Por Francisco

Es muy difícil que un liderazgo de extenso alcance avance sin tropiezos, a pasos agigantados, y se eleve por lo más alto sin salvar escollos, sin encontrar piedras en el camino. Imposible, porque hasta un objeto que sale disparado desde un potente&#8230

Es muy difícil que un liderazgo de extenso alcance avance sin tropiezos, a pasos agigantados, y se eleve por lo más alto sin salvar escollos, sin encontrar piedras en el camino. Imposible, porque hasta un objeto que sale disparado desde un potente mecanismo de impulsión se detiene ante un obstáculo o finalmente, declina su velocidad de empuje, hasta debilitarse.

Hablamos de un liderazgo en desarrollo, con metas en el camino, con mucho por recorrer. Y es que en algunos casos, escenarios, instituciones, o formas de ejercicio de orientación, no se supone que surjan esas piedras inesperadas, o almas de propósitos poco nobles, siempre dispuestas al mal, que resistan todo lo que signifique avance humano o espiritual, sea a través de la acción o de la obra divina.

El Papa Francisco ha encontrado resistencia en el Vaticano, en las corrientes extremadamente conservadoras que rechazan las liberalidades fundadas en la tolerancia y en la comprensión, como si no entendieran los nuevos tiempos que vive la humanidad. Y no le perdonan que mire con piedad a quienes consideran descarriados o que cuestione en particular la vida de príncipes que llevan.

Y por eso pretenden enturbiarle las aguas para que no lleve a término su misión de devolver a la Iglesia Católica la credibilidad, el entusiasmo y la fe que despierta en millones de personas en todo el mundo.

Los escándalos, la parte fea que se divulga del Vaticano, de las extravagancias, corrupciones y perversidades, no debían provocar la pérdida del empuje de un papa que se enfrenta a aquellos falsos apóstoles, olvidados de los humildes, de los que sufren.

La Iglesia Católica tiene en el Papa Francisco la oportunidad de endurecer su imagen y restablecerse en las nuevas generaciones, pero sólo si entiende que debe cambiar. Aceptar que la vida cristiana es la del servicio, del sacrificio, de la humildad, de la caridad y del perdón.

Sin avaricias ni egoísmos y sin esos vicios que niegan su condición sacerdotal.
Orar por Francisco en esta hora es una buena forma de apoyar su fe y la fuerza de su liderazgo.

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