¿Por qué esperar perder?

Siempre he pensado y he dicho que no me gustan las frases hechas, que me gusta crear las mías basándome en mi propia realidad y experiencia, pero hoy quiero reflexionar sobre una frase muy común, que aplicamos para referirnos a diferentes situaciones.&

Siempre he pensado y he dicho que no me gustan las frases hechas, que me gusta crear las mías basándome en mi propia realidad y experiencia, pero hoy quiero reflexionar sobre una frase muy común, que aplicamos para referirnos a diferentes situaciones. Esa frase es la que reza que: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

La gente suele decirla cuando ve que el otro no le da el debido valor a una cosa, a un afecto, a otra persona, a sus posesiones, por considerarlas poca cosa, a su apariencia por no ajustarse a los “cánones de belleza” que exige la sociedad, a su posición en el trabajo, por entender que merece un puesto más relevante.
Estas actitudes tienen diferentes lecturas.

Los religiosos afirman que es inconformidad con Dios y una manera de despreciar, lo que con tanto amor, éste le da a cada uno de sus hijos.
No está mal aspirar a alcanzar más en la vida, a ser mejor, a ser valorado y a llegar tan lejos como su capacidad y esfuerzo se lo permita. Es cierto que indigna ver la inequidad a la hora de posicionar personal, pero eso no es motivo para descuidar las tareas que nos tocan, por insignificantes que a veces se piense que pueden ser.

Aunque no es fácil de entender y aceptar, muchas veces las cosas que creemos merecer no llegan cuando pensamos que deben llegar, porque no estamos preparados, porque tenemos que aprender a ser humildes.

Pasamos la vida inconformes, despreciando lo que tenemos, hiriendo sin razón a los demás, lastimando a quienes nos quieren, siempre en busca de algo mejor, de lo que nuestra vanidad nos hace sentir que merecemos por encima de todo.

Por momentos sentimos que lo mejor es dejarlo todo y alejarnos, pero cuando llega ese día y por alguna razón perdemos aquello de lo que tanto renegamos, que nos resultaba poca cosa, inferior, que no estaba a nuestra altura, comenzamos a darnos cuenta de lo tontos que fuimos, de lo importante, bueno y extraordinario que dejamos perder. Solo entonces nos damos cuenta que el problema éramos nosotros y no los demás. Es cuando aquilatamos el valor de lo que fue y que ya no será más.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas