Algo simple

Acudo a una empresa esta semana en busca de un servicio, de la cual, hace años, mi hija y yo somos clientes, sobre todo porque la misma es propiedad de dos amigas; una de ellas es dueña por hace más de 20 años, por lo tanto, dicha empresa lleva más de dos décadas establecida en el país.

Acudo a una empresa esta semana en busca de un servicio, de la cual, hace años, mi hija y yo somos clientes, sobre todo porque la misma es propiedad de dos amigas; una de ellas es dueña por hace más de 20 años, por lo tanto, dicha empresa lleva más de dos décadas establecida en el país. Por lo general, aviso cuando voy para allá, ya que me queda distante de mi casa y las áreas por donde circulo recientemente. Esta vez fui sin avisar, y no estaban ninguna de las dos socias. Solicito la empleada más antigua, con la cual tengo mayor confianza, para hacerle unas preguntas que, aun no sea ella que hace esa parte, entendí tenía una posición ganada, para que me atendiera. Manda a decir con la de recepción: “Dile que no puedo, estoy ocupada en contabilidad”. Sin embargo, aunque tengo una empresa que da los mismos servicios frente a mi casa, me traslado hacia allá para apoyar a las propietarias, por ser personas a las cuales tengo un gran afecto.

Queda claro con esta narrativa, que para mí fue muy desagradable y frustrante perder mi tiempo y no ser atendida. He repetido mucho a mis hijos, desde niños, que una de las cosas que trae sufrimiento al ser humano es precisamente lo de este ejemplo, esperar que el otro te dé lo que tú entiendes merecer, pero que el mismo no esté en capacidad de dar, por la razón que sea; en este caso, mala educación, falta de compromiso con su trabajo o, simplemente, ninguno con mi persona y mucho menos afecto.

Es común este tipo de situaciones a la hora de requerir productos o servicios; momentos en que sé que ustedes, como yo, repiten la siguiente frase: “Se nota que no es el dueño”, o solicitas a éste, para mínimamente desahogarte con una queja. Lo peor de todo es que pareciere que terminamos acostumbrándonos al mal trato y mal servicio, lo que trae como consecuencia salir de los lugares contrariados, malhumorados, razón por la cual, en muchas ocasiones, sentimos que se nos daña el día.

¿Estás dando lo mejor de ti en tu lugar de trabajo? ¿Te identificas con lo que haces? ¿Sientes compromiso, fidelidad, respeto y gratitud por tu trabajo? De tus respuestas depende el cambio, sin importar la posición jerárquica. Todos somos importantes, al igual que los dedos de la mano.

Posted in Por tu familia

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