Castillo del Cerro, un viaje a la historia reciente

La  República Dominicana es conocida por sus hermosas playas de aguas cristalinas, la gente alegre y la música que mueve al pueblo.

La  República Dominicana es conocida por sus hermosas playas de aguas cristalinas, la gente alegre y la música que mueve al pueblo. Pero somos mucho más que eso. Cada ciudad de esta nación tiene “algo” que “contar”, una historia que transmitir de una generación a otra como una especie de “marca” histórica que hace recordar los errores del pasado, pero que al mismo tiempo son dignas de enmarcar dentro del patrimonio histórico-cultural.

Es posible que muchos dominicanos desconozcan que en la ciudad de San Cristóbal, en uno de los puntos más altos del pueblo, se encuentra el Castillo del Cerro, una edificación que a simple vista puede no llamar la atención; pero adentrarse en ella resulta un viaje al pasado, específicamente durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.

Su construcción data de 1949, bajo el mandato de “El Jefe”, quien ordenó a Henry Jean Gazón Bona, un mayor del Ejército Nacional, quien además era ingeniero-arquitecto, de origen francés, a que le erigiera una vivienda (algo nada fuera de lo común, ya que Gazón Bona se encargaba de gran parte de las obras de la época).

Lamentablemente, para Gazón Bona la propuesta arquitectónica no caló en el gusto del mandatario, quien debido a los rumores de que el Castillo del Cerro tenía una apariencia de una “casa para locos”. Esto hizo que el ingeniero tuviera que exiliarse en Canadá, donde murió en el 1982.

Muy particular

Quienes han tenido la oportunidad de visitar el Castillo del Cerro, han podido sentir el roce de la suave y fresca brisa, una constante en el lugar a pesar de las altas olas del calor. Además, la panorámica que ofrece ese espacio es ideal para poder visualizar todo el paisaje del pueblo de San Cristóbal.

Si con esta breve descripción del entorno no te animas a ir, quizás con saber más detalles sobre el Castillo del Cerro pueda ser el “empujoncito definitivo” para que te decidas a iniciar una gira de turismo interno por la isla.

Para orientar a los visitantes, al llegar a este recinto eres recibido por un guía turístico, quien se encarga de llevarte por cada rincón de esta edificación y proveerte de toda la información que requieras.

Las vistas dejan una sensación como si estuvieran trasladándote a esa época de derroche y francachela (algo muy característico en todo lo que hacía Trujillo).

Como particularidad, esta estructura hecha de hormigón armado, tiene forma de buque, consta de cinco plantas y posee varias habitaciones diseminadas en cada uno de los pisos.  En cuanto a la decoración, esta se caracteriza por la presencia de elementos cargados muy al estilo barroco y de figuras que recuerdan  la mitología universal.

Detalles que resaltan

Cada una de las habitaciones, en especial la de la  hija del tirano Angelita, y la de su esposa  María Martínez, están decoradas con motivos florales  y mujeres  con temas mitológicos, imitando detalles que caracterizan la antigua Roma. Formas semicirculares de gran belleza cromática en conjunto con estilos clásicos, decoran los distintos ambientes, según el personaje que lo ocuparía. En este caso se percibe la sutileza femenina.

Las mentes de los decoradores de esa época volaban hacia una cultura de reyes, pues si se observa con detenimiento, es posible detallar que cada aspecto de la decoración del Castillo fue elaborado y seleccionado meticulosamente.

En el techo destaca la capacidad técnica de cada una de las personas que trabajaron en la obra, que forma parte de uno de los patrimonios históricos más valiosos del país.

La que suponen ser las habitaciones de Ramfis y Radamés Trujillo (los hijos del Tirano), están decorados con motivos que hacen un llamado a la virilidad masculina, al igual que el salón de  barbería personal, también decorada de esta forma y con detalles de la flor de lis (una flor de tres pétalos, emblema de la realeza francesa que evidencia de que Trujillo quería inculcar a sus vástagos esta creencia y sentirse de pertenencia a la “sangre azul”).

“El Cerro” ha sido convertido en el Centro de Formación de Agentes de Vigilancia y Tratamiento Penitenciario, adscrito a la Escuela Nacional Penitenciaria, desde febrero del 2006.

Ariel Pérez, guía del lugar,  dice que esta edificación es la más grande y completa que posee la región sureña y no se le daba uso. A pesar de los 63 años que tiene esta construcción no se le observan grietas en ningún lado.

Cada rincón del Castillo conserva su historia

Cada salón conserva una decoración diferente de otra, así como las habitaciones, por ejemplo la de Ramfis, poseen un relieve que expresa la “Silla Eléctrica”, una de las armas de torturas más letales de su padre y sus secuaces.  El área de recreación de la habitación de El Jefe, contiene un mural de lo que era la vivencia del día a día en la provincia, donde se destacan rostros alegres y otros tristes, ya que Velazaneti pintaba lo que veía, y este mural a Trujillo no le gustó, pues el quería que fuera todo alegre.

Detalle
En la parte trasera del Castillo del Cerro  hay un parque que divide al mismo, de lo que era la casa de los empleados.

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