Hasta la paciencia tiene límite

Las relaciones entre República Dominicana y Haití se han tensionado. Hechos comunes, protagonizados por la violencia en el seno de la sociedad, como la muerte de un haitiano a manos precisamente de sus connacionales, sirvieron de excusa para materializa

Las relaciones entre República Dominicana y Haití se han tensionado. Hechos comunes, protagonizados por la violencia en el seno de la sociedad, como la muerte de un haitiano a manos precisamente de sus connacionales, sirvieron de excusa para materializar el asalto del consulado dominicano en Puerto Príncipe, quemar la bandera nacional, asediar y apedrear la embajada de la República Dominicana, en una grosera violación del principio de la extraterritorialidad de la soberanía de las naciones. Todo precedido por una marcha previamente programada y anunciada, que contó con la protección de la policía haitiana. Tal y como dijo nuestro canciller, Andrés Navarro, eso “es inaceptable”.

El ministro haitiano de Asuntos Exteriores, Pierre Duly Brutus, ha pretendido una condena a esas acciones con la misma palabra usada por nuestro canciller: “inaceptable”, pero es un simple reflejo de una actitud profundamente fementida. No es una excusa sincera. Sólo hay que observar que inmediatamente después pretende justificar toda la cobardía de la turba denunciando los “crímenes y abusos” cometidos contra haitianos de parte de “algunos grupos xenófobos” en República Dominicana. Es decir, que la declaración de ese ministro es maliciosa, si se valora la verdadera dimensión de la ofensa contra la República Dominicana.

Lo que debe decir Duly Brutus es si Haití está en disposición y capacidad de garantizar la seguridad de las sedes dominicanas. Si el personal dominicano puede permanecer en esas instalaciones sin riesgos de ser atacado o convertirse en blanco recurrente de vejámenes, como ocurrió en Anse-a-Pitres, o en Juana Méndez, y en otros momentos, frente a la misma embajada dominicana. Y en general, si puede establecerse un clima de confianza verdadera entre ambas naciones.

Tal y como ha dicho el Gobierno dominicano a través del Canciller, los haitianos han ido demasiado lejos. Tiene que ver con la tolerancia excesiva de las autoridades dominicanas, que han actuado con paciencia y moderación, por el profundo interés de mantener en términos deseables unas relaciones amigables y de hermandad frente a nuestros vecinos.

Conviene prudentemente las mejores relaciones con Haití. Debe ser en términos de respeto recíproco.

Pero hasta la paciencia tiene un límite.

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