Las “sobras” en Navidad y las excusas

En estos días se permite engordar, darle rienda suelta a nuestros gustos culinarios, con el débil argumento de que en enero haremos ejercicios e iniciaremos la dieta. Es un engaño colectivo, pues nadie cree que al inicio del año haremos lo posible&#82

En estos días se permite engordar, darle rienda suelta a nuestros gustos culinarios, con el débil argumento de que en enero haremos ejercicios e iniciaremos la dieta. Es un engaño colectivo, pues nadie cree que al inicio del año haremos lo posible por rebajar esas libritas adquiridas con tanto entusiasmo en Navidad.

Vemos con naturalidad que alguien (por no decir nosotros) pierda el control frente a los platos más grasosos del mundo; es más, resulta hasta absurdo ser vegetariano. A esto se agrega que comer en Navidad suele ser complicado. ¿No lo creen?

Empecemos por el 24 de diciembre que se acerca, donde generalmente se cena tarde, sea porque hay que aprovechar ese momento en familia para repasar el año y planificar, sea porque hay que esperar a alguien que inició temprano la parranda y no aparece ni en fotos, sea porque la abuela se lamenta por décimo año consecutivo de que será su última Nochebuena.

Para colmo, desde la tarde empezamos a beber y a comer coquitos, uvas, turrones y pasas; y cuando llega la hora del festín ya tenemos el estómago lleno de gases. Entonces solo nos queda saborear un cuerito de cerdo por allí, un pedacito de manzana por allá, una mordidita a un turrón acullá… en fin, comemos mal, de todo un poco y de nada mucho.

La nevera se llena de lo que quedó, sin dejar de lado el hormiguero y el mosquerío que desde la madrugada se dan gusto en la mesa porque los dulces y las carnes quedaron afuera y destapados. Y aquí inicia la etapa más larga del año consumiendo “sobras”.

El 25 de diciembre, temprano, devoramos lo que subsistió del 24, cuyos alimentos, todavía, mantienen cierto orden y estética. El 26 desayunamos con desechos que no huelen del todo bien. Al mediodía volvemos con lo que se sobrevivió del 24, pero ahora las carnes de cerdo, res y pollo están mezcladas, al igual que los pastelones de berenjena y de plátano maduro. Nadie sabe lo que traga y mucho menos puede descifrar de dónde proviene el hueso que tiene en la boca.

El 27 se repite lo del 26. El 28, con los remanentes que se han salvado y con el pan duro que desde el 24 nadie le había hecho caso, hacemos sándwiches con retazos de todos los animales del mundo, con mucho catchup, mostaza y mayonesa para matarles el sabor.
Lo triste de todo es que el próximo 31 de diciembre, aunque con menor intensidad, se repetirá lo del 24 de diciembre y será a principios de enero cuando finalizará en nuestras mesas el “tiempo de las sobras” y de las excusas.

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