Hatuey

Es hasta cierto punto complicado escribir acerca de un amigo que está pasando por un difícil trance con su salud, ya que puede interpretarse como que uno lo está despidiendo. Más aún cuando la idea es respaldar lo dicho por otros.

Hatuey

Apenas contaba con unos trece años la primera vez que vi a Hatuey. Él ya contaría con unos 25 y estaba en política desde hacía unos 12. Llegó a mi casa procurando entonces a mi tío, político como él, con quien lo asocio frecuentemente por…

Es hasta cierto punto complicado escribir acerca de un amigo que está pasando por un difícil trance con su salud, ya que puede interpretarse como que uno lo está despidiendo. Más aún cuando la idea es respaldar lo dicho por otros.Me refiero a lo que han planteado algunos amigos acerca de la conveniencia de que el licenciado Hatuey De Camps fuera recibido con la palmas que merece en el Partido Revolucionario Dominicano, formación que debería abrirse al regreso de Hatuey y designarle como presidente honorario.

Pero, ¿presidente honorario un político que siempre ha estado en la línea de fuego desde que se enroló en la actividad muy temprano en la adolescencia? Eso como que no encaja en un dirigente de su perfil.

Adicional a que hace apenas dos meses Hatuey encabezó la boleta de su Partido Revolucionario Social Demócrata con el cual tuvo un desempeño discreto pero honroso, conforme le permitieron las circunstancias. Pero sobre todo, un rol desempeñado con gallardía, pues hasta hoy día es el único que sin dejar de resaltar los problemas del proceso, ha tenido la entereza de felicitar al presidente Danilo Medina por su triunfo, lo cual ha incrementado el respeto que esta sociedad le tiene a uno de los dirigentes políticos fundamentales en muchas facetas de la vida pública dominicana en medio siglo.

Bien. Aún cuando pudiese ser interpretado como un homenaje de despedida, no podemos sustraernos al pedido expresado por otros colegas para que Hatuey vuelva al PRD, organización de la cual estamos seguros nunca pensó salir y si lo hizo fue por las circunstancias conocidas de su férrea oposición a la reelección de Hipólito Mejía en 2004.

Con su posición vertical de ese momento, Hatuey se afianzó como un dirigente coherente que prefirió sacrificar su espacio en el PRD, del cual era presidente y líder en ese momento, antes que renunciar a sus convicciones sobre la reelección, las cuales no necesariamente hay que compartir, pero sí reconocerle que actúa como lo hacen pocos en nuestro ecosistema político.

En los apuros en que estaba la candidatura de Hipólito en 2004, Hatuey hubiera podido servirse con la cuchara grande arrimando su figura a ese proyecto. Pero no lo hizo. Superada aquella etapa, es hora de que el PRD le reciba por lo alto.

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Apenas contaba con unos trece años la primera vez que vi a Hatuey. Él ya contaría con unos 25 y estaba en política desde hacía unos 12. Llegó a mi casa procurando entonces a mi tío, político como él, con quien lo asocio frecuentemente por similitudes que le caracterizan comenzando por sus nombres (de caciques ambos).

Venía con alguna encomienda de Peña Gómez, la que, en su momento, y dada mi corta edad, no me interesé en averiguar. Espigadísimo, con pelo ensortijado y de una voz muy firme, Hatuey procedió a esperar a que le atendiera un adulto.

Desde entonces comencé a darle seguimiento a su trayectoria y ya en mi trabajo como reportera tuve la ocasión de entrevistarlo mientras laboraba en la revista Rumbo. Fue esa la primera de varias entrevistas que le he hecho a Hatuey.
Las reflexiones de su legado político se las dejo a amigos y colegas especializados en el tema. Sus principios antirreeleccionistas son de dominio público.

Me voy a referir en este breve espacio que me permiten estas 500 palabras a hablar del ser humano que es Hatuey en el plano familiar donde he tenido la fortuna de compartir con él una de las cosas más preciosas que me han ocurrido: nuestro nieto: Hatuey III. Hatu, como le nombramos en el plano más íntimo.

Hatuey ha demostrado ser una persona coherente no solo en sus ideas políticas y sus ideales, también en los afectos. Un amigo a carta cabal que disfruta a plenitud hacer favores. Me siento orgullosa de formar parte de su entorno familiar a través de nuestro nieto y nuestros hijos, y su esposa Dominique, junto a quien ha logrado una compenetración entre todos sus hijos que nos hace olvidar con frecuencia que no todos son frutos de esa unión.

Obra de Hatuey y de Dominique. Sus hijos, todos, siempre a su alrededor. Inculcador de principios. Proveedor de afectos y vigilante siempre de los suyos.
Un hombre que no se doblega y que con estoicismo ha sabido afrontar una terrible enfermedad de la cual él mismo quiso documentar al país con toda la seriedad y transparencia que el caso ameritaba. Ese es Hatuey, frontal y directo. Un hombre que se refuerza ante la adversidad de la cual se levanta cada vez con mayor entusiasmo, con mayor optimismo.

Su legado familiar está plagado de enseñanzas paridas de sus experiencias, aferradas a principios. Un hombre que sin ser presumido y mucho menos hacer alarde, no pudo nunca deshacerse de una fama de conquistador. Hoy, a sus 68 años, Hatuey puede sentirse satisfecho de la familia que ha formado, de los frutos que ha cosechado. Del amor, respeto y admiración que ha sembrado en cada uno de sus hijos y de sus nietos. De Dominique, quien le acompaña a recorrer el camino que les ha tocado compartir desde hace poco más de dos décadas de sus vidas. Ese es Hatuey, de quien me enorgullece formar parte de su entorno familiar.

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