicas. La experiencia europea demuestra la poca convivencia que pueden exhibir la libre circulación de capitales (inversión) con la libre circulación de los migrantes (ver Sassen 2000), el debilitamiento del papel normativo de las fronteras-que algunos pretenden- es un medio conocido que obra para mal; en particular, en detrimento de las condiciones y conquistas de nuestros trabajadores. Si queremos salarios y trabajos decentes en los mercados nacionales, debemos reflexionar, tanto los organismos internacionales que así lo demandan, como las entidades gubernamentales.

La pregunta relevante es, ¿hacia quiénes deben dirigirse los esfuerzos de política migratoria y laboral en la República Dominicana, a favor de los que reclaman ciudadanía dominicana, sin nunca haberla tenido, o hacia aquellos que ya la poseen y aun subsisten ahogándose en sus miserias y precariedades? Sin lugar a dudas, soy de los que cierran filas a favor de los nuestros, y luego a favor de los demás.

Se equivocan aquellos que entienden que la sociedad es un mercado, y que se debe regir únicamente por los efectos del flujo comercial o financiero; pero peor aún, cuando se escudan en sectores liberales que echarían con gusto cualquier “pleito mediático” para alegar violaciones de derechos, esperando sensibilizar a sectores populares no solo extranjeros, propósito que solo se lograría si los dominicanos más humildes y sencillos no estuviesen tan conscientes de la amenaza que todo esto representa para su destino.

Finalmente, queremos ver esgrimir esos mismos argumentos como válidos en los países desarrollados; donde la globalización se asume como apertura, sin embargo libre migración y flexibilidad en el otorgamiento de ciudadanía, es otro cuento. Para confirmar esto, solo una mirada a los Estados Unidos y a Europa. De ellos podríamos aprender  e imitar lo que hacen en provecho propio.

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