Mi conversación con un estudiante

No sé si recordarán que hace unos meses que relataba que cuando caminaba por uno de los pasillos de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra me detuvo un estudiante que quería saber cómo hacer una empresa exitosa.

No sé si recordarán que hace unos meses que relataba que cuando caminaba por uno de los pasillos de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra me detuvo un estudiante que quería saber cómo hacer una empresa exitosa.

Al terminar nuestra conversación me preguntó si podía contactarme para aclarar dudas y preguntas. La semana pasada recibí una llamada de él, preguntando que si podía pasar por mi oficina. Recuerdo haberle dicho que si tenía algún problema o pregunta sobre la nueva empresa que deseaba iniciar podía llamarme cuando quiera. No pensé que lo haría tan pronto.

Al llegar a mi oficina le pregunté “qué pasa empresario, problemas con la nueva iniciativa”. Me respondió que no venía por su nueva empresa, sino que quería repasar el balance del año conmigo para un trabajo que debía entregar.

Le respondí que me sentía muy halagado, pero que temía que mi ayuda podría ser poca, pero que intentaría, sin asumir ninguna responsabilidad sobre sus notas.

Me preguntó que cómo veía el desenvolvimiento de la economía en el año que termina. Respondí que nuestro crecimiento seguía siendo superior a los demás países de la región y muchos otros fuera de la región de Centroamérica y del Caribe. Que por años ya ha sido así para satisfacción de nuestro país. Que este nivel de crecimiento incentivaba a invertir tanto a nacionales como a extranjeros.

Que teníamos una inflación de apenas un 1.5%, pero que desgraciadamente, como él había podido comprobar en su pequeño negocio, las tasas de interés están muy altas y eso nos dificulta a todos tomar préstamos para hacer crecer nuestros sueños empresariales. Se quedó pensativo y me dijo que estaba de acuerdo pero que sin embargo, le llamaba la atención que era más fácil financiar un vehículo que las ventas de su empresa.

¿Por qué?, me preguntó. Respondí que existen unas normas prudenciales desde la época de la crisis bancaria del 2003, que no habían sido revisadas y que penalizaba la creación de empleos en empresas sin récord de crédito como la suya. Pero que también afectaba empresas medianas y grandes, ya que no diferenciaba para fines de préstamos las particularidades de cada sector.

Al joven no le pasó por alto las altas tasas del Banco Central y me preguntó sobre las mismas. Le recordé que existe un inmenso inventario de certificados que devengan altos intereses y se han convertido en una enorme represa, donde las administradoras de fondos de pensión, atraídas por las altas tasas, la estabilidad del peso y la seguridad que ofrece el Banco Central, han depositado prácticamente todos los ingresos provenientes de los fondos de pensión.

Con una cara de satisfacción confesó que entonces sus fondos para el día que se pensionara estaban seguros. No necesariamente respondí, ya que seguridad y rendimiento no son lo mismo. Todos estos fondos están en pesos, por lo cual tus ahorros no están protegidos por la inflación y puedes terminar cobrando una pensión ridícula, fruto de tus años de trabajo y que más que pensión pueden convertirse en un impuesto.

Que estos recursos debieron colocarse en inversiones mucho más productivas para el empleado y una gran parte en moneda dura para evitar la pérdida de valor del peso.

Me pidió hacerle un recuento de la educación, ya que sabe que le presto mucha atención. Respondí que debemos apreciar el número de aulas, la tanda extendida y la alimentación que se provee a los estudiantes. Serán factores de una mejor educación, pero falta el tema más importante: la calificación del docente. Muchos de nuestros profesores adolecen de una preparación de calidad, fruto del abandono de la educación por muchos años. Que eso nos tomaría mucho más tiempo, pero que gracias a los esfuerzos del Gobierno y del sector privado se veía luz al final del túnel. Que lo importante en lo adelante era la utilización adecuada de los recursos en promover la calidad, que bien puede hacerse con una alianza público-privada que promueva que maestros de países con mejor nivel educativo se conviertan en maestros de maestros.

Sobre el turismo alabé la forma como ha crecido este año; la minería afectada por los precios internacionales; las zonas francas creciendo, pero desgraciadamente la industria local necesita más atención de todos para generar empleos. La banca, indicadores muy halagadores, para no usar la palabra “solidez” que desterré de mi vocabulario hace tiempo.

Finalmente le dije, necesitamos ciudadanos más comprometidos, políticos que vean el país no en función de cuatro años sino mirando hacia las necesidades de desarrollo de las nuevas generaciones.

Menos lujo y más salud. Mejor distribución del ingreso, salarios más reales, tanto en el sector público como en el privado. Reconocer la importancia de nuestra policía mejorando sus condiciones. Que nuestros legisladores legislen menos, pero mucho mejor. Que los políticos resuelvan sus diferencias civilizadamente.

Que recuerde la importancia de los días que vivimos, en una sociedad injusta donde unos tenemos más de lo que necesitamos y otros le falta todo.

Que nunca olvide que el éxito no es duradero, que más importante es levantarse frente a cada caída; que las críticas más desagradables, si son sinceras, nos harán ser mejores seres humanos. Que erradiquemos el chantaje por la verdad, los insultos por comprensión y que sólo así estaremos celebrando el verdadero sentido de la Navidad.

A todos muy felices navidades y un mejor 2016.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas