Trata de ser amo de lo que callas

“El que mucho habla, mucho yerra”. Muy cierto. Como también es cierto que el ser humano es “esclavo de lo que dice y amo de lo que calla”.

Trata de ser amo de lo que callas

“El que mucho habla, mucho yerra”. Muy cierto. Como también es cierto que el ser humano es “esclavo de lo que dice y amo de lo que calla”.

“El que mucho habla, mucho yerra”. Muy cierto. Como también es cierto que el ser humano es “esclavo de lo que dice y amo de lo que calla”. Esto nos dice que cuando algo nos desagrada o molesta sobremanera, no tenemos más salida que callar, pues si expresamos el desagrado, nos exponemos al rechazo y de seguro seremos juzgados con
rudeza.

En nuestras sociedades, la sinceridad se castiga con el desprecio.

Esa es una gran pena y representa una enorme contribución a la hipocresía y la falsedad, dos armas cada vez más poderosas y utilizadas para abrirse camino en la vida y alcanzar el éxito, en lo personal y profesional.

Entonces, la transparencia, mostrarse tal como uno es, demostrar que algo le desagrada, expresar con libertad lo que siente, reclamar respeto ante las acciones que van en contra de su dignidad, es visto como una arrogancia, y no faltará quien te tilde de soberbio.

Es así como comienzan los secretos, los silencios y las poses.

Es así como empiezas a creer firmemente que ciertamente eres esclavo de todo aquello que dices, que todo será usado en tu contra, que aun con razón, si tus palabras lastimaron tan fuerte como solo pueden hacerlo la verdad y la calumnia, serás condenado y saldrás muy lastimado.

Es así como también terminas convencido de que se es amo y señor de toda cosa guardada, de cada palabra que no dejamos escapar, de cada verdad que decidimos dejar para un momento específico.

Eso da resultados, pero es tan difícil para quien no tiene dos caras, para aquel que no piensa fríamente en conveniencias, ni en aprovecharse de lo que puede obtener del otro. Algunas veces tratamos de unirnos a la corriente, a la gente “diplomática”, que te sonríe al mismo tiempo que te asesta un puñal en la espalda, pero esos seres humanos, nos resultan tan despreciables que nos resistimos a ser como ellos.

Nos rebelamos y salimos seriamente lastimados.

Pero como en la vida siempre se encuentra un camino, no debemos desmayar, debemos esperar, pues un día se abrirá esa puerta que nos permitirá aprender a callar, dejar pasar, mirar sin ver y oír sin escuchar.

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“El que mucho habla, mucho yerra”. Muy cierto. Como también es cierto que el ser humano es “esclavo de lo que dice y amo de lo que calla”. Esto nos dice que cuando algo nos desagrada o molesta sobremanera, no tenemos más salida que callar, pues si expresamos el desagrado, nos exponemos al rechazo y de seguro seremos juzgados con rudeza.

En nuestras sociedades, la sinceridad se castiga con el desprecio.

Esa es una gran pena y representa una enorme contribución a la hipocresía y la falsedad, dos armas cada vez más poderosas y utilizadas para abrirse camino en la vida y alcanzar el éxito, en lo personal y profesional.

Entonces, la transparencia, mostrarse tal como uno es, demostrar que algo le desagrada, expresar con libertad lo que siente, reclamar respeto ante las acciones que van en contra de su dignidad, es visto como una arrogancia, y no faltará quien te tilde de soberbio.

Es así como comienzan los secretos, los silencios y las poses.

Es así como empiezas a creer firmemente que ciertamente eres esclavo de todo aquello que dices, que todo será usado en tu contra, que aun con razón, si tus palabras lastimaron tan fuerte como solo pueden hacerlo la verdad y la calumnia, serás condenado y saldrás muy lastimado.

Es así como también terminas convencido de que se es amo y señor de toda cosa guardada, de cada palabra que no dejamos escapar, de cada verdad que decidimos dejar para un momento específico.

Eso da resultados, pero es tan difícil para quien no tiene dos caras, para aquel que no piensa fríamente en conveniencias, ni en aprovecharse de lo que puede obtener del otro. Algunas veces tratamos de unirnos a la corriente, a la gente “diplomática”, que te sonríe al mismo tiempo que te asesta un puñal en la espalda, pero esos seres humanos, nos resultan tan despreciables que nos resistimos a ser como ellos.

Nos rebelamos y salimos seriamente lastimados.

Pero como en la vida siempre se encuentra un camino, no debemos desmayar, debemos esperar, pues un día se abrirá esa puerta que nos permitirá aprender a callar, dejar pasar, mirar sin ver y oír sin escuchar.

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