Mi familia es mi principal iglesia, el sacerdocio no me ha alejado de ella

Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio recibió el llamado para servirle a Dios cuando apenas tenía 14 años, y…

Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio recibió el llamado para servirle a Dios cuando apenas tenía 14 años, y desde entonces ha realizado una labor pastoral, tanto a nivel nacional como internacional, que ha dejado sus frutos, ya fuera como sacerdote, durante su misión en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en Colombia, como obispo auxiliar o como arzobispo.

De niño soñaba con ser escritor, historiador y comunicador, labores que ha podido combinar con su sacerdocio, pues ha publicado varios libros, realiza conferencias y tiene un programa de televisión, a través del cual sirve a la comunidad.

Aunque su labor pastoral lo ha llevado lejos de Higüey, su tierra natal, De la Rosa y Carpio mantiene el vínculo con sus raíces, y cada vez que puede saca tiempo para reunirse con su familia, pues considera que esta es su principal iglesia. “La vida sacerdotal no me ha alejado de mi familia de ninguna manera, si uno la organiza bien, se mantiene el vínculo con la familia”, dice. Hoy comparte algunos de los tantos momentos inolvidables de su vida, y al pasar revista de esto, ve que la vida no ha sido un pasar inútilmente, pues “somos seres humanos, no somos perfectos, pero ha habido sus frutos que permanecen”.

1. Mi infancia y la lectura en familia

Hay momentos inolvidables en la familia. Para mí siempre fue muy significativo, y sigue siendo significativo, las tardes de los domingos en mi familia, cuando papá, mamá, mis hermanos y yo nos quedábamos los domingos en la paz del hogar leyendo. Yo jamás podré olvidar eso, porque además me marcó. Ahí yo aprendí a leer, y pienso que mi vocación de escribir, vino de esas tardes de lecturas en familia.

2. Migración de mis padres

Un momento que no olvido fue cuando mis padres tuvieron que emigrar por razones de trabajo. Papá tenía un camión y vendía frutos, y un ciclón rompió todos los puentes, se le pudrieron los productos y perdió el camión. Se fue a administrar una finca a 28 kilómetros de Higüey, mis hermanos y yo tuvimos que quedarnos con los abuelos. Tuvimos la ventaja de que papá y mamá iban con frecuencia a visitarnos, por eso no fue traumatizante, y nosotros íbamos de vacaciones allá.

3. Estímulo para escribir

En la escuela yo debo decir que me marcan los maestros, particularmente don Bienvenido Durán Pión, porque cuando estaba en cuarto de primaria en la Escuela Hermanos Trejo, escribí algo, y él me tomó y me llevó donde el director de la escuela, y le dijo: “mire a este muchachito lo que ha escrito, seguro que de él saldrá algo bueno. Ese estímulo del maestro me marcó. Otra maestra que no olvido es a Catalina Montes de Oca, en octavo curso.

4. Llamado al sacerdocio

Yo creo que fue un momento que cambió mi rumbo. Hasta los trece años yo quería ser escritor, charlista e historiador, y a los 14 años Dios me llama a ser sacerdote y eso marca mi vida, porque tomo un rumbo que no era el que yo creía en mi adolescencia, del cual siempre me siento muy agradecido y si tendría que volver a tomar ese camino lo volvería a hacer.

También agradezco que tomé el camino adecuado, pero mi vocación humana, la que yo quería ser, la sigo realizando, porque escribo y relato la historia. Dios usó de instrumento la vida de Jesucristo, yo empecé a leerla porque tenía un dolor de muela horrible. Estaba buscando un libro de muñequitos y no lo encontré, eso era lo único que tenía a mano, pero jamás me ha vuelto a doler una muela en mi vida desde los 14 años, y eso está unido a mi vocación como un signo, puedo tener cualquier dolor, menos dolor de muela.

5. La ordenación sacerdotal

Yo tenía 25 años, son momentos que marcan toda la vida, y la ordenación sacerdotal en Higüey: 25 años, el primer sacerdote de la nueva diócesis de La Altagracia, siempre ha habido sacerdotes en Higüey, pero en esa diócesis yo fui el primero, por eso no lo puedo olvidar, y ligado a esto no puedo olvidar el día que monseñor Pepén me anuncia que voy a ir a hacer la especialización a Roma y luego a París, eso en un sacerdote joven indiscutiblemente lo marca.

6. Misión en otros pueblos

Otro momento que recuerdo es cuando fui enviado a Hato Mayor, siendo un joven sacerdote acabado de salir del seminario. Allí estuve por tres meses. En esa época trabajé mucho con los jóvenes, me dediqué de lleno a la parroquia, eso fue en el año 1965 y todavía, con el paso del tiempo, uno guarda ese gratísimo recuerdo. Hato Mayor ha sido para mí un tiempo de recuerdo, como también han sido los pueblos donde yo he estado. Cuando regresé de Europa llego a La Romana. Ahí viví un tiempo realmente muy hermoso e inolvidable. Yo en cada uno de estos pueblos me siento como si fuera a mi casa.

7. Vuelta a casa

Un momento que también es inolvidable es mi vuelta a Higüey. Yo había salido a los quince años y regreso a Higüey casi 15 años después, aunque iba de vacaciones. Ahí me marca el tiempo en La Basílica, que fue también un tiempo estupendo, fui rector del Seminario Menor, acompañando también a los jóvenes, un tiempo muy dinámico, y esa época es también muy importante porque me dediqué a tiempo completo a trabajar en el santuario de la virgen, fue ahí donde terminé mi investigación sobre Nuestra Señora de la Altagracia, que me servía para una tesis doctoral.

8. Paso por el CELAM

No olvido cuando fui enviado al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), a trabajar en Bogotá, ahí hice un servicio para todas las diócesis del continente americano. Duré cuatro años y medio con sede en Bogotá, desde ahí tenía que servir a todas las diócesis de América Latina, a todas las Conferencias Episcopales en áreas de catequesis, educación, en biblia y también Pastoral Castrenses, entonces yo tenía que visitar esos países y organizar actividades.

9. Ordenado por Juan Pablo II

No olvido el día que fui llamado para ser obispo auxiliar de Santo Domingo, el que te ordene como obispo el papa Juan Pablo II en Roma, es algo inolvidable. El anillo de obispo que llevo es un regalo de él en la ordenación, y el pectoral, la cruz grande que llevo es también un regalo de él, tan inolvidable es ese momento, que estos signos siempre me lo recuerdan.

10. Nombramiento en Santiago

Evidentemente una de las grandes sorpresas de mi vida fue haber sido nombrado arzobispo de Santiago de los Caballeros, eso jamás lo podía pensar. Eso fue en el 2003, hace nueve años, y evidentemente me siento muy bien aquí, realizando una labor que me hace muy feliz, y yo espero que la gente esté en la misma dimensión.

Satisfacción por el trabajo realizado

Cuando yo miro hacia atrás en mi vida, yo descubro, -y eso sí es significativo para mí,- que a los sitios donde he ido, he ido para una misión, a realizar algo, cuando he estado en los lugares y pasa el tiempo, digo, yo fui enviado para realizar una misión. Cuando termino los estudios, voy a La Romana, y digo: vine aquí y trabajé con los jóvenes, veo que ahí queda un fruto. Una vez me encontré con un jóven de esa época que me dijo en broma, “Ramón, tú me echaste a perder, yo estoy trabajando en Aduanas, tú no sabes las oportunidades que tengo ahí de hacerme rico, pero no puedo robarme un peso, porque la formación que me diste, me echó a perder”.

Siempre saco tiempo para compartir en familia

La vida sacerdotal no me ha alejado de mi familia de ninguna manera, siempre he considerado mi familia como mi primera iglesia, y mantengo esa relación constante con ellos.

En la familia hemos procurado mantener siempre esa unidad, y mantenemos una relación continua, muy fluida, con mis hermanos, con mis sobrinos. A mí me da mucha alegría, y además de eso yo tengo un principio muy claro, yo nunca me meto en la vida de mis sobrinos, pero ellos me cuentan sus vidas y ahí me dan la oportunidad de hablarles.

Hemos logrado en la familia tener una fundación en nombre de mi mamá. Papá dejó una casa a la orilla de la playa, eso nos sirve de encuentro. Yo le doy mi tiempo en medio de mis ocupaciones y me sirve de descanso también.

Misa en francés
En Guaymate conocí el mundo de la cultura haitiana, podía celebrar la misa en francés para estas personas”.

Algo difícil
Viviamos con mi abuela y ella nos daba pan con huevo de desayuno, y eso me olía a separación y amargura; todavía en la actualidad no lo como”.

Vacaciones
Cuando en el mar no había hoteles y podíamos caminar por las aguas, a caballo junto al mar, esas eran las mejores vacaciones”.

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