Para obtener los máximos beneficios en las relaciones con China, sugiero al Gobierno trazar una estrategia que nos acredite en Beijing como lo que somos: una auténtica República Bananera (¡esta vez con mayúsculas, a mucha honra). Porque si Henry Kissinger, al proponerse Estados Unidos las relaciones con China y romper con Taiwán, dijo en 1972 que la aspiración de Washington era que cada chino consumiera por lo menos una Coca Cola al año, ¿se imaginan cómo nos iría si 1,300 millones de chinos le cogieran amor al mangú? (No me asombraría si muy pronto tuviéramos una estatua de Duarte en la plaza Tian An Men).

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