Por Romeo Llinás

Me permito escribir estas palabras, y  dedico estas reflexiones en honor a mi padre, Salustiano Llinás Beauregard, comandante asistente del Coronel Francisco Alberto Caamaño durante el Conflicto Armado del 1965,  devenido en una guerra patria, quien con  la presencia de un servidor  Romeo  A. Llinás, ya que por los Involucramientos que mi partido político tenía luego de firmar el Pacto de Rio Piedras en San Juan, Puerto Rico en enero del 1965, con don Juan Bosch,  suscrito por nuestro Presidente de dicho Partido Revolucionario Social-Cristiano, el Dr. Antonio Rosario.

Por esas actividades estábamos completamente atentos y esperando un alzamiento militar, ya que dos meses antes de Abril del 1965,  la Doctora Josefina Padilla Vda  Sánchez  y  el   Dr.  Bernardo Defilló, vicepresidente de dicho partido, tuvieron en contacto en España con el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez.

A don Antonio Rosario el momento de inicio de la guerra  lo alcanzó haciendo Gestiones en Washington con la OEA, y desde ese mismo día iniciamos nuestros emprendimientos.

Papá como ex-militar  querido y admirado  por Francis Caamaño, porque en 1945, accidentalmente había Salvado de la muerte al General Fausto Caamaño, su Padre, quien era Jefe de Estado Mayor del Ejército durante la Dictadura de Trujillo.

Esa acción evitó matarlo de parte del Coronel Ludovino Fernández, frente a su escritorio, en las oficinas de la comisión del control de combustibles, durante la Segunda guerra mundial y de los años posteriores de dicho conflicto mundial, ya que Don Salustiano era el secretario ejecutivo al final de la Segunda Guerra Mundial,  de dicha comisión, y en una acción sorpresiva frente al   Coronel Fernández  saltó agarrando su Pistola colt 45 con la que estaba apuntando a Don Fausto Caamaño,  insertando su pulgar derecho en la parte trasera del percutor, y Ludovino se vio imposibilitado de disparar.

 El era el Jefe de la Policía Nacional en esa fecha, y esa Acción de mi Padre conllevó un agradecimiento de por Vida de Don Fausto Caamaño y de su Hijo Francis, lo cual  profundizó con rastros indelebles los afectos entre Francisco Alberto, Salustiano Llinás y Romeo A. Llinás.

Durante la epopeya histórica de la Guerra de Abril, por haber pernoctado en más de 12 ocasiones en cenas discretas en nuestra Casa de la Calle Sánchez 39-B, acompañado por Héctor Aristy,  Euclides Gutiérrez Félix ( quien con su esposa vivió en mi casa durante los meses de dicho Conflicto), y Ramón Andrés Blanco Fernández , así como con Hugo Tolentino.

Describo a seguidas la ocasión a los  inicios del conflicto bélico, cuando  habiendo mi padre dirigido en esos día iniciales,  el asalto al grupo de policías, estando un servidor  presente con una Carabina Cristóbal,  el día 26 de Abril de 1965, en la Zona Colonial, esquina de la Calle Sánchez y Arzobispo Nouel, frente a la Iglesia del Carmen  en la zona del parquecito lateral, y resguardados por  la monumental estatua del Padre Gaspar Hernández,  realizamos  el famoso asalto al camión repleto de policías de los “Cascos Blancos”  que transitaba de Este a Oeste, desde la Catedral por dicha calle, resultando esta acción  posiblemente entre los primeros muertos de dicha guerra patria con  un pequeño número de policías, que casi  de inmediato el resto  se rindieron, y uno de los miembros de nuestro grupo intentó matar a los Policías después de haberse rendidos    todos ellos.

Entonces se produjo un forcejeo entre un  civil de un partido de izquierda y mi Padre, porque dicho señor intentó fusilar a los policías,  ya prisioneros, y fui testigo de excepción cuando Papá sobó su ametralladora Cristóbal (Que él le puso el nombre de «Mercedita»), y lo conminó a que lo mataba a él si lo hacía, porque Don Salustiano le explicaba que cuando un hombre se rinde en una guerra,  su vida debe ser preservada, por lo cual nuestro compañero lo aceptó, aunque a regañadientes, pidiéndole excusas a mi padre.

Mi amigo y vecino José Alfredo Rizek, quien también participó en esa refriega inicial de la Guerra de Abril, agrega y explica que,  «No solo evitó el fusilamiento, sino que a los Policías heridos los llevamos al Hospital  Padre Billini y les salvaron la  vida.

Aún conservo un cinturón del oficial herido que días después  visité  en su lecho del Hospital Padre Billini, quien salvó su vida y Francis Caamaño lo indultó y el policía  me dió las gracias , junto a su esposa.

Rizek me expresa también, que fue testigo de que el Coronel Caamaño tenía un respeto y admiración por “mi personaje inolvidable” el patriota Salustiano Llinás y Beauregard». José Alfredo Rizek Billini, era un vecino nuestro en la Calle Sánchez, y fue uno de los Jóvenes más activos de la época en la década del 60 de las Zonas de la Ciudad Colonial y Ciudad Nueva en las actividades antiTrujillistas, por ser sobrino directo de personas clásicamente contrarias a la Dictadura de Trujillo;  era sobrino de don Antinoe Fiallo y el Dr. Viriato Fiallo, además de haber sido un combatiente de la Guerra de Abril, que quizás algunos de ustedes lo conozcan.

Al  día siguiente, el  27 de Abril, luego de que pasara frente a nuestra casa el entrenador de los hombres Rana, Illio Capozzi, invitó a mi papá a seguirlo y ambos fuimos detrás de él, indicándole antes de entrar en la Calle Padre Billini, el peligro de tiradores hacia esa calle que en línea casi recta terminaba frente a la Fortaleza Ozama, cuartel de los policías que el día anterior habíamos enfrentado en la Arz. Nouel,

Después de múltiples zigzagueos en la calle, detrás de Capozzi entramos por el hoyo frontal que un “Tanque  de combate” de nuestras fuerzas armadas  habían hecho momentos antes, pero los policías dentro de la Fortaleza Ozama no hicieron resistencia y estaban huyendo despavoridos,  cruzando al otro lado oriental  de las orillas del Río Ozama.

Aprovechamos la ocasión del triunfo de la Fortaleza Ozama, para que Don Salustiano y quien escribe,  nos apropiáramos  de un arsenal de unos 30 fusiles,  ametralladoras,  tomados en los camarotes de  un barco atracado en el muelle,  creo (no estoy seguro),  que era el “ Santiago Express”, y también doy fe de que muchos de esos fusiles mi padre los entregó y ofreció a Francis Caamaño para las acciones del fracasado intento de asalto antes de terminar la Guerra, en San Francisco de Macorís.

En esta oportunidad deseo hacer unas reflexiones finales, luego de narrar estos hechos históricos sobre las primera acciones bélicas de los días 26 y 27 de Abril del 1965, y sigo transcribiendo un mensaje que aprovechando que lo dirigí a un miembro del Grupo de los Comandos de la Resistencia, el Lic. Aurelio Guerrero, ya que vivió un período de tiempo en casa de mi padre en la Calle Sánchez, y una parte de ese  grupo fue hecho preso en nuestra casa por la Policía Nacional en mayo del 1972, cuando Don Salustiano trabajaba en la UASD:

Estimado Aurelio Guerrero: Perdona que te haya escogido para hacerte estas reflexiones. Pero los afectos con Yovanna (hermana de mi hermana Unfalia),  tu esposa y contigo me lo motivan.

He meditado mucho, luego del escrito que ayer hice, de los caminos equivocados o más bien, precipitados que tomamos los ciudadanos dominicanos  al terminar la Guerra Patria de Abril del 65. Te entero que el día 3 de Junio del 1966, después de las Elecciones,  Don César Herrera, Dominicano que apoyaba a Balaguer, le planteó a Don Salustiano y a m i como Social-Cristiano, que le transmitiera a Don Juan Bosch Presidente del PRD y a mi para el PRSC, una oferta que rechazamos, para Iniciar en Julio del 1966 un Gobierno de Unidad Nacional,  luego de dicha Guerra Patria, y cuando se lo transmitió a Don Juan Bosch, éste  lo rechazó y también los del PRSC lo rechazamos.

Quizás (no lo puedo asegurar),  pudiéramos haber iniciado un cambio de rumbo en la historia y perdimos esa oportunidad, y debo señalar que no he sido nunca simpatizante de Balaguer, a pesar de haber trabajado casi desde que regresé de México hasta el 1978 como Asesor Minero en Industria y Comercio y de la Presidencia, y  dirigiendo el Proyecto del Diagnóstico y de las Políticas del Sector Minero.

Creo que desde la Muerte de la Dictadura de Trujillo, la falta de criterios para lograr el desarrollo, no simplemente el crecimiento del país,  en la sociedad política nos condujo por los caminos de desechar las posturas de UNIDAD DE ACUERDOS, y la división se entronizó en nuestra comunidad, a niveles muy por encima de las  divisiones. posteriores al 1844,  con nuestra Independencia.

Y eso lo hemos pagado con el sacrificio y pérdida de vidas muy valiosas que  se han inmolados desde el 1961, primero  con el Grupo de Manolo Tavares, muchas muertes de la juventud  luego de la guerra de abril, incluyendo el acto de desembarco de Francis Caamaño  para  inmolarse en las montañas del país en  1973, cuando pocos años después iniciábamos con Don Antonio Guzmán las etapas de políticas positivas y progresista.

La Lección que he aprendido es que tenemos muchos héroes y mártires que han ofrendado su vida por la patria  y debemos venerarlos,  pero  aunque sea tardíamente, he aprendido que la  patria se construye  con seres humanos vivos, trabajando por el bien común.

Creo en la UNIDAD MAS QUE EN LA DIVISIÓN, quizás eso explique mi actitud de unidad y de  apelar a lo  que nos unía y descartar las diferencias, durante mi Dirección del  BRUC-SOCIALCRISTIANO, en el Movimiento Renovador de la UASD  luego de la Guerra de Abril  del  65.

No pierdo la esperanza de ver, antes de morir, el resurgimiento de disponernos los dominicanos para abrazarnos por lo que nos UNA Y DESESTIMAR LO QUE NOS DIVIDE.

Eso también me recuerda la trascendencia de los principios de la Doctrina Social Cristiana de la Iglesia Católica expuesta desde el 1891 por el Papa León XIII en la Encíclica Rerum Novarum,  inspirada en  Nuestro Señor Jesucristo, fundamento del  Amor entre los hombres de esta tierra, y que Dios Padre nos protege.

Prefiero mantenerme como un hombre apartidista que aporta a su país, con los conocimientos y experiencias científicas y tecnológicas de las ciencias de la tierra.

Feliz Fin de Semana en esta conmemoración de este 2020, del  Abril del 1965.

Abrazos Fraternales de quien te aprecia, Romeo A. Llinas, hijo de su protector, Salustiano.

Con estas reflexiones finales, con mucho cariño y con abrazos fraternales me permito saludar y bendecir  a  mis hijos, les saluda Romeo A. Llinás, pidiendo al Señor que nunca se repita en nuestro país una guerra fratricida como la de abril de 1965.

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