El incendio del vecindario

En un vecindario hay una familia disfuncional. Los padres viven peleando y queman la casa: su prole numerosa se refugia en la casa contigua.

En un vecindario hay una familia disfuncional. Los padres viven peleando y queman la casa: su prole numerosa se refugia en la casa contigua.El vecino solidario, aunque con casa modesta y arreglada, le da acogida en la crisis, pero con la idea de que todos los vecinos ayuden.

Convoca a la junta de vecinos, en la que se encuentran los más ricos del sector, para que entre todos se reconstruya la casa quemada.

Los vecinos ricos y poderosos entienden que no tendrá sentido invertir en reconstruir la casa quemada, porque los líos de la familia disfuncional seguirán.
Los vecinos entienden que lo más “práctico” es que se queden en la casa del lado, y que se reúna un dinerito para paliar necesidades.

Con el paso de los días, la prole de la familia disfuncional y sus padres, les gusta más su “nueva casa” y empiezan a sentirse dueños.

Pero provocan roces con la familia del vecino acogedor que también es numerosa, y que entiende que su solidaridad la han entendido mal.

Los más influyentes vecinos empiezan a presionar al vecino del lado para que acepte hacerse cargo del problema, por “razones humanitarias”. Pero el hospitalario vecino, comienza a sentir la presión de su hastiada familia, que entiende que los están “cogiendo de pendejos”.

Es tentadora la ayuda ofrecida por la junta de vecinos: prometen dar recursos, será reconocido como “mejor vecino”, pero sacrificará a su familia de muchas maneras.

Sus hijos le dicen: “Si esto continúa, no será solución ni para ellos ni para nosotros. Terminaremos igual que ellos, hechos un gran desastre”.
La junta de vecinos quiere “fórmula rápida y fácil”, y propone que ambos monten un negocio en el lindero, y siguen negados a la reconstrucción de la casa.

La junta de vecinos quiere que la prole de la familia disfuncional se quede en la casa contigua. Ninguno quiere acogerlos, ni siquiera aliviar la carga al vecino generoso. Pero las cosas se complican: ya la prole vecina olvida que son huéspedes. Creen que tienen derecho a permanecer. Les dicen: “esa casa es suya”.

El jefe de la familia no sabe qué hacer: vacila, medita, teme, a veces cede, otras reclama. Siempre titubeos. Y entonces los vecinos presionan más. Ninguno en el vecindario se ha dado cuenta de que la “solución más fácil” es la más peligrosa, totalmente contraproducente. El abuso, la injusticia, la irresponsabilidad que se comete con ambas familias puede que termine incendiando el vecindario.

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