Colosal irresponsabilidad

En el pasado, los mayores daños los sufrían las corrientes de agua dulce en donde se originaban, en las montañas, por las acciones de depredadores de la sobrevivencia económica, inversionistas inescrupulosos o vulgares traficantes de madera, sin&#8230

En el pasado, los mayores daños los sufrían las corrientes de agua dulce en donde se originaban, en las montañas, por las acciones de depredadores de la sobrevivencia económica, inversionistas inescrupulosos o vulgares traficantes de madera, sin la menor conciencia ecológica.Hoy la sociedad va entendiendo el valor de los recursos hídricos, pero no termina de aprender. Existe una normativa sancionadora pero fundada en principios precautorios y reparadores. Si bien prescribe la penalidad, la orientación de la Ley 64-00 de Medio Ambiente y Recursos Naturales es la protección sobre la base de que la ciudadanía valore los recursos.

Pero por lo menos debía imponerse radicalmente el principio de que quien dañe pague.

Lo que está ocurriendo con el Yaque del Norte, a su paso por Santiago, es un crimen, una indolencia, una brutalidad, una falta de civismo. Una revelación más de elCaribe sobre lo que la gente tira al Yaque habla sola: desechos de la industria cárnica. Despojos de animales. Se ha llegado al límite.

Los contaminadores son de todo tipo. Industriales, vecinos de la marginalidad, y cualquier persona que no tiene el menor respeto por el hábitat.

Existe, quizás sin proponérselo, una alianza mortal que atenta contra la vida del afluente, que es la de todos aquellos que utilizan sus aguas hasta la desembocadura, en Montecristi.

Es una lástima que el otrora caudaloso río no pueda en algunas partes ni arrastrar los desperdicios que les son vertidos, porque sus débiles corrientes no se lo permiten.

No es incierta la impotente queja del munícipe Domingo Sánchez cuando afirma que “las autoridades están dejando que las empresas y los ciudadanos hagan lo que quieran con el río”.

Un reciente estudio daba cuenta que para recuperar a ese recurso natural se requiere una inversión de alrededor de RD$5,000 millones. Hacer una inversión de esa magnitud no es tarea fácil. Pero permitir que continúe la depredación es simplemente prolongar la agonía y hacer más costosa la recuperación, si el tiempo permite hacerla.

Ignorar estas acciones como las reveladas por este diario, es una colosal irresponsabilidad.

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