La silla 36

La revista The New Yorker Magazine publicó ayer en su portada fotos de 35 de un número mayor de mujeres que supuestamente fueron víctimas de violación y otras agresiones sexuales por parte del actor norteamericano Bill Cosby.

La revista The New Yorker Magazine publicó ayer en su portada fotos de 35 de un número mayor de mujeres que supuestamente fueron víctimas de violación y otras agresiones sexuales por parte del actor norteamericano Bill Cosby.En un extenso reportaje, la revista publica declaraciones de las presuntas víctimas en las que explican cómo fueron abusadas: muchas de ellas invitadas a clases de actuación y drogadas con un poderoso sedante, antes de ser violadas por el famoso cómico.

«Me sentí como una prisionera. Podría haber caminado por cualquier calle de Manhattan y haber dicho: “Bill Cosby me ha drogado y violado” y nadie me habría creído”, ha dicho a la revista Barbara Bowman, una de las mujeres que han denunciado las agresiones.

El alud de denuncias contra ese símbolo de la cultura pop norteamericana de las últimas décadas, ha vuelto a recrear la discusión pública sobre la peligrosidad de los depredadores sexuales y la necesidad de tomar medidas más eficaces para prevenir la reincidencia de este tipo de conductas.

Las polémicas «Megan’s Law» como se conocen en los Estados Unidos a las leyes que estigmatizan y avergüenzan a los depredadores sexuales, imponiéndoles restricciones y hasta la obligación de dar muestras de su ADN, parecieron ser, en un momento, un mecanismo eficaz para contener la reincidencia en el abuso sexual. Pero mientras esas leyes -surgidas luego de la violación y estrangulamiento de la niña Megan Kanka a manos de un vecino recién mudado en su barrio y con condenas por delitos sexuales- se extendían por muchos estados norteamericanos, nunca tocaron a figuras populares y con mucho poder e influencia, con capacidad de desinteresar económicamente, como el propio Cosby, a la mujer que osara denunciarlo.

Cómo deba enfrentarse este tipo de conducta abusiva más allá de la represión penal o del simple tratamiento sicológico, es una respuesta que cada comunidad debe encontrar para cada caso específico, respetando siempre los derechos y garantías previstos en el respectivo ordenamiento constitucional. Lo que no debe obviarse es que, contrario al noble ideal ilustrado de que el infractor pueda rehabilitarse –y tal como también acontece en materia de violencia intrafamiliar-, la mayoría de los estudios científicos sobre el tema revelan un alto grado de reiteración y reincidencia en personas que incurren en agresiones sexuales.

Quizás por eso, en la portada de ayer de The New York Magazine, en la ilustración de portada de las 35 mujeres supuestamente violadas por Cosby, que aparecen sentadas, aparece también una silla adicional, pero vacía, como representando a las otras posibles víctimas del célebre cómico y actor.

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