¿Será posible?

En algunas zonas del país se tiene la percepción de que la criminalidad o la violencia general se ha atenuado, moderadamente. Pero en Santiago lo que percibimos es una tendencia creciente.

En algunas zonas del país se tiene la percepción de que la criminalidad o la violencia general se ha atenuado, moderadamente. Pero en Santiago lo que percibimos es una tendencia creciente.¿Deben los santiagueros perder la esperanza de que algún día pudieran encontrarse en aquella ciudad romántica, segura, confiable?

Imaginamos que sí, pero lo que está ocurriendo no nos permite tener la total certidumbre. Con asombro vemos cómo se incrementa la cifra de fallecidos a consecuencia de la violencia.

Ayer los reportes de prensa registraron la víctima número 28 durante el mes de noviembre, más de una por día. Y necesariamente, como indican las crónicas, la alarma es inevitable.

Mientras la sociedad busca reconquistar sus espacios, la delincuencia se interpone para impedirlo. La víctima 28 fue el resultado de un disparo de un individuo en una “festividad navideña” en el callejón El Tamarindo, del sector Rafey.

Hará unas cuantas semanas que el informe sobre homicidios de la procuraduría general de la República registraba 420 muertes violentas en la región Norte, de las cuales 128 se habían producido en Santiago. Forman parte de las más de mil 200 víctimas en esas circunstancias en el país hasta agosto pasado.

Lo más lamentable de todo es que muchas de esas muertes son provocadas por la Policía en la “persecución de los criminales”. De los 128 muertos en Santiago 13 cayeron a manos de la Policía de un total de 50 en toda la región del Cibao.

Nueva vez se confirma la tendencia en el comportamiento de la Policía de acrecentar el número de víctimas en nombre de la persecución de la delincuencia. Es como si actuara en cumplimiento de un mandato, de un código de conducta.

Mientras tanto, la gente inocente muere. La gente se siente insegura, con la sensación de que la sangre no se detendrá y que la esperanza de encontrar la tranquilidad sigue cada vez más lejana.

¿Podrán confiar los santiagueros, y con ellos el país, en que algún se recuperará la mínima tranquilidad?
¿Será posible?

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