Es la Ley

Con el paso del tiempo la sociedad ha dejado de reclamar una “mano fuerte” pese al incremento de la criminalidad. Es que la mano fuerte está asociada al régimen despótico. Si bien la expresión refleja un ansia de protección, supone al mismo&#8230

Con el paso del tiempo la sociedad ha dejado de reclamar una “mano fuerte” pese al incremento de la criminalidad. Es que la mano fuerte está asociada al régimen despótico. Si bien la expresión refleja un ansia de protección, supone al mismo tiempo el predominio del miedo.

Entonces, el asidero necesario tiene que ser el imperio de la Ley. Ahí está la cuestión. Es que paralelo al crimen la Ley no está siendo aplicada con rigor. La autoridad, que es una combinación de la acción preventiva, persecutoria y punitiva, no hace eficientemente su trabajo. Y viene el sentimiento de desamparo.

Lo importante es que más que mano fuerte, la sociedad está cada vez más persuadida de que debe imponerse la Ley y con ella el castigo condigno, bien merecido, a quienes se colocan al margen de la misma.

Sólo cuando se haya impuesto por su fuerza, bajo el respeto a las instituciones que la sustentan, quizás en esa medida veremos cómo las acciones criminales y los excesos del libertinaje no se producirán.

Por ejemplo, en una sociedad donde impere la Ley con todo su peso, para todo el mundo, no se daría el caso de unos bárbaros choferes que interrumpan el tránsito en una de las principales carreteras del país, para imponer “sus reglas sindicales”, mediante el terror. Que esa interrupción del tránsito se realice con el único propósito de imponerse sobre el derecho de las personas a contratar un determinado servicio. En este caso, el alquiler de una guagua de parte de un colegio para trasladar a unos niños a la Feria Nacional del Libro. Que esos individuos no repararan que esa guagua estaba llena de niños, escolares indefensos, contra los cuales ejercieron amenazas, como darles fuego o caerles a batazos.

Ese tipo de comportamiento sólo se explica en la ausencia del imperio de la Ley. En la creencia de algunos desalmados de que pueden hacer cuanto les dé la gana, sin sanción.

Las autoridades represivas y los jueces tienen que hacer entender a la gente que las normas de convivencia están protegidas por la Ley, y no pueden quebrantarlas sin sanción. Es la mano dura que necesitamos.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas