La novela no tiene quien le escriba

Si las premiaciones son termómetros para medir la realidad de un género literario en un determinado país, en la República Dominicana la producción de novelas llama a preocupación.En importantes concursos literarios de los últimos…

Si las premiaciones son termómetros para medir la realidad de un género literario en un determinado país, en la República Dominicana la producción de novelas llama a preocupación.

En importantes concursos literarios de los últimos años, se han declarado los renglones de novela “desiertos”, como ocurrió en el “Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván” del Premio Nacional de Literatura 2014, y en los Premios Anuales de Literatura, Periodismo, Fotografía y Audiovisual, correspondiente al año 2014, que acaba de celebrar la Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode) y la Global Foundation for Democracy and Development (GFDD), a través de su Centro de Estudios de la Cultura.

¿Poca calidad o poca producción en este género literario? ¿Cuál es la realidad? ¿Qué género está llamando la atención de los jóvenes escritores? ¿Cuál es la tendencia de los escritores veteranos? ¿Cuál es el presente y futuro de la novela dominicana?

Los intelectuales tienen su opinión

Para una de las figuras más importantes de la creación literaria dominicana, como lo es el escritor y exministro de Cultura, José Rafael Lantigua, en el panorama nacional siempre se tiene la impresión de que la narrativa dominicana larga camina a empujones y no termina de crear un perfil definido frente a otros géneros más maduros en el contexto de la literatura nacional, como son el cuento y la poesía. “Todo esto, a pesar de que en los últimos decenios la producción novelística dominicana ha dado algunos pasos en firme y se han generado piezas de valor que bien han podido echar las velas hacia otros mares, hacer el crossover hacia otros escenarios lingüísticos, proyectarse en fin”, entiende el director del Centro de Estudios de la Cultura de Funglode.

Sin embargo, afirma que la novela sigue siendo el género de más difícil establecimiento en nuestra literatura. “Nos han faltado narradores de largo aliento que cuenten simplemente la realidad social, familiar, cultural, histórica, metafísica, erótica de nuestro país. La realidad colectiva o individual, la propia o la ajena, insertando los ejes temáticos dentro de un lenguaje y una técnica que marque con precisión los objetivos de esa escritura. William Faulkner lo único que hizo fue contar las historias de la sociedad de su tiempo, a un nivel de que sus parientes se sorprendían de su fama porque decían que solo contaba cosas que todos conocían. Cuando la madre de García Márquez leyó Cien años de soledad, dicen que rió de buena gana y declaró que el Gabo no era más que un chismoso, porque lo que había recogido en su novela no era otra cosa que historias que habían ocurrido en el seno de su familia en Aracataca”, destaca.

¿Qué ha faltado pues para que no tengamos una novelística consolidada y de logros permanentes? Se pregunta Lantigua, para luego indicar, “ausencia de formación y desarrollo de este género entre nosotros, falta de disciplina, pues la novela exige planeamiento, control, ejercicio continuado, práctica diaria frente a la página en blanco, y un conocimiento cabal de la técnica”.

Eso explica estos “desiertos” tan recurrentes, que obliga a los jurados a desestimar las piezas concursantes en los certámenes literarios. “Una situación que ha ocurrido por años y que pienso ha de seguir produciéndose, aunque duela decirlo”, entiende Lantigua.

Indudablemente que la novela no corre pareja con el cuento y la poesía, que son los géneros por excelencia en la literatura dominicana. “Ayer y hoy hemos tenido excelentes cultores en la producción poética y cuentística, poetas de altísimo nivel que pueden estar de igual a igual con los mejores del continente o del mundo, y no exageramos”, agrega.

Y los números le dan la razón. En los premios de Funglode concursaron 199 obras en cuento, 45 en poesía, 21 en periodismo, 18 en novela y 13 en ensayos.

Al comparar la producción en cada género, Lantigua asegura que la historia literaria dominicana está llena de poetas y cuentistas. En torno al ensayo, indica que “ha ido caminando a tientas también, con una que otra muestra destacable cada cierto tiempo. La dramaturgia es interesante, aunque poco menos que las de otras latitudes. Pero, en la novela seguimos estando por debajo de lo que deberíamos aspirar”.

Sostiene que en República Dominicana existen muy buenas novelas, pero que no tenemos tradición novelística. “Y esa es una tarea que no hemos podido superar, un obstáculo a vencer, una tarea a desarrollar. No hay que darle muchas vueltas al pandero. Esa es la simple realidad. Entre nosotros, la escritura parece muchas veces un simple acto de movilidad social, de búsqueda de prestancia, no un ejercicio profesional, del que dedica horas diarias al oficio”, manifestó.

De su lado, el Premio Nacional de Literatura 2015, Roberto Marcallé Abreu, entiende que la poca productividad en la novela obedece a numerosas razones.
El autor de Las dos muertes de José Inirio (1972), El minúsculo infierno del señor Lukas (1973), Sábado de sol después de las lluvias (1978), Cinco bailadores sobre la tumba caliente del licenciado (1978) y Espera de penumbras en el viejo bar (1980), cree que en el mundo literario nacional se ha explotado poco este género y cree que hay una tendencia de dejar de lado lo difícil y lo complejo.

Reflexión de Roberto Marcallé

“A mi juicio, la novela es, probablemente, el más complejo y difícil de los géneros literarios. Y lo es por el hecho de que representa una suma de todos los géneros existentes. Y otras disciplinas. Como tal, elaborar una novela supone un extenso conocimiento de su estructura, la estructura del cuento, de la poesía, del teatro; y de pintura, cine, historia, sicología, sociología. Su arquitectura es exigente porque demanda del autor una dosis extrema de racionalidad, sentido común y un nivel de imaginación (aunque parezca paradójico) apegado a la realidad. Apegado a lo posible. Un desliz a este nivel y entonces la lectura se vuelve hueca, vacía, artificial, sin calidad ni contenido.

El autor debe armarse de virtudes como la perseverancia, la paciencia. Debe ser dedicado y saber que la obra va a demandar de él una entrega que bien puede calificarse como total. Y contradictoria, porque al crear sus mundos, su propia elaboración, sus personajes, sus escenarios, la misma trama, van a terminar por enfrentarlo y buscar su propio camino. Al final, su creación desborda libertad. Pero el autor ha perdido la suya.

Su relación con el lector es apasionada, tirante, violenta a veces, porque el escritor está obligado a mantenerlo en estado de cautiverio por un largo período de tiempo en base a la creación de expectativas (situaciones) que siempre deben ser seductoras, lógicas, naturales. Es una especie de trampa, pero que jamás debe parecerlo.

Crear personajes creíbles en una novela es una tarea ciclónica. Ser creíbles significa que cada uno de sus comportamientos debe parecer lógico y natural, aún en un contexto de irracionalidad, desbordamiento y locura. La trama debe fluir como un río, con sus altibajos, sus tropiezos y sus momentos de violencia y de equilibrio. Pero la trama en sí misma supone también describir una realidad a la que trastornan las contrariedades de la existencia. Y esta situación es preciso manejarla con destreza, de forma coherente e inteligente. Es importante que quien te lee, crea todo lo que le dices. Así debes ser de convincente.

A diferencia de muchos escritores, el dominicano no dispone de mucha ayuda. En tanto, los novelistas exitosos del exterior poseen equipos completos que los respaldan (los aconsejan, les señalan las fallas en la escritura, les asesoran en la búsqueda de escenarios, de personajes, de situaciones) el escritor nacional es un solitario que debe realizar decenas de tareas al mismo tiempo. Él es todo: escritor, corrector, consejero, vendedor, cobrador, publicista. Eso conspira contra la calidad de su trabajo. No puede vivir de sus obras y esto significa que debe compartir su vida con otras actividades que le roban tiempo para escribir, para reescribir, para meditar, para leer, para estudiar literatura. Para perfeccionarse.
El autor dominicano no parece liberarse emocionalmente de su trabajo, y esto es imprescindible para poder ser estricto, rígido, implacable, a la hora de enjuiciar su propia obra. A veces no controla su imaginación y este desbordamiento es peor que carecer de ella. Muchos se rehúsan a reescribir y corregir o a buscar consejo. Y esto hay que hacerlo. Creo que debemos trabajar más nuestros personajes, nuestras tramas, nuestros escenarios. Es preciso retornar a los clásicos como ejemplo. Ellos son el modelo definitivo, sin descuidar los clásicos contemporáneos y muchos escritores de calidad que cada día irrumpen en nuestro universo. No debemos tener prisa por publicar ni por concursar hasta tanto uno se sienta ampliamente convencido de que la obra reúne los suficientes requisitos para alcanzar el favor del público lector.

Debemos consagrar el triple del tiempo que dedicamos a escribir una novela a estudiar los escenarios, a evaluar la racionalidad y la lógica de las tramas, a meditar en los personajes, y a corregir. Debemos corregir una y otra vez, todas las veces que sea necesario, hasta pulir verdaderamente la obra. Sume usted todas estas observaciones y entenderá las razones por las cuales dos importantes concursos han sido declarados desiertos”.

Un género literario que necesita más lectores 

José Rafael Lantigua dijo que si se hace un sondeo en los talleres literarios existentes en el país, “podremos darnos cuenta que la mayoría de sus integrantes, cuando no todos, buscan ser poetas o cuentistas, o saltar a cualquier otra forma de escritura, menos la novela”.

“Los concursos pueden dar fe de esta realidad. La novela necesita también de una sociedad de lectores que no poseemos a cabalidad. Sigue siendo pequeñísima, a causa de las deficiencias educativas que arrastramos desde hace largas décadas. Una sociedad no desarrollada, no genera buenos novelistas, ni impulsa y sostiene la narrativa larga. Esa es otra condicionante en contra”, agregó.

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