No al desenfreno

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Como en años anteriores, informa el Ministerio de Interior y Policía, desde el 10 de diciembre hasta el 09 de enero “no se aplicarán restricciones de horario a los bares, discotecas, colmadones, drinks y restaurantes con motivo de las festividades de Navidad, Año Nuevo y Día de Reyes”.

Es decir, continuará la tradición, como si nada pasara. Y resulta que uno de los fracasos del PLD en la administración del Estado es la inseguridad que sigue en aumento, “como en años anteriores”.

La violencia creciente ha debido ser un elemento a considerar al momento de abrir la compuerta al consumo de alcohol en toda clase de establecimiento durante un período que ha perdido su esencia y se ha trocado en un bacanal que estimula la inseguridad.

En vez de eliminar las restricciones, el Ministerio de Interior y Policía debió considerar la realidad, y no limitarse a un proceso “de consultas, encuentros y concientización” con parte interesada, es decir, los establecimientos de “diversión”.

Quizás el consenso alcanzado habría sido diferente si en vez de los mercaderes se hubiese consultado a las iglesias, a las juntas de vecinos, a las familias que temerosas ven sus hijos salir sin la certeza de que regresarán.

¿Qué puede esperarse con la venta de alcoholes después de las 12:00 de la noche, en una sociedad cargada de tantos problemas? ¿Disfrutar a plenitud?

Algo ridículo resulta el argumento de que la medida se adopta con “el único interés de garantizar el derecho a la diversión dentro del marco de la prudencia y las facultades legales permitidas, de manera que la ciudadanía pueda festejar esta temporada navideña sin que con ello se favorezcan extralimitaciones”.

Los momentos cumbres de las celebraciones coinciden con los fines de semana, sábado y domingo. Son días muy apropiados para el disfrute en familia.

Esa autorización en nada contribuye a la campaña para disminuir los accidentes de tránsito, para mejorar la seguridad ni para disminuir las frecuentes intoxicaciones que a veces conducen a la muerte.

Esa medida todavía puede ser enmendada con criterios más acordes con la realidad. Y no es que haya unas Navidades aburridas, sino que no patrocinemos el desenfreno. l

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