Otra tragedia en el béisbol

Cada vez que sucede un hecho lamentable, como es el caso del trágico deceso de José Fernández en la madrugada del pasado domingo, toca por obligación hacer un pare en la agitada vida que en muchas ocasiones llevamos.

Cada vez que sucede un hecho lamentable, como es el caso del trágico deceso de José Fernández en la madrugada del pasado domingo, toca por obligación hacer un pare en la agitada vida que en muchas ocasiones llevamos.
Las metas alcanzadas y las ilusiones de más conquistas ya no existen. Apenas tenía 24 años.

Ese accidente marítimo se llevó a uno de los más prometedores lanzadores en todo el béisbol y, por encima de todo, a un ser humano con la energía suficiente para iluminar su entorno y al protagonista de una historia de sobrevivencia que sacude los cimientos del más impertérrito de los seres humanos que pueda aparecer.

De repente la carrera del pelotero que llegó para quedarse en las GL, un privilegio del que pocos disfrutan porque no todo el que sale cruza la meta, se coloca en un segundo plano y hay que pensar en el drama familiar, en el dolor de quienes alcanzó con su forma de ser.

Hay que pedir al Altísimo que conceda las fuerzas al amplio grupo de personas que hoy lloran su partida. El ser humano es una criatura del hábito y cuando hay que adaptarse a uno nuevo, máxime si es por una condición forzosa y traumatizante como una muerte a destiempo, los días son largos, bastante largos diría.

Los jugadores en las Mayores son como una familia. Comparten más entre ellos que con sus seres queridos. Esa es la vida de un pelotero profesional: te ganas el sustento de los tuyos con un salario de lujo, pero solo puedes disfrutarlos a tiempo completo cuando te retiras.

En otros casos, no cumples ese sueño. Te vas de este mundo cuando nadie lo espera. Solo quedan las fotos y los recuerdos, que en su esencia son las máquinas que provocan rostros surcados por lo que nadie puede evitar: las lágrimas que provienen del alma.

Fernández fue un guerrero. En varias ocasiones durante su infancia se lanzó a la travesía de desertar y estuvo en prisión. En una de esas peripecias, escuché decir ayer a Eduardo Pérez, el hijo de Tany que es comentarista en la cadena Espn, evitó que su madre se ahogara. ¡Bravo, José! Eso se llama un acto heroico que perdurará por siempre.

En paz descanse, José Fernández. 

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