Descubriendo el Caribe insular no hispánico: Martinica, 1

De los días pasados.Por Aimée Cesaire Pueblo míocuandolejos de los días pasadosrenazca una cabeza bien puesta sobretus hombrosreanudala palabradespide a los traidoresy a los amos

De los días pasados.
Por Aimée Cesaire

Pueblo mío
cuando
lejos de los días pasados
renazca una cabeza bien puesta sobre
tus hombros
reanuda
la palabra
despide a los traidores
y a los amos
recobrarás el pan y la tierra bendita
tierra restituida
cuando
cuando dejes de ser un juguete sombrío
en el carnaval de los otros
o en los campos ajenos
el espantapájaros desechado
mañana
cuando mañana pueblo mío
la derrota del mercenario
termine en fiesta
la vergüenza de occidente se quedará
en el corazón de la caña
pueblo despierta del mal sueño
pueblo de abismo remotos
pueblo de pesadillas dominantes
pueblo noctámbulo amante del trueno
furioso
mañana estarás muy alto muy dulce muy
crecido
y a la marejada tormentosa de las tierras
sucederá el arado saludable con otra
tempestad

En una conversación con mi hermano Peng Kian Miguel, me decía que en mis trabajos había un sesgo hacia el Caribe insular hispano. Me sorprendió su comentario, pero me dejó pensativa. Tenía razón. Decidí entonces anotar en mi lista de pendientes intelectuales de esta columna trabajar, leer y escribir sobre el Caribe insular francés e inglés. Sobre el Caribe holandés escribí mis primeros pininos hace unos días. Así pues, con este artículo inicio mi viaje hacia Martinica y Guadalupe, ya que sobre Haití he escrito mucho en esta misma columna, aunque hace ya algunos años.

Inicio con Martinica porque estuve allí. Conocí su gente, especialmente del sector académico, pues fui a un evento sobre temas caribeños en la Universidad de las Antillas y Guyana. Esos días en ese pequeño paraíso tropical me hicieron constatar que nuestras pequeñas islas, con idiomas e imperios colonizadores distintos, tienen muchas semejanzas. Mientras recorría sus calles pensé que estaba en Puerto Plata. Su arquitectura victoriana me hizo recordar al Santiago de mi niñez y su parque me retrotrajo a los juegos infantiles del parque central de la capital de la provincia de Puerto Plata, cuando la visitábamos en las vacaciones. Me sorprendió el nivel académico de los profesores con los que compartí. Todos tenían el nivel doctoral y contaban en su haber varias publicaciones de ensayos y obras de sus respectivos campos de especialización. Tampoco me sorprendió en los días que pasé con los martiniquenses que su cocina es muy similar a la nuestra, pues ambas tienen la cultura africana de influencia.

Martinica es la tierra de dos grandes intelectuales: los grandes Aimée Cesaire y Eduard Glissant. Esta pequeña isla de apenas 1,180 Km2 y de una escasa población que no llega al medio millón de habitantes, es un departamento francés que forma parte, junto a Guadalupe, de los departamentos franceses de ultramar. Está ubicada en el pleno corazón del archipiélago del Caribe, entre Dominica y Santa Lucía.

Los primeros habitantes de la isla fueron indios procedentes de las cuencas del río Orinoco y del río Amazonas, como ocurrió con la mayoría de las islas caribeñas. Varias corrientes migratorias fueron poblando la pequeña isla.

Primero fueron los huecoides, luego fueron los saloides o arahuacos, y por último los caribes o kalinas. En 1493 llegaron los europeos. Cristóbal Colón fue el primero. Después los ingleses intentaron dominarla, pero finalmente fueron los franceses los que se quedaron con la pequeña isla.

La colonización francesa se inició a partir de 1635. El proceso de conquista trajo como consecuencia el exterminio de los indios caribes. Al inicio, como ya hemos dicho en artículos anteriores, iniciaron la economía colonial con el cultivo de varios productos, a saber: algodón, índigo, tabaco, café y cacao. Pero fue el azúcar el verdadero producto estrella.

La economía azucarera creó, repetimos, el sistema de plantaciones sustentado en la explotación de la mano de obra esclava negra procedente de África. Cientos de miles de hombres y mujeres africanos llegaron a la pequeña isla sin saber por qué. Pronto se vieron trabajando en condición de esclavos en las plantaciones de azúcar, un producto dulce que sin dudas provocó amargura y dolor en los miles de esclavos. El proceso duró hasta 1848, cuando debido a la presión internacional de finalizar la trata de esclavos, fueron importados los llamados “culíes”, chinos e hindúes, quienes llegaron al Caribe insular con “contratos de trabajo” que no era más que la excusa legal de encubrir la verdadera esclavitud a la que eran sometidos. Con el tiempo, la economía de Martinica varió y se encaminó hacia el sector terciario.

En la actualidad Martinica tiene una economía sustentada en el sector servicio. El turismo se ha constituido en la principal fuente de ingresos. Según las fuentes oficiales del gobierno martiniqués, el turismo aportó en el año 2006 242.5 millones de euros de ingresos, tres veces más que el aporte del banano y casi igual que el aporte al PBI de todos los productos agrícolas juntos, que para ese año alcanzó la cifra de 251 millones de euros. El turismo representa en la actualidad casi el 10% del PIB y el 14% del valor añadido bruto del sector de servicios comerciales, pero es sobre todo el primer sector de exportación de la isla. Para una isla que no llega al medio millón de habitantes, recibió solo en el año 2008 más de 600,000 turistas, de los cuales el 21% es aportado por los cruceros.

Los artículos que seguirán a esta entrega abordarán el tema de la identidad. La negritud como concepto identitario fue el fruto del dolor y la rebeldía de Aimée Cesaire, como se expresa en el poema que ilustra este artículo. Martinica hoy, irremediablemente francesa, todavía sus poetas, novelistas e intelectuales de otras disciplinas expresan en sus textos cómo la esclavitud marcó de manera definitiva a los habitantes de esta pequeña isla. Hasta la próxima.

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