En extinción

Cuando quiero comprar carnes frescas suelo ir a una carnicería donde, por lo general, busco que me atienda una misma joven.

Cuando quiero comprar carnes frescas suelo ir a una carnicería donde, por lo general, busco que me atienda una misma joven. La misma, un día que voy a hacer compras, en su hora de descanso, alcanza a verme y grita: “¡Amiga, voy a atenderla!” Es una chica bastante joven, quien con amor y cuidado selecciona por lo general lo que me va a ofrecer cuando voy a ese lugar.

Esto parece algo quizás sin importancia para otros, pero para mí, más que venderme un producto, recibo conjuntamente con él una hermosa dosis de afecto y deseo de servir.

Eventos como este se hacen cada vez menos comunes, y con frecuencia me pregunto: “¿Qué está pasando en nuestra sociedad donde una gran parte de las personas, en vez de estar contentas y agradecidas de tener un trabajo a través del cual deben dar un servicio, quisieran que los que vamos al lugar, gracias a quienes ellos cobran, no existiéramos?”

En ocasiones me he sentido tan mal atendida por algún empleado(a) que le he dicho, que si no quieren estar que renuncien y se vayan. Recuerdo que una vez, con el mayor descaro, un joven me respondió, al decirle que lo iba a reportar con su patrón: “lo poco que me importa, si yo estoy loco porque me liquiden para irme de aquí”.

Me pregunto si es que soy exigente a la hora de demandar un servicio o una atención al cliente, o que, por el contrario, hay un desinterés colectivo en dar lo mínimo. Igual sucede cuando pides informaciones telefónicas sobre algún producto. Pero, terrible es cuando llamas a alguna empresa para ofrecer una queja; después que tú describes tu problema y la otra persona, quien por lo general permanece callada, quién sabe si ni escuchando, uno mismo tiene que decir: “¿estás ahí?”, ya que más que una conversación es un monólogo; y la persona del supuesto servicio al cliente apenas te contesta: “Sí, la oigo. Ya tomé su reporte”.

Creo que un robot bien diseñado dejaría mayor satisfacción que esas respuestas tan frías y tan indiferentes que, más que una respuesta, son un “al fin, ya acabó”. Como si nadie recordara lo que dice la palabra: “…recordando las palabras de Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”.” (Hechos 20:35).

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas