Érika y el futuro

Pasó Érika, y dejó algunas aguas. No como deseábamos, porque hubiese sido ideal que nos bañara con un mayor volumen, con los vientos moderados con que se acompañó. Pudo haber sido la tormenta perfecta.Los servicios meteorológicos,…

Pasó Érika, y dejó algunas aguas. No como deseábamos, porque hubiese sido ideal que nos bañara con un mayor volumen, con los vientos moderados con que se acompañó. Pudo haber sido la tormenta perfecta.

Los servicios meteorológicos, incluido el Centro Nacional de Huracanes, de Miami, pronosticaron que impactaría la isla de Santo Domingo por el Este, por la provincia La Altagracia, y se trasladaría al Noroeste, sobre el lado Norte de la cordillera Central. Pero cambió de curso, sin que nadie lo advirtiera, sino después que se paseó por el Malecón de la Capital.

Y continuó por el Sur para terminar totalmente al Suroeste, con descargas torrenciales, fuertes y moderadas. En algunas localidades cercanas al litoral Sur apenas lloviznó.

Todavía anoche no teníamos una estimación de las aguas dejadas. Por su trayectoria quizás impactó los lagos de las presas más importantes de Peravia y San Cristóbal.

Érika provocó alguna desazón. La gente quería más agua sin vientos. La sequía prolongada que ha afectado a las principales ciudades se convirtió en un fenómeno urbano. Las fuentes de abastecimiento de agua potable de Santiago y Santo Domingo estaban al límite. La escasez se generalizó. La gente estuvo muy consciente, y la asumió como un problema.

La creciente urbanización, unida a la expansión de los medios de comunicación, hizo de la crisis del agua una cuestión nacional, como nunca antes, tanto que muchos llegaron a “demandar” un ciclón, sin importar costos. Dispuestos hasta el sacrificio. Un estado colectivo. ¡Qué ironía!

Tras el paso de Érika, esperamos que las aguas hayan sido al menos suficientes para calmar la sed social y colectiva.

La situación también es una oportunidad para repensar el problema medioambiental y su impacto en las cuencas hidrológicas. Asimismo, reclama de los poderes, y en particular del Ejecutivo, un entendimiento de la necesidad de invertir en agua para todo uso. Es un momento para ver el futuro de las aguas en el país, como factor clave para la generación de riquezas agropecuarias, o como un medio esencial para el consumo humano, los procesos industriales y todos los servicios fundamentales para la vida.

¿Empezaremos?

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