“Dios es un Dios de vida, que lo que quiere es que vivamos”

En sus 25 años de vida sacerdotal el presbítero Ramón Alfredo de la Cruz Baldera ha logrado combinar con éxito sus dos vocaciones: el sacerdocio y el magisterio, desempeñando diversas funciones a nivel eclesiástico y académico.

En sus 25 años de vida sacerdotal el presbítero Ramón Alfredo de la Cruz Baldera ha logrado combinar con éxito sus dos vocaciones: el sacerdocio y el magisterio, desempeñando diversas funciones a nivel eclesiástico y académico.El sacerdote, que con su accionar ha sido inspiración y ejemplo de vida, nació en un campo de San Francisco de Macorís en una numerosa familia de once hermanos. Asegura que sintió su vocación por la vida religiosa a muy temprana edad, y que es una persona sosegada, presta a escuchar a los demás, y que solo discute cuando ve lesionados sus derechos.

De la Cruz Baldera, asegura que en todas estas experiencias están las manos de Dios, que lo conduce hacia el camino del bien y que lo protege.
“En estas experiencias veo que Dios es un Dios de vida que lo que quiere es que vivamos, y aprender también a valorar cada momento, cada día vivirlo como si fuera el último, pero siempre trazarse planes largos, lo más alto posible y siempre intentándolo, y eso le da dinamismo a la vida, porque despierta el optimismo y el realismo al mismo tiempo”.

1. Primera Comunión
Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi infancia, que han marcado mi vida, fue mi Primera Comunión. De manera curiosa ocurrió que desde pequeño inició mi inclinación hacia la vida religiosa. Había un grupo de niños que se estaba preparando, yo no calificaba por la edad, tenía seis años, pero me sabía las respuestas mejor que los otros; entonces, me preguntaba: pero si yo me sé las respuestas, ¿ por qué no quieren que haga la Primera Comunión? Y cuando ese grupo de niños que estaba preparándose fue a confesarse, me metí en la fila, y recuerdo como ahora mismo que le dije al sacerdote: míreme bien, ¿verdad que yo puedo comulgar?, y él me dijo sí, puedes comulgar. Y cuando estoy en la fila viene la catequista a quererme quitar, e inmediatamente le dije al sacerdote: padre, ¿verdad que puedo comulgar?, y dijo el padre dijo sí, el mocoso ese puede comulgar. Entonces se me queda bien marcado ese deseo de participar de la comunión, porque siempre iba con mis padres a la misa.

2. Divina compañía
La casa donde vivíamos quedaba prácticamente sola, y en una ocasión que salían todos yo empecé a llorar porque no quería quedarme solo, mi mamá tenía que hacer una diligencia y me dijo: “vengo en un momento. Quédate ahí que los ángeles te protegen”, y yo tomé en serio sus palabras de que los ángeles me protegían y pasé media hora buscando los angelitos en la casa, y como no lo encontraba me puse frente a un espejo y dije: si vienen de espalda yo los voy a ver por el espejo, y pensaba sujetarlos, pero claro no los vi. Eso fue creando en mí la personalidad de nunca sentirme solo. Donde quiera que estoy no temo a la soledad, no temo al peligro porque siempre tengo esa confianza de que los ángeles del Señor me protegen, así como dice la Biblia “ Tu ángel irá delante de ti”.

3. Mudanza
Otro momento vital fue cuando mi familia se traslada de San Francisco de Macorís a Nagua. Tenía ocho años, y ya a los once años formé un grupo de teatro y de poesía coreada. Recuerdo que en esa época existía mucha represalia en el país, y ese grupo de niños preparaba varias poesías en contra del régimen de Balaguer, y en una ocasión la guardia se aparece en el lugar donde estábamos presentándonos y nos quieren presionar, y uno de los guardias dice: “vamos a llevarnos estos niños presos”, y yo, muy consciente de los derechos de la niñez, le dije: “a los niños no se llevan presos”. Entonces se queda mirándome y me dijo: “pero les podemos romper los dientes”. Ese momento lo recuerdo y lo uno a la primera experiencia con esa protección de Dios, que no sentí miedo; pero ese grupo de niños formó mi vida, lo que soy hoy pertenece a ese tiempo dirigiéndolo, ahí aprendí a dirigir, o sea que no es una casualidad que esté dirigiendo una de las universidades más grandes del país, y he estado siempre en tareas de dirigir, fruto de esa niñez donde aprendí también a resolver conflictos. Ese encuentro con la guardia no me hizo detener, y continuamente habían intimidaciones de militares que trataban de impedir que los jóvenes participaran en los clubes. Un hermano mío, incluso, estuvo desaparecido por tres días fruto de eso; un joven, Ramón Melo, desapareció y no se sabe qué pasó con él. No me asusté con eso, ni dije no voy a seguir, sino por el contrario, quizás todo esto tiene que ver, junto con esa experiencia religiosa, con el carácter de mi mamá, una persona que no le temía a nadie, e incluso cuando estos jóvenes eran perseguidos o sabía que andaba algún militar por la zona, ella los protegía y se enfrentaba a los militares diciéndoles que los jóvenes necesitaban su libertad para desarrollarse. En esos fines yo crecí, de rebeldía, de valor, pero también de observación por un lado, no dejarme impresionar por los peligros ni la represalia.

4. Luto
La primera vez que alguien de mi cercanía muere, fue un niño del grupo. Recuerdo que vine a visitarlo al Hospital Arturo Grullón y cuando se despidió me dijo: “dámele saludo a los demás que quizás yo no regrese”. Esa muerte siempre permanece en mi mente y cada vez que cruzo por el Arturo Grullón lo recuerdo inmediatamente, porque me dejó impresionado; me preguntaba por qué tenía que morir, quizás fue la primera pregunta que le hice a Dios, ahí viene el cuestionamiento de la misma vida: ¿por qué tuvo que morir un niño bueno, por qué tuvo que morir un inocente? que es una pregunta que se justifica, el mismo Job preguntó: ¿por qué tengo que sufrir?

5. Vacaciones a Santiago
Otro momento inolvidable e importante, que es de los pocos que recuerdo fecha, fue un 17 de agosto de 1972, cuando por primera vez salgo de vacaciones. Ocurrió que del campo de Nagua salí de vacaciones para Santiago, donde la familia del hoy monseñor Freddy Bretón, a través de un hermano mío que estaba en el Seminario, me invitaron a pasarme 15 días con ellos. Lo recuerdo muy bien porque fue mi primer contacto con una ciudad desconocida, porque San Francisco y Nagua me eran conocido, pero una ciudad del tamaño de Santiago no estaba en mi mente, sobre todo cuando el vehículo se iba acercando al Monumento, que yo dije, y lo recuerdo como ahora: ¿ y eso no se cae?, me dijeron no, eso está bien pegado ahí, y esa experiencia me vinculó mucho a Santiago. Yo diría que ese año 1972 fue como enamorarme de la PUCMM y que ese noviazgo permanece hasta el día de hoy.

6. Entrada al Seminario
Otro momento que recuerdo muy bien fue mi ingreso al Seminario Menor en La Vega. Siempre me preguntaban qué quería ser cuando terminara el bachillerato y siempre insistí en que quería ser sacerdote o maestro. Maestro, porque me gustaba ir a la escuela siempre, admiraba a los maestros, y sacerdote porque había inspiración en los sacerdotes. Hasta que un día un sacerdote hace una reflexión lógica, y me dice que si yo me hago maestro posiblemente no fuera sacerdote, porque como maestro quizás me casaba; pero que si me consagraba como sacerdote podía ser maestro. Ahí empezó una decisión, yo dije: “ah, pues así lo voy a hacer, e ingresé al Seminario en el 1978 al Santo Cura de Ars, y desde un principio hago las dos cosas: el sacerdocio y la docencia; aprendí a valorar más al maestro, siempre he admirado que el maestro tiene una gran tarea y un desafío, y es que se le entrega en sus manos el futuro de muchas personas, y que el maestro puede construir o destruir, de aquí que yo considero y concibo que el aula es un templo sagrado donde hay personas, hijos de Dios, que esperan un crecimiento personal y que yo puedo destruir o puedo construir. Entonces, el docente está para construir, no para destruir.

7. Dolor ajeno
En el camino de formación hubo un momento que me provocó dolor. Fue en una ocasión que estaba en una parroquia como seminarista, y el sacerdote le dio una mala respuesta a una señora, y la señora se puso a llorar. Y eso me cayó tan pesado, que dije: cuando sea sacerdote jamás daré una mala respuesta, y gracias a Dios hasta ahora no lo he hecho, siempre trato de respetar, cada persona para mí es sagrada, y cuando estoy frente a una persona siempre busco lo bueno de esa persona y quizás por eso disfruto la presencia de la otra persona, cada momento para mí es importante, porque veo un hijo de Dios que hay que respetarlo. Incluso, donde he trabajado, cuando una persona comete errores, falla, siempre digo hay que dialogar primero, no me despidan una persona sin dialogar antes, sin ayudarlo a corregir ese mal, sin darle una oportunidad; entonces esa actitud me ha ayudado, la misma vida me va enseñando esa parte.

8. Estudios en Alemania
Otro acontecimiento importante en mi vida fue cuando terminé la Filosofía, que fue en el Seminario Mayor, pero con título de la Pontificia, y me fui a estudiar a Alemania, y recuerdo el encuentro de venir a Santiago, dije: me voy a otra ciudad desconocida por cinco años; y de manera inteligente, mi papá, que era agricultor, dice: “como tú vas a durar mucho tiempo fuera, voy a sembrar una mata de guayaba, cada vez que le eche agua me voy a recordar de ti”, fue impresionante. Claro, estoy hablando del año 85, que en ese tiempo no habían vuelos directos a Alemania, y llamar aquí por teléfono costaba todo el dinero, uno como estudiante no podía hacerlo; y cuando llegué allá, al encontrarme con la fuente de la filosofía y la teología moderna, inmediatamente comencé a buscar todos estos filósofos conocidos, teólogos.., dónde tenían charlas para ir a escucharlos. Y una experiencia bonita fue la primera vez que me encontré con el filósofo alemán Josef Pieper, el filósofo de las virtudes, y hubo una charla con él, habíamos como doce estudiantes, pero fue mi primer encuentro con un científico. Lo menciono porque Josef Pieper dice que las mayores de las virtudes es la prudencia, que se puede ser muy sabio, pero si no se es prudente no hay sabiduría y eso me llevó a estudiar mucho las virtudes del ser humano, siempre en vista a la prudencia, y claro, poner en práctica la prudencia, por eso muchas veces callo y escucho porque si uno se adelanta en hablar, comete imprudencia. Alguna gente me tilda de tímido, pero resulta que nunca me he considerado tímido, yo escucho primero.

9. Ordenación sacerdotal
Dos hechos que puedo unir, de mucha importancia para mí, fue mi ordenación como diácono, que se hizo en Alemania, y mi ordenación sacerdotal en el 1991, en Nagua . Ahí yo tomé la decisión de vivir mi sacerdocio a plenitud, y mis padres me dijeron: “ te entregamos a la Iglesia. Tu familia a partir de ahora es la Iglesia, que nada en nuestra familia interrumpa tu trabajo”. Mis hermanos lo tomaron muy en serio, tengo un año aquí y solo han venido dos hermanas, y es observando si yo no tengo nada ese día, porque no quieren interferir con mi trabajo con la Iglesia. Otra decisión que tomé fue que la primera misa mía fue el día del bautizo del Señor, el trece de enero, y aparece la lectura que dice que Jesús se fue a bautizar en un bautismo común, quiere decir que se puso en la fila, él siendo Dios pudo haberle dicho a Juan: yo quiero una ceremonia aparte, sin embargo no lo hizo. ¿Qué yo aprendí?, la humildad, o sea no buscar privilegios, si voy a un lugar hago mi fila, con las personas que trabajan conmigo no busco que me sirvan, sino que trato de servir.

10. Ejercicio sacerdotal
Un momento clave de mi ejercicio sacerdotal, de mi labor docente, un hecho que menciono con frecuencia, me pasó aquí en Santiago en el 2007: -Yo fui director del departamento de Educación del 2006 al 2009 aquí-, fue un momento en que iba a impartir una cátedra, y subiendo la escalera encontré una estudiante, la vi un poco triste y le dije: ¡oye, ánimo, la vida continúa!, simplemente eso. Como a los tres días recibo una llamada, era la mamá de la muchacha, y me pregunta: ¿usted es el padre Alfredo?, le digo sí. ¿Usted da la clase de Introducción a la Filosofía?, le digo sí, y dice ella: gracias padre. Yo le pregunto: ¿quién es usted?, y me dijo: no importa quién soy, pero quiero agradecerle que usted evitó que mi hija se suicidara. Entonces le pregunto: cuándo, y dice ella: usted es un ángel, fue una muchacha que usted le dijo “la vida continúa”, y ahí entonces recordé. Es interesante eso, es una experiencia que me marca siempre y me emociono cuando lo hablo, la vida es un continuo aprendizaje, y me dije: a partir de ahora nunca me quedaré callado en saludar, en expresar, motivar a otros. La misma experiencia la tuve en Alemania. Encuentro una señora y le digo: hola doña, ¿cómo está usted? y ella contestó: qué le importa. Me devolví y le dije: doña usted sí me importa, porque usted es hija de Dios, usted me importa mucho. Simplemente fue eso, una frescura mía, pero me atreví, y como al mes se acerca una señora a confesarse, era ella pidiendo perdón. Y me dijo: “a partir de ese momento yo dejé de hablarles mal a las otras personas, yo no sabía que era usted padre”. Me vio en la misa y me reconoció, dijo que a partir de ese momento decidió no hablarle mal a nadie. Son las dos experiencias a nivel de sacerdocio más fuertes que he tenido.

Respeto a la diferencia

“Debemos aprender a ser felices, somos el ser por excelencia de la creación, así como protegemos la naturaleza, los animales, aprender a protegernos nosotros como seres humanos, y esa vida se protege en la medida que yo busco la felicidad del otro, que hago amistad profunda con otra persona, que respeto a la otra persona y que le muestro también el camino de que es posible seguir hacia adelante; o sea, que por muchos problemas en la vida, siempre hay un camino abierto. Ahora, lo importante es estar siempre en esa actitud, de uno poder ver ese camino”. “Uno de mis hermanos es sacerdote de la iglesia Episcopal, que era católico y luego pasó a la Episcopal, con quien tengo una buena relación, quizás eso me llevó también a tener buena relación con los hermanos separados. Yo no tengo ningún problema en ese sentido, siempre me gusta buscar el diálogo con las demás iglesias, aceptar las diferencias también, saber que el otro es diferente a mí, y que gracias a esa diferencia es que podemos construir un mundo armónico, de paz, respetando la diferencia”.

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