La violencia engendra violencia

A John Percival Matos se le había acusado de robarse un avión y dirigir tres asaltos violentos. Se supone que las autoridades trataron de capturarlo. Cuando sus esfuerzos resultaron inútiles, entonces se procedió a solicitarle, con las garantías&#823

A John Percival Matos se le había acusado de robarse un avión y dirigir tres asaltos violentos. Se supone que las autoridades trataron de capturarlo. Cuando sus esfuerzos resultaron inútiles, entonces se procedió a solicitarle, con las garantías de ley, que se entregara mediante la vía más adecuada.

Tanto se insistió en que procediera de ese modo, que algunos sectores comentaron que no había precedente, al menos reciente, de algún caso de perseguidos por delitos comunes con los cuales se actuara de ese modo. Se llegó a insinuar que recibía un trato privilegiado.

De acuerdo con lo publicado, las autoridades apelaron a la mediación familiar, pero el fugitivo nunca reaccionó a los llamados. Posteriormente, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en la persona de Manuel María Mercedes, agotó los recursos a su alcance para posibilitar su entrega.

La respuesta, después de los hechos en la plaza Bella Vista Mall, fue el más reciente asalto a tiros en Plaza Lama, en el corazón de la capital, a pecho y rostro descubierto. Esos hechos dejaron saldos trágicos, heridos y un muerto.

Ahora, las culpables de la muerte de Percival Matos son las autoridades que tienen como misión mantener el orden público y la paz ciudadana.

Nadie discute que las autoridades no están para disponer de la vida de nadie. Pero están en la obligación de aprehender a quienes entren en conflicto con la ley.

¿Es justo que ahora los policías que participaron en los hechos que tuvieron como desenlace la muerte de Percival Matos sean vistos como vulgares asesinos, que actuaron a sangre fría, que atacaron a un ciudadano pacífico que dormía en una habitación de una cabaña?

La división, las pasiones políticas y los desenfrenos no pueden conducir en forma alguna a pretender convertir en héroe a un hombre que perpetró hechos violentos, robos y asaltos que nunca negó.

Deploramos la violencia. Es un mal que debe ser desarraigado de la sociedad. Debe prevalecer la cultura de la paz, pero los hechos deben situarse en su contexto real, no manipularlos burdamente y pretender convertir a un delincuente en un ángel.

La violencia engendra violencia.

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