El galeno, oriundo de La Romana, recibió este año el reconocimiento como Maestro de la Cirugía Dominicana

Con más de 50 años de experiencia en la medicina quirúrgica, el doctor Diógenes Bergés es un profesional de la salud cuya entrega y dedicación son su mejor carta de presentación.

Sus inicios están vinculados a centros hospitalarios militares, y su especialización la llevó a cabo en Canadá y Estados Unidos, donde asegura conoció el servicio médico enfocado en la humanización del paciente.

Es fundador, junto a otras eminencias médicas, del Grupo Médico Asociado, a través del cual compraron la Clínica Gómez Patiño.
Bergés es igualmente un apasionado de la pesca, al punto que ha tenido la oportunidad de participar en diferentes competencias y ganar.

1. Del Este
Nací en La Romana el 19 de febrero de 1933. Mi infancia, como gran parte de los niños de la época, la pasé entre la escuela y los juegos, especialmente el de pelota. Me encantaba compartir con mis amigos en horas de la tarde. La diversión que tuve en esos años fue memorable. A los seis años me mudé a Mao con mi abuela, María de Jesús Vargas, a quien cariñosamente le decíamos Suzan. Con ella las cosas cambiaron bastante, pues yo ya no tenía la oportunidad de jugar como lo hacía antes. Por el contrario, en ese tiempo me dediqué a las labores de la agricultura y a las de la casa, aprendí mucho con ella, sobre todo el valor del esfuerzo. Permanecí con mi abuela hasta los once años, luego volví a La Romana. Mis padres, Diógenes Bergés y Ana Rita Vargas, fueron siempre un ejemplo para mí”.

2. Educación
Los primeros años de escolarización los tuve en Mao, cuando regresé a La Romana me apuntaron en la Escuela Normal de La Romana. Fueron años de mucha actividad, donde me integré a diferentes grupos y donde conocí personas que se ganaron mi corazón y mi admiración. Mientras estaba en el bachillerato fui presidente de la Juventud Católica Masculina. Las inquietudes que teníamos los jóvenes de aquella época fueron las principales motivaciones para ser parte de ese grupo, que era un movimiento de nivel religioso que impactaba positivamente a las comunidades marginadas de La Romana, además de la misma juventud que la integraba. Formamos grupos culturales y deportivos, tales como el de basquétbol, béisbol y voleibol. Nos enfocamos en el desarrollo de este grupo a tal punto que realizamos varios intercambios con comunidades de La Altagracia y San Pedro de Macorís. Los cuatro años del bachillerato fui parte de ellos, y sin dudas puedo afirmar que fueron años que cambiaron mi vida en todos los aspectos. Ayudar de esa forma me motivó a seguir ayudando de otras maneras”.

3. The Royal Bank of Canada
Mis años de formación secundaria se podría decir que se dividieron en dos actividades importantes: mi participación en la Juventud Católica Masculina y mi trabajo en The Royal Bank of Canada. Los últimos dos años del bachillerato laboré en esa institución financiera. Recuerdo que fueron a mi casa a ofrecerme esa oportunidad laboral, lo pensé mucho y lo consulté con varias personas, pero al final acepté. No me impidieron que siguiera mis estudios y me graduara. Aunque por las labores, iba un poco cargado; en mis primeros años de bachillerato obtuve premios a mejor estudiantes, pero ya en tercero y cuarto la doble función me ocupaba mucho. Fue una etapa de mucho aprendizaje también, y aunque relativamente duré muy poco, fue como una escuela en cierto sentido”.

4. Entra a la Universidad
Entré a la Universidad de Santo Domingo en enero del 1952. Mi interés por la medicina ya lo tenía desde que comencé el octavo curso. Sentía dentro de mí esa necesidad de conocer más sobre el cuerpo humano, sus funciones, y el tema de las enfermedades. Pero también tenía ganas de servir a través de la atención médica, porque la consideraba tan noble, así que comencé a motivarme. En la medida en que iba transcurriendo la carrera iba creciendo mi entusiasmo, que luego me di cuenta que es lo fundamental para ejercer esta profesión como corresponde: la medicina es una labor que exige entusiasmo. Ese sueño de juventud, debo admitir que al principio no parecía que tenía posibilidad ninguna de lograrlo, pero las cosas se produjeron de una forma tan increíble que pude salir adelante. Ya en el tercer año de medicina, apliqué y fui aceptado en el cuerpo médico como raso en el Hospital Militar Profesor Marión. Lo tuve que hacer a esa altura de mis estudios, porque las clases ya se impartían en las tardes, mientras que yo laboraba en las mañanas, por lo que no había interferencia. Tuve la suerte de ganarme la mayoría de inscripciones en la universidad debido a mis buenas calificaciones. Fue una carrera de primera, prácticamente tuve siempre entre los primeros diez estudiantes de la escuela”.

5. Cambia de trabajo
En el Profesor Marión, nombre del famoso doctor que atendía a Trujillo por sus problemas de la vía urinaria, duré hasta el sexto año, debido a que precisamente Trujillo prohibió que los militares fueran a la universidad, así que tuve que renunciar. Fueron momentos de grandes enseñanzas, una experiencia enriquecedora. Luego entré al Instituto de Oncología que quedaba cerca. Ahí duré alrededor de ocho meses. Después, pasé a ser militar otra vez. En esa ocasión como teniente médico en el Hospital Militar Dr. Miguel Brioso Bustillo, hoy en dia Dr. Ramón de Lara, donde están siendo atendidos actualmente los afectados por la pandemia del coronavirus. Me mantuve ahí durante tres años, y luego renuncié en octubre del 1960”.

6. Se va a Canadá
Apliqué para la especialidad en cirugía general en el St. Mary’s Hospital, en Montreal, Canadá. Entré en el 1962. Les escribí y me aceptaron. Fue una experiencia maravillosa. Tenía tantos deseos de conocer esas estructuras médicas novedosas del extranjero, y afortunadamente me tocó conocer centros médicos impresionantes. Fue una gran diferencia en comparación con los de aquí, que a duras penas funcionaban y tenían muchas limitaciones. Duré más de cinco años en el extranjero, dos años y medio en Canadá y tres en Estados Unidos, específicamente en Delaware. Aprendiendo todos los días, trabajando muy contento. En todos esos años tuve la oportunidad de conocer cómo se ejercía la medicina realmente, como se brindaba el servicio como un derecho humano, donde al paciente se le trataba con altura, y se era más empático. Cosa que no podía apreciar aquí debido a la dictadura. Tenía al alcance bibliotecas con contenidos que nunca imagine, la facilidad a conferencias únicas, y un intercambio científico continuo. Regresé en julio de 1967, dos años después de la Revolución de Abril”.

7. Retorno a RD
Cuando regresé a mi país, me enfrenté a una situación muy dura. Estuve un tiempo sin oportunidad laboral, con mucha incertidumbre y desmotivación. Pero luego encontré la facilidad de poder ejercer, finalmente la perseverancia me ayudó a salir hacia adelante. Entré al Hospital San Francisco de Asís, fundado en el 1942 por el doctor Antonio Zaiter, quien dedicó toda su vida a brindar ayuda a los más necesitados. El centro médico estaba ubicado en la avenida Mella. Fue un espacio para atender al pueblo, a los más pobres. Recuerdo que las consultas eran a tres pesos y el doctor le regalaba los medicamentos a los pacientes. Me siento orgullo de haber conocido a una persona como él, que hizo del servicio su norte y que priorizó la humanización del paciente”.

8. Grupo Médico Asociado
El 12 de octubre del año 1967 conformé junto a los doctores Eduardo Roedán y Roberto Carán, el Grupo Médico Asociado, a través del cual establecimos un centro médico que a día de hoy sigue siendo uno de los logros más importantes en la ciudad de Santo Domingo: la Clínica Gómez Patiño. El Grupo también cuenta con centros de atención primaria, hospitales, policlínicas, centro de diagnósticos, servicios de ambulancia, entre otros. Fuimos los artífices de ese proyecto, cada uno fue buscando los médicos, que principalmente fueron militares. Hicimos una selección de lo mejor que había en el área, creamos un grupo de treinta profesionales de la salud. Había mucho liderazgo médico para ese entonces, por lo que no fue difícil captar a esos profesionales. Hubo mucha armonía, ya que se sentían comprometidos con la causa, de hecho el primer año no cobramos por los servicios, pero eso no nos desmotivó, porque los buenos años fueron llegando. Fue el compromiso de quienes lo conformábamos, lo que le pudo dar cabida al éxito que tuvimos, porque si cada quien hubiera enfocado sus esfuerzos de manera egoísta, hubiéramos fracasado”.

9. Profesor en la UNPHU
Además de la medicina, también me dediqué a la docencia. Di clases en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), donde hice realidad mi interés de transmitir conocimientos, una de mis principales preocupaciones, porque soy partidario de que el saber debe expandirse. Di la cátedra de Patología Quirúrgica. Estuve ahí por alrededor de cinco años. Al parecer la labor que realicé tuvo impacto, porque recientemente un grupo de estudiantes me reconoció en nombre de la universidad por esos años de trabajo. Los profesionales de la salud que tiene hoy República Dominicana pueden ser calificados como un verdadero progreso, porque cada una de las especialidades se ha ocupado de su desarrollo, aunque de igual manera colaboran entre sí. Esta etapa de la globalización le ha ayudado mucho a la clase médica, hace que nuestros doctores tengan acceso a información y formación que eran impensables para antiguas generaciones”.

10. Familia
Me casé a finales de la década de los 50 con Liliam Álvarez Curiel, a quien conocí a través de su hermano Oscar Álvarez Curiel, un compañero oftalmólogo. Cuando la conocí quedé encantado. Todo se fue dando y funcionó. Tuvimos cuatro hijos, dos varones y dos hembras. Diógenes, que es oftalmólogo; Robert, que es economista graduado en Wilmington; Laura, que se profesionalizó en secretariado en Canadá; y Sandra, que se graduó en Comunicación. Tengo seis adorables nietos. Debo decir que hemos hecho un buen trabajo con ellos, porque se han destacado en sus áreas, y se han convertido en hombres y mujeres honrados. Me llenan de mucho orgullo”.

Se siente orgulloso por su entrega

“Mirando hacia atrás todos esos años de ejercicio médico lo único que puedo sentir es felicidad y satisfacción. Haber tenido la oportunidad de poner en práctica tanto conocimiento en el trayecto, tener esas tablas sobre las cuales actuar, me llenan de orgullo. Los frutos cosechados tanto en la práctica médica de la cirugía como en la docencia son mi mejor legado. Saber que enseñé a jóvenes que incluso me han tenido que operar a mí, es algo maravilloso. Hay garantía. Está el caso del doctor Rafael Cirano Dickson Serrano, que está en la Gómez Patiño, el doctor Erick Pimentel, que tiene su propio centro médico, así como también Hernan Cruz, quien es una estrella de la cirugía vascular. Me siento alegre por mi granito de arena, por mejorar el estándar quirúrgico a donde iba. Otro de los aportes que pude hacer fue formar parte de los fundadores del Colegio Dominicano de Cirujanos, que recientemente me otorgó el reconocimiento como Maestro de la Cirugía Dominicana, lo que me llena todavía más de alegría. A la par con la labor como cirujano, también soy un amante de la pesca. Es algo de toda la vida, porque nací en La Romana, ya que vivía cerca del muelle, en un área cercana al mar y al río. Al principio era un hobby, pero luego se convirtió en algo más, a tal punto que tuve la oportunidad de participar en competiciones y ganar varios premios. Uno de ellos fue una pesca de un marlín azul de cuatrocientas libras en La Romana con el que gané el primer lugar. Asimismo, entré a la pesca submarina, lo que me permitió explorar mucho, buceando, descubriendo el mar, el país por debajo”.

Vocación
“Mi interés por la medicina ya lo tenía desde que comencé el octavo curso. Sentía dentro de mí esa necesidad de conocer más sobre el cuerpo humano, sus funciones, y el tema de las enfermedades”.

Éxito
Fue el compromiso de quienes lo conformábamos, lo que le pudo dar cabida al éxito que tuvimos”

Legado
Los frutos cosechados tanto en la práctica médica de la cirugía como en la docencia son mi mejor legado”

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